jueves, 15 de noviembre de 2012

Angela Merkel, vuelve Maquiavelo




Por Ulrich Beck *

Son muchos los que ven en la canciller alemana una reina de Europa sin corona. Cuando se plantea el tema de saber de dónde saca Angela Merkel tanto poder, es imposible no remitirse a una de las características que definen su manera de proceder: una habilidad maquiavélica. 

Según Nicolás Maquiavelo (1467-1529), el primer pensador que se preocupó por la naturaleza del poder, el Príncipe solo debe mantener su palabra del día anterior si le reporta ventajas. Si se traslada esta máxima a la situación actual se concluye que es posible hacer hoy lo contrario de lo que se anunció ayer si eso aumenta las oportunidades de ganar las próximas elecciones. Las afinidades políticas entre Merkel y Maquiavelo –el famoso modelo Merkiavelo, como yo lo llamo– se fundamenta a grandes rasgos en cuatro componentes destinados a complementarse recíprocamente. 

1.- Alemania es el país más rico y económicamente más poderoso de la Unión europea. En el contexto actual de crisis financiera todos los países endeudados dependen de los alemanes dispuestos a garantizar los créditos necesarios. El maquiavelismo de la canciller procede del hecho de que en el virulento conflicto que enfrenta a los artífices de Europa y a los soberanistas, ella se cuida de tomar partido, o mejor dicho permanece abierta a ambas opciones. 

Ella no es solidaria con los europeos (ni en Alemania ni en el extranjero) que piden a gritos garantías alemanas, aunque tampoco apoya a la fracción de euroescépticos que se oponen a toda clase de ayuda. La señora Merkel prefiere –y he allí el irónico maquiavelismo de su postura– hacer depender la disposición de Alemania a acordar créditos siempre que los países endeudados acepten las condiciones de estabilidad de la política alemana. Es el primer principio de Maquiavelo, cuando se trata de ayudar a los países endeudados con el dinero alemán, la posición de Angela Merkel no es ni francamente sí, ni categóricamente no, sino una mezcla de ambas. 

2.- ¿Cómo se puede mantener esta paradójica posición en la práctica política? En Maquiavelo convendría aceptar como virtud una mezcla de energía política y de combatividad. Es aquí donde aparece otra de sus ironías: el poder de Merkiavelo se apoya en el deseo de no hacer nada, inclinado a no actuar todavía, a actuar más tarde, a dudar. Este arte de las dilaciones selectivas, esta mezcla de indiferencia, de rechazo a Europa y de compromiso europeo está en el origen de la fuerza alemana en una Europa maltrecha por la crisis. 

Es cierto que existen muchas razones para dudar, la situación mundial es tan compleja que nadie la puede desenredar; no existen más que alternativas cuyos riesgos son incomensurables. Pero dichas razones justifican asimismo la política de dilaciones como estrategia de poder. Angela Merkel ha llegado a la máxima perfección, una forma de soberanía involuntariamente legitimada por el credo de la austeridad. 

La nueva preponderancia alemana en Europa, en consecuencia, no se apoya en la violencia como última ratio como sucedió en el pasado. No tiene necesidad de recurrir a las armas para imponer su voluntad a otros Estados. Por eso es absurdo hablar de IV Reich. El nuevo poderío basado en la economía es mucho más fléxible y más móvil: está presente en todas partes sin que sea necesario recurrir a las tropas. 

3.- Es así como se puede llevar adelante lo que parecía la cuadratura del círculo: reunir en una sola y única persona la capacidad de ser reelegida en su propio país y ser al mismo tiempo la constructora de Europa. Pero esto quiere decir también que todas las medidas que se necesitan para salvar al euro y a la Unión europea deben superar también el test de aptitud dentro de las fronteras alemanas, es decir si son apropiadas para los intereses de Alemania y para la posición de fuerza de Merkel. Cuanto más críticos se vuelven los alemanes con respecto a Europa, más rodeados se sienten de países deudores que solo buscan la billetera de los alemanes, por lo que será cada vez más difícil mantener esa gran distancia. Merkiavelo ha respondido a este problema mostrando su carta “Europa alemana” que constituye una verdadera ventaja tanto dentro como fuera de las fronteras de Alemania. 

En cuanto a su política interna, la canciller asegura a los alemanes que temen por sus jubilaciones, su pequeña bandera y su milagro económico y defiende con rigor verdaderamente protestante la política del no –bien dosificada– perfilándose como una maestra de escuela, como la única capaz de dar lecciones a Europa. Concibe al mismo tiempo, en materia de política exterior su “responsabilidad europea” integrando a los países europeos en una política del mal menor. Su oferta que tiene también carácter de cebo se sintetiza en esta fórmula: es mejor que el euro sea alemán a que deje de existir. 

