lunes, 28 de febrero de 2022

12 años después recobra totalmente su libertad

Defensores en Línea

Sin nada, tal cual lo capturó la policía el pasado 11 de febrero, fue excarcelado este día, José Antonio Torres Meza, originario de Catacamas, Olancho y exiliado en El Salvador, desde 2010

Pasadas las 2:00 p.m. de este jueves 24 de febrero, Torres Meza, de 40 años, se encontró primero con su equipo legal defensa del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), después con observadores de Brigadas de Paz Internacional (PBI), con quienes caminó hasta la salida del centro penal de mediana seguridad “El Porvenir” para fundirse en un abrazo con su sobrino Mario Joel.

Las abogadas Cynthia Turcios y Dora Oliva, presentaron la carta de excarcelación en la guardia, para que el primer beneficiario de la Amnistía Política según Decreto Legislativo 04-2022, pueda reunirse con sus cuatro menores hijos y poder visitar la tumba de madre.

José y Mario, ambos de pocas palabras, agradecieron el acompañamiento legal y humano que les ha brindado la coordinadora general del COFADEH, Berta Oliva y demás compañeras.

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“Estoy agradecido y alegre, pronto veré a mis hijos y a mi esposa que vendrá a Honduras, gracias a doña Berta y a las abogadas” expresó Torres Meza, quien era acusado de incendio agravado y terrorismo, desde agosto del 2009.

Por lo que COFADEH lo acompañó en diferentes acciones para salvaguardar su vida, desde el 2010 buscó el exilio en El Salvador, debido a la persecución política, sin saber que mantenía un proceso legal porque hace dos años viajó a Olancho sin ningún inconveniente.

Pero, el pasado 11 de febrero, cuando iba al sepelio de su madre, Torres fue capturado en la Aduana del Amatillo y enviado a prisión. Su esposa regresó a El Salvador y desde allá avisó a la familia Torres, que no sabía nada de él, más que la policía lo había apresado.

Torres lamenta que no pudo despedirse de su mamá, el llanto brotó instantáneamente en una mirada triste y ojos cansados por el desvelo, cansancio y duelo sin poder cerrar.

Comentó que en el centro penal, otros privados de libertad le prestaban ropa y zapatos, porque él no tenía más que la mudada con la que salió hoy.

“Me bañé bien temprano porque me dieron que a las nueve de la mañana salía”, sin embargo el tiempo se le hizo eterno hasta que se dieron las 2 p.m. y será hasta la noche que hablará con su esposa.

A sus 40 años, con una corta sonrisa expresó que ya es abuelo. José no ha podido disfrutar de sus hijos e hijas entre los 11 y 17 años, quienes crecieron con la abuela, ante el abandono de la madre y huida suya.

COFADEH ya presentó varias solicitudes de Amnistía en Tegucigalpa, Comayagua, Siguatepeque y este día en Las Vegas, SB, amparándose en la  “Ley para la reconstrucción del Estado constitucional de derecho y para que los hechos no se repitan”.



COFADEH logra primera liberación tras aplicar a Amnistía Política


Defensores en Línea

Este miércoles el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), abrió el camino para la aplicación efectiva de la Amnistía Política según Decreto 004-2022 de la Amnistía para la liberación de los presos políticos y defensores de la Soberanía Nacional.

En este proceso el COFADEH documentó el caso correspondiente a José Antonio Torres Meza de 40 años, originario de Catacamas, Olancho, quien vivió 11 años en el exilio, hasta el pasado 11 de febrero que entró por la aduana de El Amatillo con el fin de ir al entierro de su madre, doña María Irene, pero fue capturado.

Sobre él pesaba una persecución judicial desde agosto del 2009, por los supuestos delitos de terrorismo e incendio agravado en perjuicio del Estado de Honduras, grupo Industrias Turísticas (INTUR) y Ladislao Augusto Servellón Aguilar.

Además, que no le permitieron ir al sepelio de su mamá, Torres Meza fue enviado a la cárcel de mediana seguridad “El Porvenir” en el valle de Siria, al norte de Francisco Morazán.

COFADEH como representante legal del preso político, presentó este miércoles en Audiencia de Extinción de la Pena, la documentación necesaria para demostrar que él aplica a la Ley para la Reconstrucción del Estado Constitucional al Derecho y para que no se repitan, publicada el pasado 4 de febrero en el Diario Oficial La Gaceta.

El Ministerio Público, quien acusó a Torres hace 12 años, no tuvo más que aceptar la solicitud y el juez 2 del Juzgado de Letras Penal de Tegucigalpa, dictaminó la excarcelación inmediata de la víctima, que será efectiva el día de mañana.


Alcalde de Concepción del Sur, Santa Bárbara será el presidente de la AMHON

Radio Progreso

Nelson Castellanos, alcalde de Concepción del Sur, Santa Bárbara.

El alcalde de Concepción del Sur, Santa Bárbara, por el partido Libertad y Refundación, Nelson Castellanos, ha sido propuesto para dirigir por dos años la Asociación de Municipios de Honduras, AMHON.

Una vez concluya su periodo, el turno, para los dos años restantes, será de Marlon Pineda, alcalde de Santa Cruz de Yojoa por Libre. Sin ir a unas elecciones, los dos alcaldes ya tienen el visto bueno de la Presidenta Xiomara Castro y los demás alcaldes de su mismo partido.

Libre tiene 55 alcaldes por lo que los aspirantes a dirigir la AMHON deberán ganar los votos de los demás alcaldes, tanto Nacionalistas y liberales.

