martes, 30 de junio de 2020

Corruptos y criminales



Existe una relación lógica entre los derechos humanos y una vida libre de corrupción, ya que la corrupción provoca una afectación directa en los derechos humanos, particularmente en los económicos, sociales y culturales vinculados a las condiciones materiales para vivir con dignidad.

Así, cuando en un país la corrupción es generalizada y estructural como en Honduras, los recursos no llegan a la población en situación de mayor vulnerabilidad porque se desvían a los bolsillos de quienes se aprovechan de sus contactos, influencias y posiciones de poder.  

Y a ello se suma la impunidad que blinda a quienes cometen actos de corrupción, lo cual provoca que la ciudadanía desconfíe de las instituciones como el Ministerio Público y el Poder Judicial que deberían de investigar y sancionar a las personas corruptas.

Como lo señala la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, “la corrupción atraviesa actos cotidianos junto a estructuras de corrupción sistémica”, que en algunos casos llegan a niveles de complejas formas de captura del Estado, cooptación de estructuras estatales y desviación institucional con fines delictivos. 

El Estado de Honduras es un ejemplo de ello, ya que no cabe duda que ha sido cooptado por una estructura criminal que, además de estar vinculada con el narcotráfico, como lo señaló la fiscalía del Distrito Sur de New York, ha aprovechado de forma miserable la pandemia del COVID-19 para robar descaradamente.

De esta manera, mientras en el país se han ejecutado hasta el 12 de junio 4,366 millones de lempiras para enfrentar la pandemia sin que sepamos dónde está invertido ese dinero, El Salvador construyó el hospital más grande de América Latina con más de dos mil camas, especializado en tratar el coronavirus.

Lo revelador es que con esos millones supuestamente ejecutados se hubieran podido construir dos hospitales y medio como el de El Salvador, como lo señala el Centro de Estudio para la Democracia (CESPAD). Sin duda alguna, este latrocinio está teniendo un grave impacto en la vida y la salud de la ciudadanía.

Corrupción y negligencia, el manejo Covid-19 en Honduras


Una de las carpas instaladas para atender a pacientes Covid-19.

Honduras ha superado los 11 mil casos de COVID-19, con casi 400 muertes. La enfermedad avanza a pasos agigantados en este país centroamericano que cuenta con más de 9 millones de habitantes, en el que la pobreza, la desigualdad, la violencia y la corrupción son sus principales insignias.

La COVID-19 reveló el colapso del sistema de salud que ahora se encuentra a tope, situación que empeorará más en la medida que la curva de casos siga en ascenso. Los hospitales ya están colapsados de pacientes, la estructura sanitaria no tiene condiciones óptimas para eventos sanitarios de este tipo, a esta situación se suma la falta de insumos otorgados por el Estado para que los médicos y enfermeras atiendan en la primera en la primera fila a pacientes sospechosos de coronavirus.

La pandemia no es el principal problema para Honduras en este momento, a ello se suma la falta de gestión gubernamental para hacerle frente a la emergencia. En el país se ha vuelto común escuchar a médicos, enfermeras y personal de laboratorio, poner el grito al cielo en demanda de equipo de bioseguridad, asimismo pidiendo mejores condiciones en los centros hospitalarios.

La neumóloga Suyapa Sosa, presidenta de la Asociación de Médicos del Centro Cardiopulmonar Tórax de Tegucigalpa, capital de Honduras, denunció que los hospitales no cuentan con los ventiladores pulmonares suficientes para atender a pacientes con COVID, enfatizó en el abandono que por años la gestión pública ha tenido en el sistema de salud pública.

La realidad que enfrenta la población es contraria a los presupuestos aprobados y ejecutados por el presidente Juan Orlando Hernández, quien anunció en los últimos días ser paciente positivo de COVID-19, y se encuentra recibiendo atención médica en el “Hospital Militar”, un centro asistencial de primera clase, contrario a las condiciones de los hospitales públicos.

Contagio en personal de salud

El Presidente de la Asociación Nacional de Enfermeros y Enfermeras Auxiliares de Honduras (ANEAH), Josué Orellana, dijo que la cifra del personal de salud contagiado, ya supera los 300. “Es una situación difícil la que estamos viviendo en el país, más de 300 enfermeras contagiadas por COVID-19 hasta la fecha. La Secretaría de Salud solo tiene confirmados 270, pero los afectados ya sobrepasan los 300”, manifestó Orellana.

Dijo que hay hospitales en el país como el de Roatán, Islas de la Bahía, en el norte del país, donde el 22% de los trabajadores de la salud están contagiados. Según Orellana, el territorio más afectado es el departamento de Cortés donde el 70% del personal ha salido positivo.

Josué Orellana explicó que a sus compañeros sospechosos les practican el examen, pero siguen trabajando, y esperan dos o tres semana para conocer el resultado, por lo que si sale positivo ya ha contagiado a otros.

Irregularidades y señalamientos

El Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), informó que Inversión Estratégica de Honduras (Invest-H), entidad que controla la administración y uso de fondos de emergencia, compró 740 ventiladores mecánicos para enfrentar la emergencia sanitaria, pero hasta ahora sólo se han recibido 20.

Según el contrato, 410 ventiladores deben estar funcionando a finales de junio mientras que los 310 restantes serán, supuestamente, entregados entre la tercera semana de junio y el fin de año.

Estos y otros datos fueron revelados por el CNA en su cuarto informe sobre “La Corrupción en Tiempos del Covid-19”, que desarrolla dicha institución en el marco de la crisis por el avance de la pandemia en Honduras.

El CNA detalló que constató que, al momento de las compras, Invest-H, rechazó a otros proveedores en el mercado local que ofrecían mejores marcas, precio, calidad y garantía. Proveedores que inclusive ya han abastecido a la Secretaría de Salud y que hubieran evitado una espera tan larga en tiempos de tanta necesidad.

Un tratamiento experimental sin base científica

En el punto más alto de la pandemia por COVID-19, el Gobierno con la ayuda de varios medios de comunicación corporativos inició una campaña abierta para implementar un tratamiento a base de cloroquina, denominado “Maíz y Catracho”, el cual se convirtió en el método oficial aplicado en todos los centros asistenciales del país.

Los tratamientos incluyen en su fórmula Hidroxicloroquina o cloroquina, Ivermectina, Microdacyn, entre otros, esto ha causado reacciones en médicos e investigadores, puesto que tratamientos como la Hidroxicloroquina han sido prohibido en otros países por ser una amenaza a pacientes con problemas cardiovasculares.

Tratamiento a base de cloroquina, denominado “Maíz y Catracho”, convirtido en el método 
oficial aplicado en todos los centros asistenciales del país.

La revista de Cuidado Críticos de USA (Juornal of Intensive Care) volumen XX de mayo del presente año, al hacer una revisión de los estudios clínicos hasta la fecha, publicó un artículo titulado “Una revisión sistemática de la eficacia y seguridad de los tratamientos con cloroquina para el tratamiento de Covid19”, en el cual los autores concluyen:

“No hay una racionalidad científica, que apoye investigaciones clínicas en cloroquina en paciente con covid19 basado  en solo evidencia preclínica de efectividad y de largo uso por otras indicaciones. Sin embargo su uso clínico debería de adherirse al uso monitorizado en emergencia de no registradas intervenciones marco metodológico y éticamente aprobado   como está establecido por la organización Mundial de la Salud”.


El estudio afirma que, producto de varios ensayos clínicos en todo el mundo, se ha concluido que la cloroquina no ha sido efectiva para tratar a pacientes con COVID-19, por lo anterior el comité de expertos de la OMS en Coronavirus aconsejó a los Ministerios de Salud, el personal de salud, e investigadores “que no existía ningún tratamiento específico para coronavirus y que por lo tanto el uso de los medicamentos debería de hacerse en ensayos clínicos debidamente controlados”.

 Este tipo de estudio es el mayor nivel de evidencia científica y se cataloga como Grado A. Por tal razón, se empezaron a diseñar estudios clínicos en varios países para disponer de evidencia clínica en pacientes hospitalizados.  Hasta el día de hoy, no existen estudios publicados de este nivel.

El 22 de mayo la revista medico científica Lancet, publicó un estudio de nivel de evidencia científica B, titulado “Hidroxicloroquina o cloroquina sola o en sin un macrolido para el tratamiento de pacientes con COVID-19: un análisis multinacional de registros”; que utilizo datos de 196 hospitales, en diferentes países incluyendo de ingresos bajos, altos y medios; estudiando 94,000 pacientes:


Los resultados indicaban que en los pacientes tratados con cloroquina la mortalidad se duplicaba comparado con los que no tomaron este tratamiento (18% vs 9%), y aumentaba a 2.5 veces más si se utilizaba un macrolido como Azitromicina (23%).