En tal sentido la señora Merkel se sigue mostrando como una gran alumna de Maquiavelo “¿Es mejor ser amado que temido?” pregunta este en El Príncipe “La respuesta es que ambas cosas con necesarias, pero como es difícil conciliarlas si hubiera que optar por una u otra es mejor ser temido que amado”. La canciller alemana recurre a este principio selectivamente: quiere ser temida en el extranjero y amada en su país, puede ser porque ella ha enseñado el temor a los demás países. Neoliberalismo brutal en el exterior, consenso teñido de social-democracia en el interior: esta es la fórmula que ha permitido a la Merkiavelo consolidar su posición de fuerza y la de la Europa alemana. 

4.- Angela Merkel quiere prescribir y hasta imponer a sus socios lo que pasa por ser, a nivel económico y político una fórmula mágica en Alemania. El imperativo alemán es el siguiente: ¡Economizar! Economizar al servicio de la estabilidad. Pero en realidad esta política económica demuestra que es sobre todo sinónimo de claros recortes de pensiones, enseñanza, investigación, infraestructuras, etc. Estamos ante un neoliberalismo extremadamente violento que se va a incluir en la Constitución Europea en forma de un pacto presupuestario sin tener en cuenta la opinión pública europea (muy débil para resistirse). 

Estos cuatro componentes del "merkiavelismo" -la vinculación planteada entre soberanismo y liderazgo de la construcción europea, el arte de la dilación como estrategia de pasos, dando la primacía a los plazos electorales y a la cultura alemana de la estabilidad- se apoyan unos a otros y forman el núcleo duro de la Europa alemana. También se encuentra en Merkel un paralelo con lo que Maquiavelo llama la necesidad, esa situación de urgencia en la que el Príncipe debe ser capaz de reaccionar: Alemania como el “hegemón amable”, posición tan elogiada por Thomas Schmid, director del diario Die Welt, se ve obligada a instalar el resultado de un peligro por encima de lo que está prohibido por las leyes. Para ampliar a toda Europa, y de manera compulsiva, la política de austeridad de Alemania, las normas democráticas, según Merkel, pueden ablandarse y hasta evitarse. 

Asistimos ciertamente en estos momentos a la emergencia de un frente opositor formado por todos los que piensan que el rápido avance de la europeización dificulta el ejercicio legal del Parlamento alemán y contraría la Ley fundamental, equivalente a la Constitución. Pero la señora Merkel con una hábil maniobra logra instrumentalizar esos bastiones de la resistencia integrándolos en su política de domesticación a través de las dilaciones. Una vez más gana en los dos terrenos: más poder en Europa y más popularidad en Alemania, siempre cosechando el aprecio de los electores alemanes. Se podría pensar sin embargo que el método Merkel está llegando a sus límites, porque hay que reconocer que la política de austeridad alemana no ha producido hasta ahora ningún éxito. Al contrario la crisis del endeudamiento amenaza ahora también a España, a Italia y puede que muy pronto a Francia. Los pobres se están volviendo más pobres, las clases medias se ven amenazadas y no se ve el final del túnel. 

En tal caso, ese poder podría conducir a la emergencia de un contra-poder, desde el momento que Angela Merkel ha perdido a uno de sus aliados más sólidos, Nicolas Sarkozy. Desde que Francois Hollande llegó al poder, los equilibrios han cambiado. Los representantes de los países endeudados podrían agruparse con los promotores de Europa en Bruselas y en Francfort para plantear una alternativa a la política de austeridad de la canciller alemana, a menudo muy populista, sobre todo en lo referente a los intereses alemanes y motivada por el miedo a la inflación, para pensar así en la función del Banco central europeo para que se asemeje más a la política de crecimiento del Banco Central estadounidense. También es posible otro escenario: sería posible asistir a un duelo entre Angela Merkiavelo la europea indecisa y Peer Steinbrück, candidato del SPD en la confrontación de 2013, un apasionado del ajedrez que ha descubierto su vocación de Willy Brandt en el plano europeo. Si la fórmula ganadora fuera la suya “el cambio mediante la aproximación (entre el este y el oeste), la fórmula del señor Steinbrück podría ser: más libertad, más seguridad social y más democracia por la tangente europea. Se podría asistir entonces a una puja entre dos pro europeos. O Peer Steinbrück logra que Merquiavela se vuelva sorda al nivel europeo, o Merkiavela gana por haber descubierto la importancia estratégica de la idea europea y se convierte en fundadora de los Estados Unidos de Europa. 

De una u otra manera, Alemania enfrenta el gran problema europeo: ser o no ser. Se ha vuelto muy poderosa para poder darse el lujo de no decidir. 
* Ulrich Beck, sociólogo y filósofo alemán, autor de la “Société du Risque” (Aubier 2001) y con Edgar Grande “Pour un Empire européen” (Flammarion, 2007. Es profesor en la London School of Economics y en Harvard. Su úlitma obra “L'Europe allemande” (sin traducir) .
Traducido del alemán al francés por Pierre Deshusses 


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