Nelson Castellanos dijo en Radio Progreso que todavía no hay fecha para celebrar la asamblea de la AMHON, pero explicó que de las 298 municipalidades, cuenta con 150 votos para ganar la titularidad de la Asociación de Municipios.


Violaron los derechos humanos de mi esposo: Ana García de Hernández

Radio Progreso

La exprimera dama, Ana García de Hernández, llegó al Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, Conadeh, para interponer denuncia por violación de derechos humanos contra el expresidente Juan Orlando Hernández.

El expresidente hondureño Juan Orlando Hernández fue víctima de violaciones a sus derechos humanos al ser capturado el martes -luego de que Estados Unidos solicitara su «arresto provisional» y lo acusara de tres cargos asociados a narcotráfico y armas-, había denunciado el fin de semana su esposa, Ana García, a través de un comunicado.

«Mi esposo el expresidente de Honduras, Juan Orlando Hernández Alvarado, fue detenido bajo un proceso que violentó el derecho a la dignidad humana y el estado de inocencia ampliamente garantizados en la Constitución de la República y los tratados internacionales suscritos por el Estado de Honduras en materia de derechos humanos», indicó la exprimera dama del país.

Reacción

La Secretaría de Derechos Humanos en Honduras informó que no hubo uso de la fuerza al momento de la captura del expresidente, Juan Orlando Hernández, quien tampoco resultó con lesiones por parte de los agentes que participaron en su detención, señaló el organismo.

A través de sus redes sociales la Secretaría de Derechos Humanos en Honduras detalló que «el uso de la fuerza no debe confundirse con el despliegue de seguridad», estrategia que utiliza la Secretaría de Seguridad para «la detención y protección del señor Hernández».

Elementos técnico-jurídicos que fundamentan la extradición


Joaquín Mejía, Investigador del ERIC-SJ y coordinador adjunto del EJDH

Ana Pineda, Profesora universitaria e investigadora

Juan Orlando Hernández, ex presidente, al momento de ser presentado luego de la captura.

1. Fundamentos jurídicos

La figura de la extradición se fundamenta en la cooperación judicial internacional que se brindan los Estados para proteger sus bienes jurídicos frente a los actos ilícitos transnacionales. En palabras de Luis Carlos Zarote, todos los Estados deben contribuir al cumplimiento de la justicia y a la sanción de las personas delincuentes, como autor o participe que se encuentra en otro Estado.

En virtud de ello, la extradición está orientada a que la sanción del delito se aplique en el territorio del país donde se quebrantó el orden jurídico y donde se han recabado los suficientes elementos probatorios para la investigación. De esta manera, se busca evitar la impunidad de ciertos crímenes reconocidos en el marco de tratados bilaterales o multilaterales y que las personas responsables encontrándose en otro Estado puedan eludir la acción de la justicia.

La extradición es, entonces, un instrumento para que la administración de justicia cumpla con su objeto y fines. Cabe destacar que son tres los elementos que constituyen la extradición: primero, la presencia indispensable de una relación jurídica entre el Estado que solicita la extradición (requirente) y el Estado que recibe la solicitud (requerido); segundo, un pedido formal de detención judicial con propósito de extradición que reúna algunas formalidades reconocidas por el Derecho Internacional; y, tercero, que la persona solicitada en extradición sea considerada indiciada, procesada o condenada por el delito que se le imputa dentro de los límites de la jurisdicción del Estado requirente.

2. Las normas jurídicas internacionales que fundamentan la extradición

Sin perjuicio de considerar otros estándares internacionales, en el ámbito del derecho interno hondureño básicamente existen tres normas jurídicas de carácter internacional y dos de carácter nacional que regulan la figura de la extradición y el proceso para su ejecución. En cuanto a las normas internacionales, el 15 de enero de 1909 se suscribió la Convención de Extradición entre Estados Unidos de América y Honduras; y el 21 de febrero de 1927 la Convención Adicional de Extradición que complementa a la anterior, incluyendo en el catálogo de conductas ilícitas, el tráfico de drogas.  

A su vez, el 2 de diciembre de 2003, Honduras ratificó la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Trasnacional (Convención de Palermo) que en su artículo 16 desarrolla ampliamente los requisitos y procedimientos que deben observarse al momento de aplicar la extradición con respecto a la comisión de delitos graves por parte de un grupo delictivo organizado y la persona que es objeto de la solicitud de extradición se encuentre en el territorio del Estado Parte requerido.

Esto nos demuestra que la extradición supone un reconocimiento de la extraterritorialidad de las leyes de Estados Unidos en el ejercicio legítimo de su potestad punitiva, en virtud de las convenciones citadas que, a la luz de los artículos 16, 18 y 102 reformado de la Constitución de la República, forman parte del derecho interno y tienen jerarquía supralegal y constitucional.

En consecuencia, se puede afirmar que existe la fuente convencional, constitucional y reglamentaria suficiente para tramitar cualquier solicitud de extradición.  Al respecto, hay tres cuestiones que deben resaltarse: en primer lugar, a la luz del artículo 16 de la Constitución de la República, las citadas convenciones internacionales, una vez que entraron en vigor, pasaron a formar parte de nuestro derecho interno y por en ende, gozan de jerarquía supralegal, es decir, ninguna ley, reglamento, práctica o acuerdo puede ser contrario a sus contenidos. Además, si llegare a existir “un conflicto entre el tratado o convención y la Ley prevalecerá el primero”, al tenor del artículo 18 constitucional.

