jueves, 22 de noviembre de 2012

Experiencia del chanchullo




Al momento de hacer este comentario editorial, cuando los datos del TREP (Transmisión de Resultados Electorales Preliminares) arrojaban un resultado cuestionable del 65% de las actas escrutadas del Partido Liberal (PL) y el 58% de las actas del Partido Nacional (PN), una nube gris ensombrecía el proceso electoral, por la sospecha de manipulación del cómputo electoral.

El Tribunal Supremo Electoral (TSE), ante la protesta indignada de los precandidatos del PL (Yani Rosenthal Hidalgo) y del PN (Ricardo Alvarez), dio una tardía explicación poco creíble del problema —dos horas después—, arguyendo el colapso de la red pública TREP a la saturación de usuarios, validando, al mismo tiempo, sus últimos datos, ya en un ambiente de sospecha y recelo en las filas liberales y nacionalistas.
Los análisis sobre esta situación, por cierto inesperada porque había renacido la confianza en al menos una relativa transparencia en el manejo de los resultados electorales, base de su credibilidad y legitimidad, coinciden en que el TSE, de la misma manera que en ocasiones anteriores, no ha demostrado eficiencia en su trabajo más delicado, el de la cuenta final, dejando la impresión de seguir el patrón del bipartidismo autocrático.

Por regla general, cuando el escrutinio y la información sobre los resultados de un proceso electoral sobrepasan el 50% de las actas electorales, se asume que los datos comienzan a marcar una tendencia de la votación. En este caso, el de las elecciones primarias-internas de ayer domingo, no es posible asumir esa regla, y, por lo tanto, lo que se ha abierto es un amplio paréntesis de desconfianza.

La cuestión comienza en el hecho de haber empezado a dar información desde el momento en que se cerró la votación, cuando ni siquiera había terminado el conteo de los votos a nivel nacional, lo que, lógicamente, abrió la oportunidad de una manipulación en gran escala, recurriendo a una selección arbitraria de la transmisión de los datos, como se ha hecho en aquellos episodios de fraude tan frecuentes en la práctica electoral hondureña.

En los países de verdadera tradición democrática electoral, la publicación de los resultados de una elección, a cargo de la autoridad electoral, empieza cuando el tribunal electoral tiene, por lo menos el resultado del 60% de las actas escrutadas. Aquí, en Honduras, los resultados preliminares inmediatos son vistos con suma reserva, dada la lamentable experiencia del chanchullo que prácticamente ha descalificado nuestro sistema electoral.

No sabemos, en verdad, en qué acabará todo esto, pero sí es lamentable que un trabajo político-electoral del que se esperaba un cambio de actitudes y mentalidad en función de desarrollo democrático haya sufrido este descalabro. Lo que se desprenda de tal calamidad es difícil predecirlo, pero habrá que hacer un gran trabajo de previsión —y de revisión— para salvar el proceso, aunque, sin duda, dejará a los partidos históricos en una franca estacada.

Noviembre 19, 2012

No hay comentarios: