viernes, 23 de noviembre de 2012
El veredicto
Diario Tiempo
El torbellino político causado por el manejo distorsionado de la información oficial preliminar de los resultados de las elecciones primarias, a cargo del Tribunal Supremo Electoral (TSE), obliga reflexionar sobre el enorme daño causado al proceso y la forma de enderezarlo.
El efecto principal de la presumible manipulación de los datos electorales, a través del sistema de Transmisión de Resultados Electorales Preliminar (TREP), es la reanudación de la desconfianza pública en nuestro sistema electoral, dominado por el control del TSE por parte de la oligarquía partidista.
Estas elecciones primarias del domingo recién pasado, 18 de noviembre/12, tenían la virtud de rescatar el sistema político-electoral, torpedeado en su línea de flotación por el golpe de Estado 28-J de 2009 y su consecuencia de crisis política e institucional.
En ese sentido, se hizo acopio de un extraordinario esfuerzo, con el apoyo de la cooperación internacional (G-16), para darle al sistema electoral hondureño un avance cualitativo, principalmente en sus partes más vulnerables, entre ellas la subcultura del fraude y la impunidad en los delitos políticos.
Puede decirse que ese avance, asistido con recursos económicos y tecnológicos, ha sido realizado en la práctica electoral, principiando con la motivación ciudadana para acudir a las mesas electorales con alta calidad cívica, y con la expedición de procedimientos certificables para el adecuado funcionamiento de los centros de votación.
Algunas de las cuestiones censurables y punibles de nuestra práctica electoral, como la compra de votos, el secuestro de cédulas de identidad, la utilización del dinero público para las campañas, quedan por resolverse mediante un largo proceso de formación ciudadana, que no es fácil de realizar.
Infortunadamente, en este momento la confusión y el recelo respecto al manejo de la votación, del escrutinio y el mal funcionamiento del TREP, han colocado a todo el proceso electoral en la picota pública, de grave trascendencia para las elecciones generales del próximo año, si no se logra la reivindicación del proceso primario.
Está muy claro que el primer paso hacia esa reivindicación reside en el veredicto del TSE en relación con los resultados electorales, que no debe reducirse al simple anuncio de los datos oficiales, expresados sobre la marcha, sino que consolidados mediante una concienzuda revisión de las actas electorales, hecha en un entorno de observación confiable.
De no ser así, de común acuerdo con los líderes de los movimientos involucrados en el proceso, principalmente con aquellos que justamente reclaman por las anomalías habidas en contra suya, el proceso electoral se verá expuesto a la necesaria demanda del escrutinio general, voto por voto, o, en caso extremo, a la impugnación, que, de no realizarse, empantanaría todo el proyecto político-electoral.
Eso quiere decir que, como dicen los deportistas, la pelota está en manos de Tribunal Supremo Electoral, pero en condiciones de elevada fluidez, ciertamente inflamable. Es, por lo tanto, necesaria la moderación —la justeza— del liderazgo político, como se advierte en el Partido Liberal, sin ánimo de ceder nada de lo legítimo, y esa conducta merece elogio y respeto. El tiempo es corto y la responsabilidad mucha, vale decir demasiada.
Noviembre 21, 2012
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