En segundo lugar, desde el momento en que el Estado hondureño suscribió y ratificó tales tratados sobre extradición, asumió la obligación internacional de adoptar, con arreglo a sus procedimientos constitucionales, las medidas necesarias para adecuar su derecho interno –normas y prácticas- a las disposiciones de las tres convenciones señaladas.

Y, en tercer lugar, en el contexto de los artículos 26 y 27 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969, el Estado de Honduras está obligado a cumplir de buena fe las tres convenciones que regulan la extradición y “no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento” de tales tratados.

Por tanto, con base en la regla de oro en materia de tratados internacionales conocida como “Pacta sunt servanda” implicaría que la adopción y aplicación de una ley o práctica nacional contraria a lo dispuesto en las tres convenciones sobre extradición generaría la responsabilidad internacional del Estado y, en consecuencia, la responsabilidad individual de la persona funcionaria cuya acción u omisión provocó el incumplimiento estatal de sus obligaciones y compromisos internacionales.

Corte del Distrito Sur de NY, Estados Unidos, donde se conocen los casos por narcotráfico.

3 Las normas jurídicas nacionales que fundamentan la extradición

Debido a la obligación internacional del Estado de adecuar su derecho interno a las disposiciones de las tres convenciones que regulan la extradición, en enero del año 2012 el Congreso Nacional reformó el artículo 102 constitucional para incluir excepciones a la prohibición de extradición de hondureños y hondureñas a la justicia de otro Estado. Según esta reforma, se podrá extraditar a una persona nacional de Honduras cuando se trate de “casos relacionados con delitos de tráfico de estupefacientes en cualquiera de sus tipologías, Terrorismo y cualquier otro ilícito de criminalidad organizada y cuando exista tratado o convenio de extradición con el país solicitante”.

Con respecto al carácter auto ejecutorio de los tratados internacionales, del cual emana su vinculatoriedad para las partes contratantes, la Corte Interamericana de Derechos Humanos en su Opinión Consultiva OC-7/86 de 29 de agosto de 1986, en virtud de una regla básica del derecho internacional señaló que todo Estado Parte en un tratado tiene el deber legal de adoptar las medidas necesarias para cumplir con sus obli­gaciones conforme al tratado, sean dichas medidas administrativas, legislativas o de otra índole.

Sobre este particular, en su Opinión Consultiva OC-4/84 del 19 de enero de 1984, este tribunal interamericano sostuvo que “siempre que un convenio internacional se refiera a ‘leyes internas’ sin calificar en forma alguna esa expresión o sin que de su contexto resulte un sentido más restringido, la referencia es para toda la legislación nacional y para todas las normas jurídicas de cualquier naturaleza, incluyendo disposiciones constitucionales”.

Mientras que, como parte de las medidas “de otra índole” y de “las normas jurídicas de cualquier naturaleza” que el Estado de Honduras podía adoptar para cumplir con sus obligaciones internacionales derivadas de las tres convenciones relativas a la extradición, el 10 de junio de 2013 el pleno de la Corte Suprema de Justicia adoptó un auto acordado con el fin de regular el procedimiento de extradición y garantizar el debido proceso, y los derechos y garantías de quienes intervienen en el proceso.

Lo anterior evidencia que esta norma no es insuficiente para tramitar el procedimiento de extradición, en primer lugar, porque este tiene un carácter administrativo y su única finalidad es determinar la detención provisional, para luego valorar si la solicitud de extradición cumple con los requisitos establecidos en los tratados internacionales y la Constitución de la República; en segundo lugar, la necesidad de una ley formal únicamente es obligatoria cuando se trata de la restricción de derechos, tal y como lo plantea la Corte Interamericana en su Opinión Consultiva OC-1/82 del 24 de septiembre de 1982.

Y, en tercer lugar, la efectividad o el efecto útil (effect utile) de los tres tratados internacionales relacionados con la extradición no puede depender “exclusivamente de la promulgación de disposicio­nes constitucionales o legislativas, que suelen ser de por sí insuficientes”, como lo señala Ariel Dulitzky, pues para que el Estado cumpla con su obligación de adaptar su derecho interno a sus obligaciones internacionales puede utilizar todas las medidas disponibles, independientemente de su naturaleza, como por ejemplo, un auto acordado del Poder Judicial.

4. Conclusiones

No es ninguna coincidencia que el debate sobre la extradición se genere ahora con tanta fuerza y no cuando se tramitaron las treinta y dos extradiciones anteriores. El principal cuestionamiento está sustentado principalmente en el hecho de que el procedimiento de detención judicial mediante extradición no está desarrollado en una ley, sino en un auto acordado, es decir, en una disposición reglamentaria de carácter general que la Corte Suprema de Justicia dictó con la finalidad alcanzar el cumplimiento exacto de las disposiciones legales vigentes en materia de extradición.

Si bien muchos Estados de la región, complementariamente a las disposiciones contenidas en los tratados de extradición han legislado en la materia, con la finalidad de desarrollar con más detalle el procedimiento para determinar el otorgamiento o denegatoria de la solicitud y, por tanto, la entrega de las personas reclamadas, no es menos cierto que la ausencia de una ley no es óbice para la tramitación de la solicitud de extradición.

