miércoles, 21 de noviembre de 2012
¿Qué podrá ser el Socialismo Democrático de Libertad y Refundación?
Por Gustavo Zelaya
En las discusiones feudales se debatía extensamente acerca de la realidad de los conceptos y de los términos gramaticales; se preguntaban si tenían existencia propia e independiente de la mente humana o si eran simples palabras construidas por los humanos y que usábamos para designar a las cosas; trataban de averiguar si eran creaciones divinas o humanas. Esa disputa se conoció como el problema de los universales. Algo parecido ocurre cuando se discute sobre conceptos como el de igualdad, justicia, libertad o socialismo. Existen duros y extensos debates que provocan enemistad y su esclarecimiento casi siempre se presenta de forma provisional. Y si nos atenemos a la dialéctica, la definición será obtenida a través de un proceso social, de modo que nunca habrá respuesta definitiva y válida para cualquier época, ya que siempre se podrán incorporar nuevos contenidos y otros aspectos que modifican la forma de los conceptos.
En tal polémica se supone que se discute sobre los contenidos de esas nociones haciendo alusiones a la historia, pero casi siempre todo gira sobre la forma y los aspectos externos de esas palabras y se descuida lo principal: el hecho de que cualquier polémica acerca del socialismo, la igualdad o la libertad debe tener una referencia obligada con la realidad histórica y con la circunstancia efectivamente existente. No sólo es un asunto teórico, sobre todo es un problema político. Y en el caso nuestro, es crucial establecer qué es eso de socialismo democrático, determinar cómo se logra, si se puede llegar a una etapa de ese tipo, si se presenta como un modelo social o si es un programa que contiene una serie de propuestas que podrían realizarse desde el poder. Establecer, incluso, si los encargados de realizar tal proyecto social son solamente los que se crean socialistas, si esta condición ideológica es suficiente para ser participe de la transformación social o si tendrán que incluirse a portadores de otras formas de pensamiento. Algunos podrán decir que si es indispensable ser parte de una organización política que se diga socialista, pero olvidan que hay otras expresiones políticas no socialistas al estilo de la ortodoxia y que también están a favor de generar condiciones de vida más justas y solidarias.
Es bueno dejar sentado que un modelo es una especie de representación mental, una construcción teórica en donde se manifiesta algún fenómeno particular o un aspecto de la realidad. No es la realidad ni es el fenómeno, es una reducción ideal de aspectos que realmente existen. El modelo puede construirse en términos matemáticos o con símbolos geométricos, tiene dimensiones, forma, y apenas traduce de manera perfecta momentos de la existencia. Mientras que la realidad efectiva, con sus componentes materiales y espirituales, es mucho más compleja que el modelo y contiene mayor riqueza que una concepción teórica. Significa que es imperfecta, conflictiva, no acabada y dotada de movimiento. Además, cuando se hace mención del modelo económico y político del socialismo, cuando se descubre en qué ha consistido, nos damos cuenta que no ha existido un modo de existencia socialista en estado puro, exacto, perfecto. Y la evidencia más cruda de su fracaso se nota en lo que se llamó “socialismo real”, esa experiencia que se intentó edificar bajo la cubierta soviética. La excepción que existe no hace más que confirmar lo anterior.
En los ejemplos actuales de China, Cuba o Vietnam, se nota cómo la dirigencia de esos países socialistas ha tenido que impulsar la reforma de elementos del sistema, adaptarlo continuamente y considerando diversos factores locales y otros derivados de las tendencias mundiales. Y lo han hecho sin sacrificar ideales ni principios ideológicos y políticos. Desarrollaron en buena medida la solidaridad y la prudencia en sus relaciones con otros estilos de vida y de organización económica y una ejemplar capacidad de adaptación. Aquí cabría utilizar una expresión que en boca de los “socialistas puros” es inaceptable y puede significar la condena eterna al infierno a todo aquel que se atreva a practicarla: revisión del sistema y de la teoría.
Pero en los países mencionados se revisa, se examina, se investigan continuamente los logros y las carencias del sistema para ir creciendo y logrando una vida buena y una buena vida para todos. Demuestran, pues, que es fundamental la creación de condiciones de vida que hagan posible la igualdad y la justicia en sus situaciones particulares, y que ello no es posible obtenerlo si no se toma en cuenta las necesidades de la población, el ambiente externo, el avance científico, las posibilidades materiales del país y la capacidad humana para participar con su trabajo en el desarrollo social.
Es decir, han tenido la claridad mental y política para poder ver que existen las diferencias sociales e individuales y que la distribución de los productos que el trabajo social genera y los aportes que los ciudadanos hacen a la sociedad se hace tomando en cuenta esa situación. La diferencia no se puede eliminar de manera absoluta y definitiva a menos que se pretenda construir una sociedad homogénea, inmóvil, al estilo de los modelos teóricos y descarnados de la geometría en donde se pretende uniformar hasta el pensamiento.