La conclusión de los autores del estudio fue: “en resumen este estudio multinacional, observacional, de la realidad mundial de los pacientes hospitalizados con Covid-19, encontró que el uso de los regímenes conteniendo hidroxicloroquina o cloroquina con o sin un macrolido, estuvo asociada con no evidencia de beneficio, pero en vez de eso fue asociada con un incremento en los riesgos de arritmias ventriculares y una mayor asociación para la mortalidad hospitalaria en pacientes con Covid19. Estos hallazgos sugieren que estos regímenes terapéuticos podrían no ser usados afuera de los ensayos clínicos y urge confirmación de ensayos clínicos aleatorizados”.

La OMS el 25 de mayo de 2020 suspendió los ensayos clínicos en todos los países para revisar cómo se estaban llevados a cabo, y si había alguna evidencia disponible.  Nueve días después la OMS (2 de junio) permitió que se siguieran los estudios al no encontrar evidencia a favor o en contra de su uso, pero con la salvaguarda de que deben de monitorear muy de cerca el uso del mismo, declarando textualmente:

“Hasta que no haya evidencia, la OMS previene a los médicos y las asociaciones médicas recomendar o administrar estos no comprobados tratamientos a pacientes con Covid19, o las personas que se los automedican. La OMS está preocupada por los reportes de individuos que se automedican con cloroquina y que les ha ocasionado daños severos. El Comité de la Seguridad y del Monitoreo de los Estudio, continuara monitoreando muy de cerca la seguridad de todas las terapias que se están probados en los Estudios Clínicos”.

Corrupción e impunidad
En contraste con sus vecinos centroamericanos, Honduras dispone de una monumental cartera de al menos L92.807 millones de lempiras (US$3.742 millones), entre fondos aprobados del presupuesto nacional, donaciones, financiamientos externos y autorizaciones para adquirir nuevos préstamos para atender la emergencia.

Honduras lleva 3 meses de lucha contra la COVID-19, en ese contexto las denuncias de corrupción han estado a la orden del día. El CNA, junto al Colegio Médico de Honduras, han sido las entidades que han estado al frente de las denuncias.

Ambas instituciones han acusado al Gobierno de utilizar los fondos de emergencia para hacer compras sobrevaloradas y también para favorecer a funcionarios y familiares de ellos en los procesos de venta de insumos médicos al Estado.

Un ejemplo fue la compra que INVEST-H hizo al esposo de una diputada del partido de gobierno, la nacionalista Waleska Zelaya, quienes firmaron un contrato con esta entidad para abastecer de mascarillas N-95 al sistema sanitario. Por otra parte, la doctora Suyapa Figueroa, presidenta del Colegio Médico, pidió a las autoridades que asuman su rol y que hagan uso correcto de los fondos de emergencia, porque desafortunadamente hay muchas carencias en los centros asistenciales.

En contraste con sus vecinos centroamericanos, Honduras dispone de una monumental cartera de al menos L92.807 millones de lempiras (US$3.742 millones), entre fondos aprobados del presupuesto nacional, donaciones, financiamientos externos y autorizaciones para adquirir nuevos préstamos para atender la emergencia.

Figueroa enfatizó en que no parece que Honduras sea el país de Centroamérica con el presupuesto más alto de la región, pues los resultados en la realidad no se ven por ningún lado.

A la corrupción y dudas en el manejo de fondos se suma la futura crisis económica que afectará al país, el expresidente del Banco Central de Honduras, Hugo Noé Pino, advirtió que al cierre del 2020, el país tendrá un decrecimiento económico de casi 0.6%, lo cual generará más pobreza, desempleo y cierres de empresas.

El panorama para Honduras es desesperanzador. El ascenso de los casos, la corrupción estatal y la negligencia en las medidas de sanidad pública dibujan un horizonte complejo para la ciudadanía que vive en carne propia las consecuencias de la pandemia y de la corrupción.

Cautiverio ¿Causa o efecto?



Por Iván Padilla Bravo 

El cautiverio, aún por razones de prevención, profilaxis y cerco de patologías, constituye una medida de ruptura dramática con la convivencia social.

Una de las consecuencias progresivas del aislamiento, en los seres humanos, es la pérdida progresiva de la capacidad de reír. ¿Cómo te vas a reír en la tragedia? Puede preguntarnos alguien. ¿Estás loco? No causa ninguna gracia el encontrarse en aislamiento, confinado a un solo lugar.

¡Es verdad!, Pero, hace poco recordaba una carta del revolucionario italiano Antonio Gramsci, dirigida a su esposa Julia Schucht, en la que, desde la cárcel, le relata con preocupación el observar como sus compañeros con más años en prisión «han ido perdiendo su capacidad de sonreír». Temía Gramsci, como prisionero que para entonces no alcanzaba su primer año de encierro, encontrarse en algún momento atacado por la fatalidad de la tristeza.

Los seres humanos nos afirmamos en sociedad, somos gregarios en toda circunstancia y, especialmente, por la razón de vida  que significa producir y, por extensión, también reproducir. La individuación, el aislamiento, el cautiverio o el ostracismo, han sido creados como castigo por las sociedades que necesitan apartar de ellas a quienes, por alguna razón producen o pudiera producir anomia. Es así como, guardando las distancias específicas de cada caso, se tiende a aislar a los delincuentes, a los locos, a los revolucionarios, a los enfermos.

En este orden de ideas, la cuarentena y el cautiverio, aún por razones de prevención, profilaxis y cerco de patologías que han alcanzado el estatus de pandemias, constituyen una medida de ruptura dramática con la convivencia social.

En la actual coyuntura económica mundial, las clases dominantes en capitalismo, por haber avisorado una caída estrepitosa del sistema de explotación que les caracteriza, se plantearon provocar una crisis de gran impacto y cuyas consecuencias, finalmente, les favorezcan en la perpetuación de su dominio y también de su hegemonía.

Es esa razón la que explica el que, una vez más, los amos del mundo hayan colocado a todos sus aparatos científicos,  tecnocráticos, ideológicos, militares, políticos, mediáticos, en función de generar una forma de segregación, de aislamiento, de cuarentena o de cautiverio que acabe con los productores directos o que los robotice, para eliminarlos como clase revolucionaria en sí.

Si la razón del burgués explotador les ha llevado a manipular la molécula del Covid-19 hasta convertirla en pandemia que mantiene a la humanidad en la disyuntiva de asumir el distanciamiento social, la cuarentena o el cautiverio, como una forma de resistirla, de sobrevivir y vencerla, mientras los mismos amos del mundo se ocupan de la aplicación y despliegue de sus estrategias económicas, políticas y militares para salvar al capitalismo, sin importarles para nada la humanidad, las y los trabajadores.

La humanidad parece entrampada por una complejísima realidad de guerra, ante la cual es necesario actuar con paciencia, inventiva y coraje «vietnamita» para lograr vencer a los imperios que atacan coordinadamente respondiendo a las órdenes de los amos del mundo.

Se requieren «nervios de acero», conciencia de clase y decisión de vencer, para alcanzar la victoria ante el enemigo que nos acecha. Se requiere defender la alegría como emblema proletario. Por eso invocábamos a Gramsci al comienzo de esta nota, para que, ni aún optando por el cautiverio, como lo hemos hecho, nos dejemos atrapar por la derrota y la tristeza.

El cautiverio es una consecuencia de las causas de esta guerra -que por cierto, lo sabemos y padecemos, tiene hoy como uno de sus principales objetivos a Venezuela- pero también se quiere convertir en causa para instaurar «el nuevo orden mundial» que coordinan en cada Bilderberg los supremacista amos del planeta.

De esta experiencia de guerra es importante que, en solidaria lucha, elevemos nuestro nivel de conciencia. Que aprendamos del cautiverio, de la cuarentena, que la alborada de una nueva sociedad es el objetivo final de nuestra lucha, perseverancia y resistencia.

América Latina y el control del imperio

Rebelión

Por Roberto Bueno


“De pronto se expandió esa verdad de que el odio es epidémico; de que crece y se difunde lo mismo que una enfermedad; de que ninguna sociedad está lo bastante sana como para ser automáticamente inmune”.

Martin Luther King.

Desde hace muchos decenios los Estados Unidos aplican una política exterior absolutamente perjudicial no sólo para los pueblos de América del Sur, América Central y el Caribe, sino también para otras latitudes. Esta región es particularmente observadora del imperio como desprovista de soberanía, exponiéndose a la expropiación de riquezas, y a su gente según la tortuosa lente antropológico-política de los supremacistas neofascistas que legitima las intervenciones violentas, predominantes en la estable y críptica administración de EEUU. y su profundo estado.