Esto es así porque ésta es una institución propia del derecho Internacional que genera obligaciones a los Estados que de forma soberana suscribieron las convenciones que la regulan. En este orden de ideas, el Estado hondureño no puede librarse de sus compromisos internacionales en la materia, ya que la naturaleza de la norma interna que detalla el procedimiento de extradición –ley o auto acordado- no afecta el carácter internacional del acto que dio origen a las tres convenciones sobre extradición y, por tanto, no puede modificarse o reformarse unilateralmente, ni siquiera puede desconocerse su efecto sin observarse las reglas establecidas en dichos tratados o en la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados.

Por tanto, argumentar que el juez natural que conoce de una extradición debe denegar su solicitud por la inexistencia de una ley formal es ignorar que dicho funcionario judicial está sometido a las disposiciones de las tres convenciones relacionadas con la extradición en el marco de la supremacía convencional garantizada en los artículos 16 y 18 de la Constitución de la República, y que tiene la obligación de velar que el efecto útil de dichos instrumentos internacionales no se vea mermado o anulado.

Las citadas convenciones regulan suficientemente el procedimiento de la extradición y aunado al artículo 102 reformado de la Constitución nacional legitiman el ejercicio extraterritorial de la jurisdicción estadunidense en un doble sentido: por un lado, permiten que Estados Unidos imponga sus leyes a la persona reclamada en virtud de tener causa probable de participación en actos ilícitos, aunque no se encuentre dentro de su territorio; y, por otro lado, obliga al Estado hondureño a aceptar que, en este caso, se apliquen las leyes estadunidenses, evidenciando, a la vez, la ineficacia de nuestro sistema de justicia y la falta de voluntad política para investigar y sancionar esa grave actividad criminal.


La democracia interpelada por la Madre Tierra

Rebelión


“La estupidez es una fuerza cósmica democrática. Nadie está a salvo. Y ya sea en el norte, el sur, el este o el oeste, cometemos las mismas estupideces una y otra vez. Parece existir algo que nos hace inmunes a la experiencia” (Manfred Max-Neff 1993)

La humanidad se encuentra en una encrucijada. No es para nada exagerado afirmar que como nunca antes los seres humanos están ahora obligados a encontrar respuestas estructurales y urgentes para cambiar el curso de un proceso que se perfila cada vez más como un suicidio colectivo, al menos para millones de los habitantes del planeta. Los crecientes problemas sociales en términos de pobreza y desigualdad, hambre y enfermedades, violencias e inequidades múltiples, con claras muestras de debilidad de las de por si frágiles instituciones políticas, configuran la una cara del problema. En la otra orilla, estrechamente vinculado a lo anterior, el calentamiento global, la pérdida de calidad y disponibilidad del agua, la erosión de la biodiversidad silvestre y agrícola, la desaparición de suelos agrícolas, el agotamiento de los recursos y el cada vez más limitado acceso a los mismos, las diversas formas de contaminación y los enormes desperdicios que ahogan el planeta, desembocan ya en un colapso ambiental. Y lo más preocupante radica en la ausencia de respuestas que vayan a la raíz de tantos problemas y retos.

La tragedia sanitaria nos ha servido para comprender mejor estas interrelaciones entre lo social y lo ambiental. Aceptemos que la crisis ecológica está en la origen de la pandemia del coronavirus; sea porque este virus tiene una raíz zoonótica, que es lo más probable, o inclusive si fuera un accidente por una mutación de laboratorio, ese sería un caso de afectación al ciclo de la evolución natural de algún otro virus o algo por el estilo. Y no solo eso, esta crisis multifacética que nos ahoga, con claros rasgos civilizatorios, no puede ser simplemente leída como una acción generalizada de los seres humanos, es decir del antropoceno. La realidad nos dice, si somos acuciosos en nuestros análisis, que en realidad la forma de organizarnos los humanos en la civilización: el capitaloceno -agudizado por su profundización neoliberal-, es la causante de este proceso que  pone cada vez más en riesgo la existencia de millones de seres humanos y no humanos.

Los riesgos de negar lo innegable

Lo grave, y a la vez indignante, es constatar que las personas que encarnan puestos de liderazgo político, empresarial, académico o comunicacional, con muy pocas excepciones, niegan, con sus acciones, estas vinculaciones. Se encuentran más preocupadas en el corto plazo, en dar respuestas a sus intereses inmediatos, antes que en la discusión, la búsqueda y la cristalización de respuestas de fondo. En el mejor de los casos avanzan buscando soluciones que mitiguen un poco estos graves problemas, lo que, con mucha frecuencia, termina por ahondas los problemas de fondo. Veamos, a moco de referencia, lo que realmente significan esas economías pintadas de colores o circulares que, más allá de sus buenas intenciones, no cuestionan para nada la civilización del capital, por el contrario, en realidad, la protegen. Y en el ámbito político, sin negar para nada que la economía es siempre política, quienes nos gobiernan están más preocupados en las próximas elecciones que en las futuras generaciones.

El asunto es aún más complejo si reconocemos que las grandes corporaciones y los gobiernos de los países más ricos ocultaron información y retrasaron la acción necesaria para hacer frente al colapso climático. No solo eso, es común encontrar poderosos grupos negacionistas a pesar de las evidencias cada vez más indiscutibles de la descontrolada evolución de fenómenos ambientales y de procesos sociales que están desbaratando las bases del mundo en que vivíamos, que ya de por si eran insostenibles.