La aspiración a la igualdad parece más bien una cuestión formal que se expresa en la teoría y en las leyes. Incluso, puede estar incluida como parte esencial de alguna ideología democrática o de algún programa partidario. Y en tal sentido se habla de distribuir de forma igual la tierra o de la justa distribución de los bienes sociales; que la tierra debe pertenecer al que la trabaja. Pero los cambios tecnológicos han puesto en lugares más importante al trabajo industrial, urbano, como medio de subsistencia más significativo que la agricultura, esto sucede en sociedades con mayor desarrollo. Y hay más propuestas similares a la igualdad.
Entonces, todos esos elementos de la vida como la historia, la economía, el trabajo, los intereses individuales, las ideas, los conflictos sociales, las ambiciones, el nivel de conciencia, las deudas estatales, los debates, la coyuntura internacional y otras determinaciones hacen muy complicada la intención de elaborar un modelo social. Puede decirse que el término de modelo es un recurso teórico pero que no permite ser realizado. Alguien podría no estar de acuerdo con esta forma de plantear el concepto de Modelo. Y se puede decir más, pero no puede obviarse que las aspiraciones populares acerca de la justicia, la libertad y la real democracia tienen cabida en la expresión socialismo democrático. No puede obviarse que se requiere de programas políticos y políticas públicas que enfrenten los problemas del atraso, la corrupción, la impunidad y la dependencia; y si tales propuestas son realmente transformadoras y ponen en el centro de su interés la dignificación del ser humano, que enaltezcan y hagan cierto el respeto a los derechos humanos y sancionen la injusticia, la corrupción y la miseria, entonces, se puede hablar del socialismo democrático pero no como modelo perfecto ni como ideal de vida, sino como algo posible de ser realizado y como un conjunto de propuestas de gobierno que pondrá en práctica la organización democrática del pueblo cuando acceda al poder político.
Dentro del tema de la igualdad se incluye a la distribución de la riqueza como instrumento para ir acercando las diferencias. Pero su posibilidad no significa que se obtenga de forma idéntica e inmediata para todos. Existen diferentes capacidades educativas, estados de salud, estilos de vida, gustos artísticos, etc. Siendo así, el socialismo democrático en el gobierno será responsable de asegurar comida, servicios de salud y educación de buen nivel, sin delegar en manos privadas tal función, sin privatizar servicios y sin apelar a la filantropía o a la bondadosa actividad de organizaciones no gubernamentales que sólo se encargan de controlar incendios sociales pero no eliminan las causas del atraso.
Si nuestra propuesta política es honesta, transformadora, desvinculada de las prácticas políticas tradicionales que han crecido gracias a la esencia inhumana del neoliberalismo, mantendrá en su esencia la necesidad de refundar el país, la necesidad de convocar a la Asamblea Nacional Constituyente, la urgencia de desarrollar una economía solidaria, en fin, de hacer posible una serie de condiciones que hagan cierta la soberanía popular, energética, alimentaria, soberanía en las relaciones internacionales, respeto a los derechos humanos. Que sean los ciudadanos y las ciudadanas, su bienestar material, cultural, educativo, espiritual, el fundamento de toda la propuesta de cambio. Es que se trata de poner en lugares dignos a la persona y a toda la sociedad con todas sus implicaciones.
Dicho de otro modo, creo que es muy importante ir definiendo qué es el socialismo democrático que se quiere para Honduras; y puede parecer sencillo ensayar definiciones al estilo de las enciclopedias y los diccionarios, eso es de una gran simpleza; se puede acudir a los textos clásicos sobre ese tema y tomar una cita de aquí y otra de allá, juntarlas, mencionar fuentes, tradiciones, influencias, etc., y así ir elaborando un documento bien fundamentado, esto no es difícil. Algunos se escandalizaran cuando vean que en el pergamino no aparece su autor favorito y la frase precisa. Y el escandalo será mucho más grande cuando crean que hay una mezcla imposible de socialistas, liberales, gnósticos, religiosos, y toda la variedad posible de personas que buscan una existencia respetable, humana. Pero lo verdaderamente importante será que el partido nuestro, Libertad y Refundación, sepa construir propuestas y programas políticos que puedan ser realizados, que dignifiquen las personas, que ayuden a construir condiciones de vida en donde se respeta a todos, incluyendo a la naturaleza, y en donde las relaciones que se desarrollen apunten a humanizar la convivencia social sin prácticas corruptas, sin impunidad y con justicia. Y si se logra eso, entonces, podría hablarse de algún calificativo como el del socialismo democrático.
15 de noviembre de 2012
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