Allí encontramos una cosmovisión y una interpretación socio-biológica íntimamente relacionada con los preceptos básicos del Nacional Socialismo Alemán cuyos horizontes históricos hoy en día iluminan el futuro americano.

Estados Unidos no tienen otra orientación en su política exterior hacia América Latina, Centroamérica y el Caribe que el esfuerzo continuo de socavar la soberanía de los pueblos y de combatir todas las formas, presentes y futuras, de políticas nacional-desarrollistas, y de llevar adelante este proceso que contaron históricamente, como lo reconoce Florestan Fernandes (2015, p. 116), con la intervención de la élite local, que compartía la idea de que la independencia del país no era una salida histórica.

Para lograr este proyecto de control y dominación, no se duda en intervenir directa o indirectamente en las más diversas latitudes del planeta (cf. Guimaraes, 2011, p.14) y, por supuesto, América Latina no fue la excepción, imponiendo gobiernos títeres, comisionando y estos gobiernos para expropiar las riquezas de los territorios bajo su autoridad y que alimentan el esplendor de las modernas civilizaciones occidentales (cf. Fernandes, 2015, p.112).

La historia de América Latina está llena de ejemplos ilustrativos de la ausencia de escrúpulosdel imperio para intervenir a través de la movilización de las elites locales que no se comportan sólo como dueños del poder sino como «dueños» de su propio territorio y sus riquezas. El imperio no duda en regimentar a los traidores de sus respectivas patrias, reclutando a hombres corruptos de todo tipo sin descuidar la contratación y el empleo de asesinos para las acciones que consideren indispensables, utilizando absolutamente todos los medios para que EEUU. proteja (y proyecte) sus intereses económicos y geopolíticos.

La realización de estas acciones incluye la tortura y la muerte como posible destino de los inconformes y resistentes a las formas abiertas de explotación y completa subyugación de las poblaciones nativas. Las fuerzas armadas neocoloniales estacionadas en los territorios nacionales -con los que ya no conservan la identidad cultural- cumplen sus funciones como meras delegaciones del imperio, transformadas en meros policías bien armados y entrenados para una represión política eficaz, evitando el estallido de formas de explotación económica típicas del capitalismo neocolonial en un orden capitalista dependiente (cf. Fernandes, 2015, p. 102).

Este proyecto continuado del imperio tiene la insustituible prontitud de las Fuerzas Armadas locales, herederas de la formación espiritual de los neocolonizadores, su oficialidad, así como la élite, se forma en paralelo con la cultura social, pero aún inmersa en ella, percibiendo la masa de sus individuos como el fruto de una gran factoria que no ha sido disuelta, siendo su diálogo con la cultura indígena y nacional desarrollado desde una perspectiva de superioridad, porque la entienden, como sugiere Darcy Ribeiro (1972, p. 101), como una «[…] creación espuria porque nace condicionada por la dominación colonial».

Las élites locales, armadas o no, mantienen un desprecio por la cultura autóctona, y su aculturación extranjera va acompañada de una firme tensión por la des-culturaciónn aplicada en primer plano a los negros y a los indígenas, cuya cultura sirvió de matriz para la conformación de la identidad nacional, que al distanciarse de ellos impone la lógica del debilitamiento del pueblo, que al ir en sentido contrario construye el bastión del apoyo a la soberanía que ofende los intereses del imperio.

No se trata de un ataque casual a la cultura negra y a los pueblos indígenas, sino que forma parte del proyecto de ejercer el dominio en su versión neofascista, en la que se extirpan las categorías de identificación del pueblo con sus raíces, y una vez que se «higieniza» el territorio, entonces todo el espacio queda liberado para la ocupación de las referencias culturales y estructurales del imperio ocupante.

La dominación imperial se ve facilitada por la ruptura cultural con sus referentes fundacionales y su despliegue en lo que Darcy Ribeiro (1972, p. 101) conceptualizó como desculturalización, lo que sugeriría tener como elemento básico un «[…] carácter obligatorio, expresado en el esfuerzo por hacer inviable la manifestación de la propia cultura y hacer imposible su transmisión […], porque en esta encrucijada se encuentra la interdicción visceral del encuentro del pueblo consigo mismo y con la posibilidad de su unidad que fortalece el ejercicio de la soberanía.


Este proceso de desculturalización presupone la deshumanización, desarraigando a los individuos, alejándolos de su posibilidad de dar rienda suelta a su identidad, siendo éste el primer e indispensable paso hacia la posterior aculturación en una nueva clave alienígena gestionada por lo que los indígenas podrían llamar abaité (gente mala, repulsiva).

La esencia de la política exterior estadounjidense puede clasificarse como un vasto anajé(gavilán, ave de rapiña), permaneciendo apegada a los paradigmas que mantienen la aculturalización de la esclavitud que en el caso brasileño duró formalmente hasta el 13 de mayo de 1888 bajo la Ley de Oro, pero materialmente tiene secuencia a través del concepto de la esclavitud moderna.

Los desafíos brasileños ya fueron superados por la gramática y la geografía política de Martin Luther King (2013, p. 125) cuando advirtió, a mediados del siglo XX, que «hace siglos, la civilización adquirió la certeza de que el hombre tan solo vivía librado de la barbarie en la medida en que reconocía los lazos que unían al prójimo», y este desconocimiento del siguiente fue lo que, en su momento, Estados Unidos dudó en materializar, pero que, después de lograrlo internamente, siguen manteniendo en su política exterior.

Hay innumerables manifestaciones objetivas de la aplicación empírica del perfil invasivo de la política exterior de los Estados Unidos que desacredita el discurso de los derechos y el mito de la democracia, en favor de un realismo político cuyo destacado pragmatismo lo estrangula apoyando a regímenes que violan los derechos humanos (véase Nixon, 1991, p. 381) – en contradicción con sus prácticas activistas de incorporación de territorios (Louisiana y Florida), imponiendo bellamente a México la pérdida de 2/3 de su territorio (1846-1848).

Pero también ocupando Haití durante 10 años, además de ocupar Cuba, Filipinas y Puerto Rico, defendiendo a España de la región en 1898 y tomando el control de la región por sí misma, siendo 1945 el año cero de la transición del poder regional de Estados Unidos al mundo, como lo reconoce Samuel Pinheiro Guimarães (2011, p. 13), de mantener la hegemonía contra el surgimiento de potencias competidoras.

Los ejemplos de esta política intervencionista son múltiples y de diversos grados de invasión. Así, la República Dominicana se encontró con el peso de Rafael Leonidas Trujillo (1891-1961) por la gracia del trabajo militar de los Marines de EEUU, así como con Augusto Pinochet (1915-2006), cuyo golpe de Chile contra Allende en 1973 fue abiertamente patrocinado por Washington. También Anastasio Somoza García (1896-1956) reinó a través de la barbarie y la explotación de Nicaragua a favor de EEUU durante veinte largos años, desde 1936 hasta su asesinato en 1956, sólo cuatro años antes de que al dominicano Trujillo se le impusiera el mismo fin violento, típicas eliminaciones de los «descartes» que la CIA ejecuta en consonancia con la oscilación de los intereses económicos y geopolíticos de EEUU.

Esto se ha comprobado con Trujillo siguiendo el ejemplo de Manuel Noriega (1934-2017), de Panamá, otro de los varios miles de egresos militares de la notoria Escuela de las Américas mantenida por EEUU. Noriega avanzó en su carrera militar muy cerca de Omar Torrijos, presidente panameño entre 1968 y 1981, que también había ascendido al poder mediante un golpe de Estado.

En estrecha relación con la CIA, Noriega negoció armas originarias de Estados Unidos como dictador y títere del imperio en territorio panameño entre 1983 y 1989, su caída se debió al progresivo distanciamiento de  Estados Unidos, que finalmente resultó en la invasión militar estadounidense para encarcelar al antiguo aliado.

Somoza fue un dictador en Nicaragua entre 1936 y 1956, interrumpido sólo por un asesinato pero pronto fue sucedido por su hijo, un régimen que duraría otros 23 años, a pesar de la corrupción generalizada que en ningún caso causó malestar a la ética protestante americana que sacó un beneficio superlativo de ello. Gobernando con el apoyo de los Estados Unidos, Somoza adoptó la represión como una forma de asegurar la efectividad del régimen y el mantenimiento del poder, sin descuidar la oportunidad de amasar una vasta fortuna personal que pronto se extendió a los miembros de la familia más allá de lo imaginario y legendario.