Todo lo anterior se complica aún más cuando constatamos que las respuestas para salir de la crisis del coronavirus, que agudizó las tendencias recesivas prevalecientes, apuntan a recuperar -a como de lugar- la senda del crecimiento económico en el marco del business as usual. Esto, para los países empobrecidos por el sistema capitalista, demanda apostar por el incremento de las exportaciones de materias primas forzando la ampliación de las fronteras extractivistas, con el consiguiente incremento de la destrucción ambiental. A la par, para dizque alcanzar mejores niveles de competitividad se ahonda aún más la flexibilización laboral, provocando una mayor precarización del trabajo. Y todo buscando el concurso de empresas extranjeras, sobre todo transnacionales, que carcomen sistemáticamente la capacidad de respuesta de Estados sumisos, lo que debilita la misma democracia.

En Nuestra América, el modelo de Estado está matizado por una ambigüedad fundacional en la construcción de “la nación”. Tal matiz, sustentado en la colonialidad del poder, resultó excluyente y limitante para el avance cultural, productivo y social en general. Nuestros Estado-nación en ciernes permanentemente, son funcionales al sistema-mundo, en tanto son dependientes de la lógica de acumulación capitalista global. A pesar de ese hecho, los debates sobre el Estado muchas veces se limitaron a coyunturas importantes, pero menores en esencia. Y por eso mismo gemos sido incapaces de profundizar en las soluciones requeridas.

En suma, más de lo mismo, como es evidente, desembocará en más de lo peor.

El fracaso de los parches en odre viejo

En este punto afloran las costuras de las políticas parche. El conservacionismo no basta para resolver los problemas: asegurar la intangibilidad de importantes zonas de vida silvestre, siendo importante, no es suficiente si simultáneamente no se detiene la expansión de los extractivismos en otras áreas, para mencionar un tema. Igualmente, a través de las políticas sociales solo se consigue paliar la pobreza, la desnutrición, las enfermedades, es decir todas aquellas pandemias sociales tan propias de la civilización del capital, pero por esta vía no se abordan los temas estructurales. Estamos, además, en un momento en el que debemos entender que tampoco son suficientes las respuestas individuales.

Aceptemos una evidencia, todavía difícil de digerir por parte de muchas personas. La gran disponibilidad de recursos naturales, en particular minerales o petróleo, acentúa la distorsión de las estructuras económicas y de la asignación de factores productivos en los países ricos en recursos naturales; una situación impuesta desde la consolidación del sistema-mundo capitalista. Así, muchas veces, se redistribuye regresivamente el ingreso nacional, se concentra la riqueza en pocas manos, mientras se incentiva la succión de valor económico desde las periferias hacia los centros capitalistas. Esta situación se agudiza por varios procesos endógenos y “patológicos” que acompañan a la abundancia de recursos naturales. En este contexto se genera una dependencia estructural pues la supervivencia de los países depende del mercado mundial, donde se cristalizan las demandas de la acumulación global.

En suma, recorriendo nuestras atormentadas historias de economías primario-exportadoras, de sociedades clientelares y de regímenes autoritarios, parecería que nuestros países son pobres porque son “ricos” en recursos naturales. La miseria de grandes masas parecería ser, por tanto, consustancial a la presencia de ingentes cantidades de recursos naturales (con alta renta diferencial). La Naturaleza nos “bendice” con enormes potenciales que los seres humanos los transformamos en maldición… una real, compleja y cruda conclusión. Y en este empobrecimiento casi estructural, la violencia no solo es determinante, es también sistémica.

Esto es medular. La violencia en la apropiación de recursos naturales, extraídos atropellando todos los Derechos (Humanos y de la Naturaleza), no es una consecuencia sino una condición necesaria para poder apropiarse de los recursos naturales. Apropiación que se hace sin importar los impactos nocivos —sean sociales, ambientales, políticos, culturales e incluso económicos— de los propios extractivismos. El extractivismo, levantando la promesa de progreso y desarrollo, se impone violentando territorios, cuerpos y subjetividades. De hecho, la violencia extractivista hasta podría verse como la forma concreta que toma la violencia estructural del capital en el caso de las sociedades periféricas condenadas a la acumulación primario-exportadora. Tal violencia estructural del capitalismo es una marca de nacimiento pues —como bien señaló Marx— este sistema vino “al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies hasta la cabeza” [2].

A pesar de esas constataciones, los dogmas del libre mercado, transformados en alfa y omega de la economía —ortodoxa— y de la realidad social en general, tozudamente siguen recurriendo al viejo argumento de las ventajas comparativas. Los defensores del librecambismo recetan aprovechar aquellas ventajas dadas por la Naturaleza y sacarles el máximo provecho (cual torturador que busca una confesión a cualquier precio). Más aún ahora para superar -dicen- el bache del coronavirus.  Y, para colmo, los dogmas librecambistas que acompañan al extractivismo son varios: la indiscutible globalización, el mercado como regulador inigualable, las privatizaciones como camino único a la eficiencia, la competitividad como virtud por excelencia, la mercantilización de todo aspecto humano y natural…

Dicho esto cabe preguntarnos cómo abordar los retos que tenemos entre manos, cuando la real politik no demuestra estar sintonizada con estas urgencias. No solo eso. La falta de comprensión de lo que está sucediendo por parte de quienes podrían liderar las transiciones que son indispensables para enfrentar estos complejos retos, se ve agravada por la emergencia de discursos y grupos políticos que alientan respuestas de nacionalismo a ultranza, intolerantes y autoritarias, xenófobas y racistas, con atisbos de un fascismo que comienza a hacerse presente en diversos gobiernos. Reconocer estas tendencias no puede llevar a minimizar las respuestas expresadas de forma diversa desde lo más profundo de sociedades en movimiento que no están dispuestas a aceptar tantas destrucciones e injusticias. Veamos solamente las explosiones sociales registradas en varios países de Nuestra América / Abya-Yala desde fines del año 2019: Ecuador, Colombia, Chile, Perú, Brasil…

Colombia, una mirada desde afuera

Sin entrar en un análisis detenido de la trascendencia de estos procesos diversos e incluso hasta contradictorios, me gustaría borronear un par de líneas sobre la realidad colombiana aún sin ser un ciudadano o un conocedor de toda su complejidad.