Somoza ascendió a la carrera militar en la Guardia Nacional de Nicaragua, una fuerza organizada por los Marines de Estados Unidos, habiendo alcanzado la posición de mando por designación expresa del imperio. Al asumir la presidencia, Somoza pronto intentó reformar la constitución para concentrar todos los poderes, asignando puestos clave, incluyendo el militar, a personas cercanas a él y también a familiares. Control total.

Trujillo, jefe de clan y empresario, también acumuló una enorme fortuna y ejerció el poder como el gángster más legítimo (Rouquié, 1984, p. 198), algo que no fue una excepción sino una regla en los diversos regímenes establecidos y patrocinados por EEUU a través de golpes de Estado en América Latina, América Central y el Caribe. Al igual que Fulgencio Batista, muchos otros ascendieron al poder liberando a la isla del «gangsterismo» de sus predecesores, pero pronto, instalados en el poder con la bendición del imperio, muchos se convirtieron, como Batista, en otro de los tantos tiranos sanguinarios y crueles que poblaron América Latina, América Central y el Caribe.

El sangriento camino de Batista no encontraría a Katechon sino en el único que los cobardes devoradores de carne popular reconocen como la última parada: las armas revolucionarias que, en este caso, fueron las de los hermanos Castro, Fidel y Raúl, sumadas a las de Ernesto «Che» Guevara y Camilo Cienfuegos, entre otros, que se atrevieron en el Moncada y, con extremo coraje y superior audacia, el triunfo en el Malecón el 1 de enero de 1959.

Los dictadores que ejercen el poder para expropiar las riquezas de su país, como Trujillo, que organizan esfuerzos para entregarlas al imperio, reciben pleno apoyo y elogios de las grandes empresas trasnacionales que controlan el universo de los medios de comunicación y gran parte de la corriente académica e intelectual que reside en los mejores y más privilegiados espacios.

Desde el punto de vista interno, los regímenes de este tipo necesitan movilizar y cohesionar con ellos mismos la relación última de poder de facto, es decir, las Fuerzas Armadas, y por lo tanto Trujillo, como todos los demás dictadores, mientras aplastan a la población con políticas de empobrecimiento hasta el límite de comprometer incluso la existencia colectiva, conceden privilegios económicos extremos a los militares como fórmula segura para obtener su lealtad duradera.

A la infiltración en las Fuerzas Armadas,EEUU prefiere llevar a cabo la cooptación de los dirigentes en ascenso, como lo demuestran ampliamente los planteamientos realizados a través de cursos, pasantías, diversos contratos privados y capacitación (no sólo de inteligencia) y también para contener cualquier movimiento político (violento o no) que tenga por objeto sustituir el sistema capitalista que interesa a las empresas estadounidenses. En resumen, EEUU entrenó a las Fuerzas Armadas de los países de América Latina y Centroamérica para operar como meros policías ideológicos con un vasto poder represivo y una muy alta letalidad con competencia para la acción nacional con el fin de proteger los intereses del imperio.

Trujillo no mantuvo ningún escrúpulo activo al unirse a las Fuerzas Armadas invasoras de EEUU, y su ascenso político fue meteórico. No se distanció de otros modelos políticos implementados por EEUU. muy cerca de los protectorados, La administración dictatorial de Trujillo ha gestionado la República Dominicana como una zona rural, orientando sus opciones políticas de acuerdo con sus intereses personales.

Tener oponentes muertos no era una rareza, y si la única opción para ello era el testimonio del cielo añil, esto tampoco importaría, como es costumbre en las dictaduras más sangrientas. La opinión y el apoyo político de Trujillo a las muertes fue directamente proporcional a su movilización para satisfacer los intereses del imperio en cualquier cuadrante, y en lo que quedaba de la necesidad de anclaje teórico-discursivo, se planteó la supuesta amenaza, el anticomunismo.

Bajo el estandarte de esta amenaza, se derramaron océanos de sangre, sin límites ni restricciones de métodos. Trujillo permaneció en el poder durante 31 años, interrumpidos por su asesinato, cuando su hijo tomó el poder y, como el submundo tampoco tiene regulaciones, una vez atrapados, los asesinos fueron entregados vivos para saciar el apetito de los tiburones, un final muy esclarecedor para las relaciones internas que se mantienen en el corazón de las asociaciones criminales donde el dolor obviamente no se permite como verbo, sino incluso como sustantivo.


El caso de Trujillo está lejos de quedar aislado en la larga y triste hoja de méritos que EEUU ha estado proporcionando a América Latina, América Central y el Caribe. Lo mismo ocurrió en el Paraguay bajo el mando del General Alfredo Stroessner (1912-2006), que llegó al poder en 1954 mediante un golpe de Estado alimentado por la inestabilidad política derivada de la Guerra del Chaco (1932-1935) entre el Paraguay y Bolivia, en la que Stroessner había servido y ganado una relativa prominencia.

Esto le ganó la simpatía de Estados Unidos, que creció cuando propuso una violenta toma del poder al derrotar a Federico Chaves, un presidente legítimamente elegido. El golpe de Stroessner con el apoyo de EEUU. se llevó a cabo en mayo de 1954, y a partir de entonces concentró el mando de las Fuerzas Armadas y la presidencia de honor del Partido Colorado, además de ejercer todos los poderes al margen de la legalidad democrática, despreciando al Parlamento, siempre bajo la bendición de la mayor potencia mundial y «referencia del modelo democrático».

La lista de intervenciones de los Estados Unidos en América Latina, América Central y el Caribe es extremadamente larga, un poderoso e incansable dínamo económico de desestabilizaciones políticas y económicas que generan crisis sucesivas, que no tendrían éxito sin que sus recursos económicos cooptaran a los genuinos traidores de sus respectivas patrias, almas putrefactas disponibles en todas las latitudes y hemisferios a precios bajos.

El Chile de Allende ha conocido los intensos y sucesivos esfuerzos de EEUU para desestabilizarlo y derrocarlo, Las maquinaciones de Kissinger con la CIA bajo la bendición del irascible Richard Nixon, que ya se había comprometido a enturbiar las elecciones e impedir la toma de posesión de Allende en 1970, escenario del intento de golpe de estado de los generales Roberto Viaux y Camilo Valenzuela, también financiado por EEUU., una operación que consistía en secuestrar al general René Schneider, un conocido defensor de la legalidad constitucional (que resultó en su muerte) para impedir la toma de posesión de Allende.

Otra estrategia utilizada para ejercer el control sobre América Latina, Centroamérica y el Caribe es la de hacer préstamos económicos, a menudo basados precisamente en crisis alimentadas por agencias estadounidenses que instigan a situaciones de emergencia. El imperio implementa este dominio directamente o a través de organizaciones internacionales cuyos altos rangos controla, estableciendo fácilmente las condiciones para la implementación de préstamos, invariablemente diseñados a favor de las grandes corporaciones.

Esto ha ocurrido a lo largo de la turbulenta historia de América Latina en varios momentos en que los países de la región –sucesivas contrataciones por parte de Bolivia, Colombia y Brasil– acudieron al FMI en condiciones que sólo profundizaron radicalmente sus crisis, siendo uno de los ejemplos más recientes la Argentina.

En el proceso de toma de poder a través de canales no electorales, uno de los primeros movimientos de la estrategia de Estados Unidos para consolidar su dominio sobre los distintos estados de América Latina consiste en el encubrimiento jurídico, utilizando los más altos tribunales de los países para legitimarlos ante la opinión pública.

Esto ocurrió, por ejemplo, en Brasil, cuando, a raíz del golpe de 1964 contra João Goulart, el Supremo Tribunal Federal (máximo órgano del poder judicial) reconoció la declaración de vacante del cargo cuando el Presidente se encontraba en territorio nacional, precisamente en la ciudad de Porto Alegre (RS) y, al cabo de decenios, volvió a reconocer la validez de las múltiples violaciones jurídicas consignadas en las inexistentes «atracciones fiscales» contra Dilma Rousseff, cuyo primer objetivo era tomar las reservas pre-salinas brasileñas descubiertas unos 10 años antes de los hechos.

Los movimientos imperiales de América Latina, América Central y el Caribe no podrían encontrar las condiciones apropiadas para el establecimiento de su dominio si no tuvieran una extensa lista de personalidades de la élite local. El perfil de esta élite es amistoso en relación con las frecuentes visitas a las puertas de los cuarteles de los Estados Unidos a través del Departamento de Estado para operar con la CIA la reversión del eventual marco político desfavorable impuesto por la población como resultado del conteo de las urnas.

Se trata de un colectivo que no conoce otra lógica que la amenaza de la fuerza, y tampoco sus (altas) pretensiones otra firme limitación que el suficiente brillo de las armas al cielo. Incluso antes de la toma de posesión de Allende, el 4 de noviembre de 1970, Estados Unidos ya habían comprometido todos los recursos necesarios para socavar las posibilidades de éxito de cualquier camino político en el país que no fuera estrictamente capitalista o que afectara mínimamente los intereses de las grandes corporaciones estadounidenses.

Con la elección de Allende, esta inversión se incrementó sustancialmente y tuvo como objetivo sumir la vida chilena en el caos, con el fin de estrangular absolutamente las condiciones de gobernabilidad. Si este escenario se diseñara, por ejemplo, recurriendo al colapso de los suministros de la ciudad y a la impracticabilidad del sistema económico, las Fuerzas Armadas chilenas se verían obligadas a intervenir para «sanar» las circunstancias insostenibles -creadas artificialmente por la inteligencia estadounidense- bajo el argumento legitimador ante la población de materializar la «pacificación» de la sociedad.

Bajo el escenario de caos supuestamente impuesto al país por el gobierno socialista de Allende, el nuevo régimen estaría legitimado para operar bajo la lógica del Estado de excepción desde el punto de visión jurídico-política, para hacerlo recurriendo a la imposición de una feroz dictadura con un apetito sanguinario de consumir a su propio pueblo con el pretexto de eliminar a los enemigos de la patria. El método aplicado en Chile no fue innovador en su esencia, sino el desarrollo de una estrategia que se replicaría en diversas latitudes con las variaciones y adaptaciones históricas que imponen las sofisticaciones de la tecnología.

Entre estos espacios de control, Brasil se convirtió en un territorio legítimo gobernado según la lógica de los protectorados, ahora mezclada con las prácticas neofascistas, y el país desapareció en el caos más profundo, interesando al imperio extraer gratuitamente las vastas riquezas nacionales mientras no se consolide la nueva etapa de fuerza, de modo que la imposición de la estabilidad por la fuerza conduce a un largo ciclo de no menos de dos décadas de expropiaciones a las sombras.

Bibliografía:

GUIMARÃES, Samuel Pinheiro. Prólogo: Doces ilusões, duras realidades. In: MONIZBANDEIRA, Luiz Alberto. Brasil-Estados Unidos: A rivalidade emergente (1950-1988). Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 2011. P. 13. 277 p.

KING, Martin Luther. Antología. Unsueño de igualdad. GOMIS, Joan. (Ed.). Madrid: 2013, Catarata. P. 125.

NIXON, Richard. Na arena. Vitória, derrota e recomeço. São Paulo: Siciliano, 1991. 435 p.

ROUQUIÉ, Alain. O Estado militar na América Latina. São Paulo: Alfa-Ômega, 1984. 476 p.

* Roberto Bueno. Profesor universitario brasileño. Doctor en Filosofia del Derecho (UFPR). Mágister en Filosofía (Universidade Federal do Ceará / UFC), especialista en Derecho Constitucional y Ciencia Política (Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid). Profesor-colaborador del Programa de Posgrado en Derecho (UnB, 2016-2019). Posdoctorado en Filosofía del Derecho y Teoría del Estado (UNIVEM).

lunes, 29 de junio de 2020

A 11 años del Golpe de Estado, las mujeres resisten y construyen



«Ni Golpes de Estado Ni Golpes a las Mujeres», consigna simbólica de las feministas en Honduras.
Junio de 2020 marca el inicio de la segunda década del golpe de Estado contra el pueblo hondureño y el gobierno del presidente José Manuel Zelaya Rosales, ejecutado el 28 de junio de 2009. En ese sentido es importante reflexionar y analizar el contexto social y político que rodea la vida y los derechos de las mujeres, puesto que para nadie es desconocido que estos golpes a la democracia tienen un impacto diferenciado en las mujeres.

Para Gilda Rivera, feminista e integrante del Centro de Derechos de Mujeres (CDM), en los últimos diez años el deterioro a nivel social, económico y político “ha sido terrible, no nos quedamos cortas cuando las feministas después del golpe de Estado empezamos a hacer análisis, era muy claro, si no revertíamos el golpe habría un quiebre en la débil institucionalidad.

Rivera, en entrevista a Radio Progreso, analiza que los gobiernos autoritarios, instalados después del golpe de Estado, se han ensañado contra las mujeres con violencias sistemáticas como resultado de su compromiso en la lucha de defensa de los bienes comunes, el asesinato de Berta Cáceres es un ejemplo, muchas han sido desplazadas de sus comunidades y del país por defender el territorio y la vida.

A continuación, compartimos la entrevista con Gilda Rivera(GR):

Radio Progreso (RP) A 11 años del golpe de Estado político-militar de 2009, ¿Cómo se encuentra Honduras social y políticamente?

(GR): La mayoría de las hondureñas y hondureños hemos perdido derechos que habíamos alcanzado, no como dádivas de los gobiernos sino como resultado de las luchas sociales, hemos perdido el derecho a la salud, a la educación, derecho a una vivienda, derecho a una vida de todo tipo de violencia. Los grupos de poder económico que sustentan a Juan Orlando Hernández, los cuerpos armados se han convertido en los principales violadores de derechos humanos.

(RP): Durante estos años del total deterioro del sistema democrático en Honduras, ¿Qué otras cúpulas han participado directa e indirectamente en el nuevo sistema anticonstitucional impuesto?

(GR): Las cúpulas económicas nacionales y transnacionales que de alguna forma imponen sus intereses, pero también tenemos grupos ligados a medios de comunicación que se benefician y hacen uso de los recursos públicos, tenemos cúpulas de la Iglesia Evangélica y unos sectores de la Iglesia Católica, y personas que se nombran como parte de la sociedad civil que contribuyen para que este régimen se lave la cara.

(RP): En ese contexto, ¿cómo se han venido desarrollando las luchas de las mujeres?

(GR): En un contexto muy precario; a las mujeres nos ha tocado un parte muy difícil, una primera cosa que yo puede mencionar es, si bien es cierto no era de uso masivo, la anticoncepción de emergencia formaba parte de las políticas de salud pública y ese fue una de las primeras acciones en contra –derogado- que impulsó el Gobierno de facto de Roberto Micheletti, eso fue una clara demostración de que los que impulsaron el golpe de Estado tenían un posición muy consolidada respecto a detener los avances de las mujeres y desde entonces hemos visto como en ciertas instancias de gobierno se ha desdibujado el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia.

(RP): ¿De qué manera se han ensañado los gobiernos autoritarios, a partir del golpe de Estado de 2009, contra el cuerpo y la vida de las mujeres?

(GR): Tenemos muchas compañeras defensoras de los territorios que han sido víctimas de violencias sistemáticas como resultado de su compromiso en la lucha de defensa de los bienes comunes, el asesinato de Berta Cáceres es un ejemplo. Desde el golpe de Estado se ha fortalecido el saqueo de los bienes comunes en las comunidades, las concesiones mineras y del agua cada vez son más agresivas, y en esas luchas de defensa de los territorios y la vida son las mujeres las que están al frente, muchas han sido desplazadas de sus comunidades y del país.

(RP): ¿Cómo ha sido la participación política de las mujeres en este contexto de desconfianzas para alcanzar cuotas de poder, especialmente en el Congreso Nacional, a qué tipo de violencias se han visto expuestas?

(GR): Hay mucha descalificación, hay valorización de doble rasero, actuaciones de un hombre si una mujer las realiza se descalifica, además de lleva al plano privado. Un ejemplo muy claro fue el de la diputada Doris Gutiérrez, Doris bailó en el Congreso Nacional con un diputado, como que si bailar fuera un pecado, se utilizó el baile para descalificarla, especialmente por el papel cuestionador que ha tenido Doris. Hay una duda permanente si llegan a un cargo de elección popular como resultado de sus capacidades, sino que más bien han pagado.

(RP): ¿El descredito hacia las mujeres incrementa cuando se enmarcan en la oposición política?

(GR): Aunque no es exclusivo, pero cuando las mujeres son parte de los grupos de oposición política los ojos vigilantes son muchos más grandes y la descalificación es mayor, la descalificación busca ensañarse con su vida privada con su vida íntima, un ejemplo muy claro fue Beatriz Valle, cuando fue diputada impulsaba una lucha muy férrea en favor de los intereses de la mayoría de la población, los descalificativos no solo de sus compañeros, sino que en las redes sociales.

(RP): ¿Qué características tiene la represión que se ejerce contra las mujeres?

(GR): Una represión muy ligada a los comportamientos y pensamientos que prevalecen en una sociedad patriarcal que las considera como objetos sexuales, es que muchas compañeras cuando son reprimidas denuncian que hay descalificativos al decirles “porque mejor no se va a su casa a cuidad a sus hijos o a su marido” y además descalificativos como zorra, puta, también tocarles los pechos, las nalgas, y agresiones sexuales.