El año 2016 parecía que marcaba un nuevo comienzo en la historia de Colombia. Con la ratificación del acuerdo entre el Estado colombiano con las FARC se pretendía poner fin a un período de más de 50 años de hostilidades. Igualmente quedó abierta la puerta para la negociación entre el Gobierno nacional y el Ejército de Liberación Nacional – ELN. Como es ampliamente conocido esas expectativas no se han cumplido tal como se ansiaba. Hay muchos temas por resolver a más de las acciones violentas con las que determinados grupos de poder -formal e informal- no están dispuestos a transitar por el camino de la Paz.

Con el fin del conflicto armado en Colombia, como se anticipó oportunamente, se dio paso a una exacerbación de los conflictos socioambientales que han caracterizado la larga historia de actividades extractivas y de los métodos violentos que han primado en este país para lidiar con dichos conflictos. Recordemos que el Gobierno de Colombia depende del sector extractivo como generador de ingresos, y ha asignado grandes áreas a inversionistas privados para el desarrollo de actividades asociadas con la extracción petrolera, minera, y los monocultivos para exportación. Para superar la crisis del coronavirus, como lo hacen todos los gobiernos de los países vecinos, el Gobierno colombiano fuerza aún más los extractivismos, que incluso son vistos como una fuente fundamental de financiamiento de muchos compromisos del proceso de transición a la paz.

En algunas áreas en donde disminuyó desapareció el conflicto armado quedó expedito el acceso a las áreas previamente afectadas por la guerra. Lo que exacerba la violencia intrínseca a los mismos. En este contexto, alentados por las demandas derivadas de la crisis e influenciadas por los intereses de los grandes grupos extractivistas, se ha visto como se han ido cerrando aquellos espacios de participación democrática que comenzaron a construir una forma concreta de cómo podían intervenir las comunidades de forma vinculante y consecuente en las decisiones sobre el uso de los bienes naturales locales en actividades que podrían impactar sus medios de vida y su entorno. Me refiero concretamente al freno aplicado para detener las consultas populares que encontraron su punto de partida el 28 de julio de 2013, en el municipio de Piedras, Tolima. Allí la alianza entre los campesinos, los grandes productores de arroz, y las entidades municipales, junto con el apoyo de varios comités ambientales, estudiantes y asesores legales activaron el mecanismo de consulta popular, que luego se extendió por todo el país. Y que ahora, al haber sido bloqueado, en un ambiente de crecientes presiones extractivistas, incrementará las tensiones y las violencias.

Lo que preocupa es que el mensaje central de las movilizaciones por la democratización ambiental, es decir reconsiderar la relación de nuestras sociedades con la Naturaleza, no tiene cabida efectiva en las discusiones de la existente institucionalidad democrática.

La radicalización de la democracia como camino

En este escenario, con violencias, desigualdades, inequidades, injusticias y destrucciones sin precedentes en los más diversos ámbitos de nuestras sociedades, dar paso a formas fundamentales de democratización resulta imprescindible. Permitir, defender y fomentar la participación de la sociedad en la toma de decisiones en materia ambiental y territorial en el contexto de la transición a una sociedad que pueda resolver sus conflictos sin el uso de la violencia, representa una transformación de los conflictos ambientales en escenarios de democratización. La democratización ambiental es un asunto fundamental para alcanzar la paz con justicia social y ambiental, pues la una no existe sin la otra.

Debemos tener presente que los gobiernos de estas economías primario-exportadoras no sólo cuentan con importantes recursos –sobre todo en el auge de los precios– para asumir la necesaria obra pública y financiar políticas sociales, sino que pueden desplegar medidas y acciones que coopten a la población para asegurar una “gobernabilidad” que permita introducir reformas y cambios pertinentes desde sus intereses.

Además, la mayor erogación pública en actividades clientelares reduce las presiones latentes por una mayor democratización. Se da una “pacificación fiscal”, dirigida a reducir la protesta social. Ejemplo son los diversos bonos empleados para paliar la extrema pobreza, sobre todo aquellos enmarcados en un clientelismo puro y duro que premia a los feligreses más devotos y sumisos.

Los altos ingresos del Gobierno le permiten desplazar del poder y prevenir la configuración de grupos y fracciones contestatarias o independientes, que demanden derechos políticos y otros (derechos humanos, justicia, cogobierno, etc.). Incluso se destinan cuantiosos recursos para perseguir a los contrarios, incluyendo a quienes no entienden ni aceptan las “indiscutibles bondades” extractivistas y las políticas aperturistas que les son inherentes a los extractivismos. Estos gobiernos pueden asignar cuantiosas sumas de dinero para reforzar sus controles internos incluyendo la represión a opositores. Además, sin una efectiva participación ciudadana se da vacía la democracia, por más que se consulte repetidamente al pueblo en las urnas. Por eso mismo las buenas intenciones desembocan, con frecuencia, en gobiernos autoritarios y mesiánicos disfrazados de izquierdistas. Ese ha sido el transitar de los gobiernos progresistas en América Latina.