(RP): ¿Qué obstáculos enfrentan las mujeres para acceder al sistema de justicia?

(GR): Primero un sistema de justicia cooptado a los intereses de personas con poder económico y político, prevalece un sexismo hegemónico en las instancias de justicia en nuestro país, es por eso que muchísimas mujeres desisten de los procesos, por ejemplo, en violencia doméstica, porque cuando va a denunciar se encuentra con actitudes indiferentes y descalificadoras, les preguntan si hicieron algo para provocar a su esposo.

(RP): Ante una realidad de desigualdad, sobre todo en contra las mujeres, ¿cómo debe de replantearse la organización social, a dónde deberían poner sus energías y fuerzas creativas?

(GR): La construcción de la organización de las mujeres es fundamental, pero no cualquier organización sino una organización que parta de principios feministas, donde la voz de las mujeres, sus experiencias de vida, su cuerpo sea la esencia de nuestra lucha, la propuesta feminista es integral y no solo desde las mujeres sino desde la sociedad en su conjunto, esto está unido a la organización de los colectivos de mujeres, de organizaciones autónomas no de ONGs, las ONGs debe contribuir pero jamás sustituir. Desde las organizaciones sociales y populares mixtas, muchas de las violencias que enfrentan las mujeres provienen de los propios compañeros de su organización, no quieren debatir esos temas, porque desde los años 70 nos siguen diciendo que eso divide el proceso de construcción del movimiento social.     

(RP): ¿Qué luces se ven en medio de este panorama obscuro, quiénes están protagonizando la esperanza?
(GR): Creo que mucha juventud, mujeres jóvenes, muchas que se están organizando por el derecho a decidir sobre sus cuerpos, por la violencia que sufren por el hecho de ser mujeres; también las que están en las luchas de los territorios, yo creo que ahí encontramos las luces que nos dan esperanzas. La organización territorial es fundamental


Se vienen tiempos difíciles pronostica un economista


Se pronostica más pobreza extrema, más desempleo y crisis macroeconómica en Honduras.

El expresidente del Banco Central de Honduras, Hugo Noé Pino, advirtió, en entrevista con Radio Progreso, que producto del coronavirus, Honduras está a las puertas de una crisis económica histórica, la cual podría dejar a cierre del 2020 un decrecimiento económico de un 5.8%.

El experto en economía explicó que ese fenómeno económico se va a traducir en mayor pobreza extrema, más desempleo y crisis macroeconómica en el país.

Y frente a este panorama, Hugo Noé Pino, lamentó el mal manejo financiero de la emergencia a manos del cuestionado Presidente Juan Hernández y el propio Partido Nacional.

Asimismo, Pino advirtió sobre el alcance de este impacto y sobre todo de las repercusiones que tendrá esta grave crisis si las autoridades no definen una estrategia para minimizar el golpe económico.

Encuentran cadáver de GarÍfuna de Punta Piedra en las inmediaciones de Río Miel


OFRANEH

El día de ayer fue encontrado el cadáver de Antonio Bernardez, de 71 años, oriundo de la comunidad garífuna de Punta Piedra su cuerpo fue hallado en el paraje conocido como “la entrada a la quesera”, Antonio había desaparecido hacía seis días, después que emprendió camino hacia la comunidad de Icoteas. Se reporta que el ultimo lugar donde se le vio, fue en la comunidad de Río Miel.

El asesinato de Antonio Bernardez, recalca la delicada situación que se vive en la zona, la que durante décadas se han suscitados actos de violencia, como parte de la estrategia de despojo del territorio Garífuna, el que fue invadido en 1992, por un grupo de campesinos impulsados por el General Castro Kabus.

El caso de Punta Piedra fue presentando ante el sistema interamericano de derechos humanos en el 2003 y para el 2015 la Corte Interamericana emitió una sentencia a favor de dicha comunidad, la que ha sido ignorada por el estado.

Durante décadas la comunidad Garífuna de Punta Piedra ha demandado la relocalización de los invasores de Rio Miel, dada la tensa relación existente y la actitud violenta que ha caracterizado a los habitantes de Río Miel. A pesar que la sentencia reconoce los derechos de la comunidad Garífuna sobre el territorio ancestral, el Estado persiste en no apegarse al mandato de la Corte IDH.

Existe el precedente del asesinato de Bonifacio Ordoñez, otro más de los garífunas asesinados por la defensa del territorio Ancestral. El asesinato de Ordóñez se dio en mayo del 2003 y hasta la fecha las autoridades no han proporcionado información alguna sobre las investigaciones, a pesar que la Corte IDH en su sentencia de 2015 señala que “el Estado debe continuar y concluir, en un plazo razonable, la investigación por la muerte de Félix Ordóñez Suazo y demás denuncias interpuestas en la jurisdicción interna, y en su caso, sancionar a los responsables¨.

Este asesinato de Antonio Bernardez es un recordatorio al Estado de Honduras de su falta de compromiso en cuanto a la grave situación que enfrenta el pueblo Garífuna y restantes pueblos indígenas del país, de una titulación inadecuada ademas de la inexistencia de un sistema legal que proteja los derechos de los pueblos indígenas.

La Corte IDH en informe de Supervisión Cumplimiento  de Sentencia ((14-5-2019) señaló:

“En segundo lugar, el tiempo transcurrido pone en peligro a los miembros de la Comunidad y contribuye a un aumento de la conflictividad social en la zona. En la misma Sentencia, la Corte constató que, de acuerdo con las declaraciones de varios integrantes de la Comunidad de Punta Piedra, la muerte del señor Félix Ordóñez Suazo había sido motivada por el conflicto de tierras (infra Considerando 52). Recientemente, en abril de 2018, los representantes informaron que los miembros de la comunidad estaban sufriendo “amenazas directas de muerte”, “chantajes, aumento de robos”, “levantamiento de perfiles a los líderes”.

La corte ademas agrego en relación al asesinato de Félix Ordoñez que pesar de  que han transcurrido 12 años desde los hechos y más de 3 desde la emisión de la Sentencia, no han habido avances significativos en la investigación. Solamente se han realizado algunas diligencias mínimas básicas tendientes a la identificación y captura del imputado en la causa, medidas que no son acordes con la debida diligencia que le corresponde al Estado tomando en cuenta los años transcurridos y que hay una denuncia penal que identifica a esa persona como posible responsable penal, lo cual requiere una mayor actividad estatal.”

Exigimos justicia, y Basta ya de asesinatos de defensores y defensoras del territorio garífuna!!

Organización Fraternal Negra Hondureña, OFRANEH

Historia inmediata: Hacia un debate en Argentina y América Latina

Rebelión

Por Luis Bilbao

Parálisis económica, apatía social, miedo al mañana. Argentina está ahogada y sin respuesta. Hay causas propias, que vienen de lejos, combinadas ahora con una debacle mundial, a su vez potenciada por la pandemia del covid 19.

Pocos miden la magnitud y consecuencias de la desarticulación del aparato productivo, comercial y financiero. Quienes lo hacen, desde la defensa del sistema, están alarmados. El país se desliza hacia una convulsión prolongada. Y el punto de partida es la extinción de los partidos de la burguesía y la descomposición de sus restos desperdigados.

Historia inmediata es una contribución a la memoria y el debate. Compaginé este libro en situación de confinamiento a causa de la pandemia. Son textos de diferente naturaleza, escritos entre marzo de 2013 y mayo de 2020. Se reproducen sin cambios.

Ya había analizado el desempeño del nuevo gobierno, cuando el Covid 19 trastocó la situación mundial. Un Epílogo registra mi opinión sobre “La Argentina que viene”. El volumen está disponible para ser descargado, gratis.

Mientras revisaba los textos compilados el presidente Alberto Fernández escalaba en la aceptación ciudadana. El miedo provocado por una peste desconocida empujó a millones a refugiarse en lo que estaba a la mano.

Han transcurrido 56 días de confinamiento. La infección quedó reducida a un mínimo. En comparación con los datos de países dominantes, hasta ahora la pandemia se cobró en Argentina, de manera directa, un costo mínimo en vidas humanas. El punto crítico llegará en dos o tres semanas más. No hay coincidencia sobre la dimensión que alcanzará. Sólo resta esperar.2

En tanto, el férreo confinamiento dio el tiro de gracia a una economía herida de muerte antes de que se conociera la existencia del Covid 19: la industria trabajaba para entonces a la mitad de su capacidad instalada. El mundo está inmerso en recesión con incierto destino y Argentina comienza a sufrir el rigor desconocido de una depresión.

El costo fiscal de las medidas adoptadas para sostener el confinamiento proyecta un 10% de déficit primario anual. Hasta el momento las erogaciones extraordinaria fueron cubiertas exclusivamente con emisión de dinero. Una ciénaga frente a la cual el elenco gobernante no logra frenar sus pasos. Los desequilibrios macroeconómicos del país se multiplican, la desocupación crece en flecha, los salarios se reducen -con apoyo de las cúpulas sindicales- y la inflación escala. Como trasfondo, el gobierno no logró refinanciar la deuda externa y hasta el momento no se sabe si el país entrará –por décima vez- en cesación de pagos.

Muy lejos del discurso de “unidad nacional”, explotó a la vista de todos la confrontación interburguesa que se expresa, con mayor virulencia, en el propio bloque gobernante. El capital afronta una crisis extrema sin aparatos políticos para conducir la sociedad. Y sin un solo cuadro político de envergadura. Su sector más concentrado hace ostensibles esfuerzos por lograr una drástica recomposición que, según los planes de sus intelectuales orgánicos, saltaría la línea divisoria entre el gobernante Frente de todos y el opositor Juntos por el cambio para constituir un nuevo partido, supuestamente “republicano”. Es dudoso que prospere semejante alquimia. Son visibles los esfuerzos de cada fracción del degradado sistema político por avanzar posiciones con vistas a las legislativas del año próximo y las presidenciales de 2023. En el vórtice del huracán disputan los restos de una nación exhausta.

En cualquier caso, la catástrofe económica caerá sobre trabajadores y clases medias, carentes de instancias políticas para defenderse del alud. Cualquiera se la salida, el costo multiplicará las penurias del coronavirus y dará a luz una Argentina radicalmente diferente. El signo de esa diferencia está por verse. A la vez, es segura la participación de millones en las luchas que vendrán.

Historia inmediata pretende acercar la experiencia de los últimos 7 años. De algún modo es la continuidad de Argentina como clave regional, publicado en 2004. Como parte inseparable del devenir latinoamericano, Argentina está ahora obligada a mirarse a sí misma y sacar conclusiones respecto de la conducta de partidos burgueses, sindicatos e izquierdas en las últimas décadas.

Hubo mucha abnegada disposición a la lucha, demasiada frustración, incontables traiciones, pero sobre todo rampante desdén por el esfuerzo para comprender la realidad y actuar sobre ella con base en la teoría científica de la transformación social. Se puede confiar en que el período histórico que ahora mismo se inaugura hallará y forjará a las mujeres y hombres capaces de superar ese legado.

@BilbaoL

“Foucault está claramente sobrevalorado”


Por Héctor González *

El historiador asturiano Francisco Erice publica en Siglo XXI En defensa de la razón. 
Contribución a la crítica del posmodernismo.

En defensa de la razón. Contribución a la crítica del posmodernismo (Madrid, Siglo XXI) es una de las novedades editoriales, obra de Francisco Erice (Colombres, Asturies, 1955) profesor de Historia de Contemporánea de la Universidad de Oviedo/Uviéu.

No se trata, como su propio nombre indica, de un trabajo histórico al uso ya que aborda la crítica al posmodernismo desde una perspectiva global, filosófica y política, aunque sobre todo, desde una intencionalidad de combates por la Historia… marxista.

Y es que si algo caracteriza a este texto es la reivindicación de la vigencia del marxismo y su método de análisis como forma de hacer historia y de entender el mundo frente a las proyecciones posmodernas.

Esta conjugación de crítica hacia la posmodernidad con la defensa del materialismo histórico da como resultado un libro tan interesante como polémico que a buen seguro levantará ampollas y suscitará reacciones contrapuestas, porque sus posicionamientos y argumentaciones tienen la cualidad de no dejar indiferente a ningún lector que se sumerja en su densa narración.

¿Qué es lo que te ha llevado a embarcarte en este trabajo? ¿Cuál es la motivación origen del libro y su necesidad? ¿Qué vacío viene a llenar?

Pensar que se trate de un libro “necesario” o que “llene” algún vacío me parece pretencioso. Me conformo con que resulte útil y estimule el debate. Lo cierto es que comparte argumentos con otros libros que, en los últimos años, han cuestionado las tesis posmodernas y reivindicado la recuperación de un marxismo abierto y no dogmático; en este caso, se aplican especialmente a la Historia. El origen fueron unas Jornadas organizadas por la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM), en las que participé con algunas reflexiones que ahora se profundizan. El estímulo que acabó de dar forma al texto era doble: reaccionar frente a planteamientos posmodernos que constituyen un verdadero “asalto a la razón” y alertar sobre la difusión acrítica de estas ideas entre cierta izquierda política y social.

En defensa de la razón… no es exactamente un libro de historia, aunque se hable mucho sobre historia y sobre los historiadores, tiene además cierto tono de ensayo. Esto no es lo más común entre los historiadores…

Es un ensayo porque carece de la profundidad y sistematicidad que requeriría un “tratado” sobre temas tan arduos, diversos y complejos como los que en él se abordan, y además porque no se plantea como objetivo -lo cual sería nuevamente pecar de pretencioso- cerrar ningún debate, sino contribuir a abrirlo con actitud humilde, pero a la vez deliberadamente polémica.

Haces una crítica muy dura al posmodernismo ya desde la primera página ¿Es acaso una respuesta a la forma en la que el propio posmodernismo ejerce sus críticas?

En general los posmodernos suelen envolver sus críticas en tono petulante, haciendo gala además de un afán de originalidad que suele desembocar infelizmente en el “descubrimiento de mediterráneos” o en una distorsión efectista y sofisticada de la realidad. Todo ello con un lenguaje deliberadamente oscuro, casi de secta, que a veces envuelve contenidos bastante más inocuos o superficiales de lo que aparenta. No sé si mi crítica es dura, pero no lo es menos que otras. Además, no es del todo original. En todo caso nunca niega de manera absoluta la utilidad de algunas ideas que estos pensadores pueden aportar, sino su carácter de alternativa superadora del pensamiento de los que ellos laman “la modernidad”.

Una cuestión que resulta muy llamativa es la crítica que realizas a Foucault por su ambigüedad y falta de método. Generalmente a Foucault se le tiene como todo un referente intelectual que traspasa los límites de la posmodernidad

El tratamiento de Foucault es mucho mas matizado y a la vez más amplio que el que se hace de todos los pensadores posmodernos que aparecen en el libro, porque me parece indudable que el intelectual francés sí ha aportado desarrollos interesantes para los historiadores, quizás más sugerentes que rigurosos. Por eso la crítica incluye esos matices positivos (cosa que apenas aparece por ejemplo en Derrida, Deleuze o Laclau). En todo caso, su falta de sistema propio, la variabilidad de sus posiciones teóricas y coqueteos intelectuales, la arbitrariedad de sus construcciones históricas (o, como preferiría decir él, genealógicas), el uso injustificado que hace de determinados conceptos, la debilidad de su noción de “poder”, etc., son cosas bien sabidas, que a menudo el propio Foucault reconoce a su manera. No sé si es justo decir, como hacía Thompson, que Foucault es “un fraude” o que, como apunta Ginzburg, “no es mas que a nota a pie de página de Nietzsche”, pero sí comparto con ellos -y con otros muchos- que está claramente sobrevalorado.

¿La función crea el órgano? ¿A pesar del rechazo de las teorías posmodernas ha de admitirse que son la consecuencia lógica de vivir inmersos en la posmodernidad?

Aunque una parte del diagnostico que hacen de las nuevas realidades pueda estar justificado, no comparto su aserto radical de que asistimos a un “cambio de época”, o de la crisis terminal de la llamada “modernidad”; del mismo modo que creo que no debe suscribirse, como si de una obviedad se tratara, la idea de la caducidad inexorable de los proyectos emancipadores, ni el relativismo extremo o el escepticismo que niega la realidad material o la causalidad histórica. Me parece difícil suscribir que vivamos en un universo de pura contingencia, o que los contextos sociales no condicionen o determinen los comportamientos colectivos, y que estos deban entenderse como mera construcción del lenguaje. Sí creo que el posmodernismo -que, por otra parte, es muy diverso- responde a una etapa de crisis de las ideas críticas y los proyectos de la izquierda histórica, pero lo nuevo no siempre es mejor que lo viejo; en este caso, no es una respuesta creativa a esas viejas ideas al parecer superadas. Por el contrario, ofrece esquemas bastante funcionales para el nuevo capitalismo en su etapa neoliberal, o al menos inocuos para sus intereses.

Portada del último libro de Francisco Erice

En tiempos de posverdad y subjetividad ¿No viene la realidad a darle la razón al posmodernismo como método a través del que explicar los agrupamientos identitarios y ciertos comportamientos políticos de parte del electorado en muchos países?