A la postre, la mayor de las maldiciones es la incapacidad para enfrentar el reto de construir alternativas a la acumulación primario-exportadora que parece eternizarse a pesar de sus inocultables fracasos. Es una violencia subjetiva potente que impide tener una visión clara sobre los orígenes y hasta las consecuencias de los problemas, lo que termina por limitar y hasta impedir la construcción de alternativas.

Un nuevo horizonte histórico emerge, en donde irrumpe la emancipación del eurocentrismo. Emancipación que convoca a una lucha social para prescindir del capitalismo. Esa será la única forma de abandonar una existencia social cargada de dominación, discriminación racista/étnica/sexista/clasista, explotación económica, donde el Estado es solo un ladrillo más del gran muro llamado capital. Esto reclama nuevas formas de comunidad y de expresar diversidad social, solidaridad y reciprocidad. Apunta, por igual, a terminar la homogeneidad institucional del Estado-nación, construyendo instituciones distintas, buscando igualdades en las diversidades. Este nuevo Estado deberá aceptar y propiciar autonomías territoriales de los pueblos y nacionalidades, de las comunidades y de los individuos. Todo esto, en esencia, significa crear democráticamente una sociedad democrática, como parte de un proceso continuo y de largo plazo, en el que la radicalización permanente de la democracia es insoslayable.

Nota:

[2] Marx, Karl. El Capital, Tomo I, Vol III, pág. 950. México, Siglo XXI, 2005 [1975]

* Alberto Acosta. Economista ecuatoriano. Compañero de luchas de los movimientos sociales. Profesor universitario. Ministro de Energía y Minas (2007). Presidente de la Asamblea Constituyente (2007-2008). Autor de varios libros.

Este artículo fue publicado en la REVISTA FORO, número 105, diciembre 2021, Colombia.


La izquierda domina la cultura, pero el mundo sigue siendo de los bancos

]hetricontinental.org


Imagen: Greta Acosta Reyes (Cuba), 'Mujeres que luchan', 2020

Dossier «Un mapa del presente en América Latina: entrevista con Héctor Béjar».

“Hay una gran pobreza intelectual por parte de la derecha”, dice Héctor Béjar en nuestro último dossier, Un mapa del presente en América Latina: entrevista con Héctor Béjar. “Hay una carencia de intelectuales de derecha en todas partes”.

Béjar habla con mucha autoridad sobre estos temas porque, durante los últimos sesenta años, ha estado íntimamente involucrado en los debates intelectuales y políticos que han tenido lugar en su Perú natal y en toda América Latina. “En el mundo cultural, la izquierda lo tiene todo, la derecha no tiene nada”, señala. Cuando se trata de los grandes debates culturales de nuestro tiempo, que se manifiestan en la esfera política en torno a los cambios sociales (los derechos de las mujeres y de las minorías, la responsabilidad con la naturaleza y con la supervivencia humana, etc.), el puntero de la historia se inclina casi totalmente hacia la izquierda. Es difícil encontrar un intelectual de derecha que pueda justificar la destrucción de la naturaleza o la violencia histórica contra los pueblos indígenas en América.

La apreciación de Béjar me recordó una conversación que mantuve el año pasado con Giorgio Jackson en Santiago (Chile). Jackson —que será ministro secretario general de la Presidencia de Gabriel Boric— me dijo que la agenda de la izquierda más amplia se impone con facilidad en muchas cuestiones sociales clave. A pesar de las profundas raíces del conservadurismo en gran parte de la sociedad latinoamericana, a estas alturas está bastante claro que hay una mayoría de personas —sobre todo jóvenes— que no toleran las rigideces del racismo y el sexismo. Si bien esto es cierto, también es cierto que la estructura objetiva de las relaciones económicas, como la naturaleza de la migración y el trabajo doméstico, reproduce todas las viejas jerarquías en formas que la gente podría no querer reconocer, y que mantienen la severidad del racismo y el sexismo. Béjar y Jackson estarían de acuerdo en que ni en Perú, ni en Chile, ni en muchas partes de América Latina, un/a intelectual podría hacer una defensa creíble de las ideas sociales reaccionarias.

Héctor Béjar no solo es un destacado intelectual de izquierda en América Latina, sino que, durante algunas semanas en 2021, fue el ministro de Relaciones Exteriores del presidente Pedro Castillo en Perú. La brevedad de su mandato se entiende por el escaso espacio de maniobra que tiene el gobierno de Castillo, ya que se ejerció una presión inmediata e inmensa para sacar de su gobierno al intelectual de izquierda más respetado del Perú. La base de esa presión es doble: en primer lugar, que la clase dominante peruana se mantiene en el poder a pesar de la victoria electoral de Castillo, un líder sindical y docente que se presentó con una plataforma mucho más a la izquierda de lo que ha podido poner en práctica, y, en segundo lugar, que Perú es, como dijo Béjar, «un país dominado desde el exterior». La palabra «extranjero» se entiende claramente en América Latina: significa Estados Unidos.

Aunque las y los intelectuales de la derecha tienen una visión desgastada —el más famoso de ellos es el novelista y profesor Mario Vargas Llosa—, son estxs escritores y pensadores quienes reflejan los puntos de vista de la oligarquía peruana y de los «backroom boys» de Washington, como los llama Noam Chomsky. Ser el espejo del poder permite que las ideas estériles de los intelectuales de derecha parezcan razonables y que estas ideas sigan dando forma a nuestras instituciones y estructuras socioeconómicas. Para quienes no lo sepan, Vargas Llosa apoyó públicamente la fallida candidatura presidencial de José Antonio Kast en Chile. El padre de Kast fue un teniente nazi y su hermano fue uno de los Chicago Boys que desarrollaron las políticas económicas neoliberales implementadas durante la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet, a quien Kast sigue alabando.

Si el debate sobre los grandes procesos sociales de nuestro tiempo favorece a la izquierda, no ocurre lo mismo cuando se trata de discusiones sobre el sistema económico. Como dice Béjar, «el mundo sigue siendo de los bancos». Son los intelectuales de los bancos —como los profesores que repiten las consignas de «liberalización del mercado» y «elección personal» como tapadera para justificar el poder, los privilegios y la propiedad de una ínfima minoría— los que controlan la propiedad intelectual y las finanzas. Los intelectuales de la banca no se preocupan por los profundos costos que paga el pueblo por sus ideas en quiebra. Cuestiones relevantes —como el abuso tributario mundial (que cuesta a los gobiernos casi 500.000 millones de dólares al año), los paraísos fiscales ilícitos que albergan billones de dólares improductivos y la gran desigualdad social que ha generado un sufrimiento masivo— rara vez figuran entre las preocupaciones de los intelectuales de la banca. Aunque la derecha sea «intelectualmente pobre», sus ideas siguen enmarcando la política socioeconómica en todo el mundo.

Resulta fascinante acercarse a las ideas de alguien tan erudito como Héctor Béjar. La profunda entrevista que aparece en nuestro dossier sugiere muchas líneas de investigación, algunas de las cuales requieren nuestra atención urgente para un análisis más profundo y otras que son simplemente puntos para anotar mientras construimos una evaluación adecuada de por qué las ideas de la derecha siguen siendo dominantes. Por supuesto, la razón más importante es que las fuerzas políticas de la derecha siguen teniendo el poder en la mayor parte del mundo. Estas fuerzas apoyan las ideas de la derecha con su generosidad a través de fundaciones, construyendo think tanks (centros de pensamiento) y financiando universidades para ahogar el análisis realista de los tópicos del poder. Béjar señala que el pensamiento intelectual en las instituciones académicas sufre de una cultura que desalienta el riesgo y —debido al retroceso de la financiación pública democrática— se vuelve adicto a los fondos de la élite poderosa.

Más allá de estas limitaciones institucionales, las ideas de la derecha prevalecen porque no se ha hecho suficiente recuento de lo repulsivo de la historia en dos ejes. En primer lugar, América Latina, al igual que otras partes del mundo antiguamente colonizado, sigue siendo presa de una «mentalidad colonial». Esta mentalidad sigue alimentándose intelectualmente de las ideas dominantes en Occidente y no de las ideas emancipadoras que existen tanto en el pensamiento occidental como en las largas historias de países como Perú (como la obra de José Carlos Mariátegui). Un ejemplo de cómo se manifiesta esta limitación, dice Béjar, es la forma en que entendemos la idea de «inversionista «. Resulta que en muchos países, como Perú, los principales inversores no son los bancos multinacionales, sino los y las emigrantes de clase trabajadora que envían remesas a su país. Sin embargo, cuando se habla de un «inversionista», la imagen que surge es la de un banquero occidental y no la de un trabajador o trabajadora peruana en Japón o Estados Unidos. En segundo lugar, países como Perú han dado impunidad a quienes participaron y se beneficiaron de la época de las dictaduras, durante la cual las élites se apropiaron de aún más riqueza de la sociedad que antes. Ninguno de los regímenes políticos de Perú desarrolló una agenda para desmontar el poder de las élites de la dictadura tras su finalización formal. En consecuencia, esas élites económicas extraordinariamente poderosas, con sus estrechos vínculos con Estados Unidos, siguen estando a cargo de las palancas políticas del Estado. El Estado peruano, dice Béjar, «es un Estado colonizado por las empresas», y «cualquiera que pretenda gestionar el Estado se encontrará con un Estado corrupto». Son palabras fuertes y contundentes.

La claridad de Béjar, y la de otros miles de intelectuales como él, son la prueba de que la batalla de ideas está viva. Lxs intelectuales de la derecha —caracterizados por su «gran mediocridad», como dice Béjar— no tienen vía libre para definir el mundo. Se necesitan debates serios para reivindicar un lado mejor de la historia. Eso es lo que hacemos en Instituto Tricontinental de Investigación Social.

Cuando escuchaba a Béjar hablar, me vino a la mente la última parábola de Espejos: Una historia casi universal (2008) de Eduardo Galeano, titulada «Objetos perdidos», me vino a la mente. Aquí está, un recordatorio de lo que se esconde:

El siglo veinte, que nació anunciando paz y justicia, murió bañado en sangre y dejó un mundo mucho más injusto que el que había encontrado.
El siglo veintiuno, que también nació anunciando paz y justicia, está siguiendo los pasos del siglo anterior.

Allá en mi infancia, yo estaba convencido de que a la luna iba a parar todo lo que en la tierra se perdía. Sin embargo, los astronautas no han encontrado sueños peligrosos, ni promesas traicionadas, ni esperanzas rotas.

Si no están en la luna, ¿dónde están?
¿Será que en la tierra no se perdieron?
¿Será que en la tierra se escondieron?