Creo que el posmodernismo detecta procesos y síntomas reales (por ejemplo, la diversificación de las contradicciones sociales y culturales), pero elabora con ellos un diagnóstico equivocado (el fin de las viejas contradicciones o la imposibilidad de entender la historia como proceso unitario), y difunde una idea de ruptura (nueva fase) sobredimensionada o errónea. Las “nuevas identidades”, la fragmentación de la clase obrera, la crisis de los proyectos emancipadores, la terciarización de las economías desarrolladas y otras cuestiones que podríamos añadir son procesos reales del nuevo capitalismo, pero no significan ni el fin del capitalismo en sí ni, en sentido estricto, de la “modernidad”, como se dice. Esa obsesión por los “post” tiene algo de marketing y ruido mediático y no pocas dosis de desviación del punto de mira y de enmascaramiento.

“Existe una clara incompatibilidad entre cualquier marxismo que se precie y el posmodernismo”

¿Ha cometido el posmodernismo errores de bulto de interpretación de la realidad? ¿Peca de ser una corriente tan influenciada por su occidentalismo como ella misma criticaba por el ejemplo al marxismo?

Creo que el primer error es su diagnóstico general y su rechazo de la herencia ilustrada, más allá de algunas críticas dignas de ser consideradas a las contradicciones de esta herencia. El antirracionalismo, el rechazo a la ciencia y a toda noción de verdad, el escepticismo nihilista y el relativismo radical, el idealismo pan-lingüístico extremo, nos conducen a callejones sin salida, aparte de sus derivaciones político-sociales potencialmente reaccionarias. Es cierto que Foucault o Derrida han sido calificados de eurocéntricos, término que, en todo caso, conviene no usar de manera indiscriminada y acrítica. El posmodernismo occidental ha suscitado réplicas desde posiciones que a veces, desgraciadamente, no defienden una racionalidad crítica alternativa, sino posturas místicas (por ejemplo indigenistas), anti-racionalistas y contrarias a la ciencia, a la que califican sin matices -creo que erróneamente- de producto “eurocéntrico”. En particular, el escepticismo radical sobre la posibilidad de comprender racionalmente el mundo tiene consecuencias objetivamente reaccionarias y desmovilizadoras (más allá de las intenciones de quienes lo formulan), pues nos impide actuar coherentemente sobre la realidad y nos condena a asumir lo existente o a rechazarlo desde posiciones meramente psicologistas, eticistas o de un voluntarismo extremo.

¿Qué aportes parciales podemos salvar del posmodernismo?

Quizás lo mas salvable -aunque no exactamente de la manera en que estos autores lo plantean-, es la crítica a las teologías del progreso y a ciertas visiones mecanicistas, y una cierta sensibilidad para percibir síntomas que luego son indebidamente diagnosticados, pero que merecen atención. En el campo historiográfico, muchos estudios que utilizan referentes de estos autores o algunas corrientes especialmente influidas por ellos (los estudios culturales o poscoloniales, la nueva historia cultural, una parte de los estudios de género) han hecho aportaciones útiles, incluso muy relevantes. Esto es tanto más cierto cuando hablamos de un uso parcial y matizado de estas ideas y no de su presentación como alternativa completa (como se hace por ejemplo, en la llamada “historia postsocial”). Creo que cabe separar y rescatar esos avances de los planteamientos generales del posmodernismo. Con respeto a la revalorización del campo de lo simbólico o de la subjetividad, no creo que se puedan reducir o incluso atribuir preferentemente al posmodernismo. Una concepción materialista como la que se defiende en este libro debe recoger e incorporar estos elementos a una visión más rica y totalizadora, pero desligándolos precisamente de la visión posmoderna u otros reduccionismos e idealismos; por ejemplo, evitando que el análisis histórico de los elementos simbólicos sustituya o subsuma las realidades materiales, o que la incorporación de la subjetividad (la visión “emic”, las emociones y sentimientos) olvide el nexo social y nos presente a sujetos individuales absurdamente desligados de su vínculo social, lo que Marx llamaba “robinsonadas”; o que, por ejemplo, el reconocimiento del papel de la retórica y el discurso en la construcción de los sujetos y la acción colectiva desemboque en la visión idealista de un lenguaje que funciona como “deus ex machina”, con lógica propia y desligado de los intereses y estrategias sociales.

“No todas las visiones del pasado son igualmente legítimas”

Señalas una dicotomía y un enfrentamiento del posmodernismo con la escuela marxista ¿Hasta que punto son incompatibles? ¿Se puede ser marxista y posmodernista o es una concomitancia imposible más allá de ciertas influencias?

No hay realmente una “escuela marxista” (el marxismo siempre ha sido tremendamente plural) y en realidad tampoco un Posmodernismo absolutamente homogéneo. Claro que se han dado y se dan “maridajes” e “hibridaciones” múltiples, tanto en lo teórico (por ejemplo, entre marxismo y foucaultismo) como en la labor práctica de muchos de los historiadores, que suelen ser bastante eclécticos. Pero, en algunos aspectos claves, me parece que existe una clara incompatibilidad entre cualquier marxismo que se precie y el posmodernismo, cualquiera que sea la holgura con la que se lo defina: racionalismo frente a irracionalismo; visión totalizadora frente fragmentariedad; dialéctica frente a “diferencia” irreductible; determinación frente a aleatoriedad y contingencia; historicidad frente a deshistorización, etc. etc.).

Parece que se ha impuesto la posverdad en las sociedades occidentales ¿Eso cómo afecta a la escrituración de la historia? ¿Cómo combatirlo?

La pomposamente denominada “posverdad” no me parece que represente, en sí, nada nuevo: tergiversar deliberadamente la realidad histórica y utilizar la mentira para determinados fines apelando a las emociones tiene ya una amplia tradición; incluso, lo de negar relevancia en sí a la verdad y su supeditación a la apariencia. ¿Cómo, si no, sobre la base de falsedades, se han justificado a lo largo de la historia tantas declaraciones de guerra, o las persecuciones a minorías, por ejemplo? El tema de la “mentira política”, incluso de su conveniencia, es ya clásico en la filosofía (al menos desde Platón) o la politología (piénsese en las reflexiones de Hannah Arendt). Quizás lo único nuevo es la capacidad casi infinita para difundir las mentiras a través del “ruido” generado en las nuevas redes sociales, que envuelven cada vez más en brumas los límites entre lo verdadero de lo falso y que generan desinformación sobre la base del “exceso de información”. Sería injusto atribuir al posmodernismo la admisión o el elogio de la difusión de “fakenews”, por ejemplo, pero sí hay elementos en la perspectiva posmoderna que contribuyen a crear un clima favorable: los ataques a la razón, el relativismo y la tendencia a no diferenciar realidad y ficción, o la apelación a las emociones como forma de generar vínculos políticos colectivos.

¿Está la universidad preparada para formar estudiantes que puedan formarse teórica y metodológicamente sobre estas cuestiones? En definitiva ¿Enseña la universidad a pensar o reflexionar sobre asuntos trascendentes para la ciencia, la sociedad y el individuo?

Desde la universidad que yo conocí como estudiante o cuando me incorporé a ella, las cosas han cambiado mucho. Por ejemplo, en mi gremio, el de los historiadores, el nivel de competencia profesional, de apertura al mundo exterior, es hoy comparable al de otros países de nuestro entorno, no desmerece en absoluto. Otra cosa distinta son los planes de estudio, que no fomentan particularmente, por ejemplo, el acceso por parte de los estudiantes a los conocimientos o los métodos de otras disciplinas (Sociología, Antropología, etc.). La retórica de la interdisciplinariedad choca con esa realidad limitativa. Esto se palía en parte con el papel que desempeñan los másters, pero sigue predominando, en la formación básica de los estudiantes, una visión disciplinar demasiado cerrada, que luego quienes optan por la investigación deben, obviamente, superar.

Entrando en el marxismo, Marx señaló la importancia de la intervención en la sociedad frente a la interpretación de la misma con el objetivo de transformar la realidad. Las facultades de historia, marxistas o no, parecen tener poco interés por transformar la sociedad y menos por interpretarla ¿Están le han dado los historiadores la espalda al mundo?

Yo creo que es precisamente uno de los signos de la impronta posmoderna, aunque no solo de ella. Los posmodernos no creen que la Historia nos ofrezca instrumentos útiles para analizar críticamente el presente y actuar sobre él; en muchos casos, incluso se cuestionan la necesidad de la Historia como tal (Keith Jenkins habla de una futura sociedad “sin Historia”, que no se moleste en “historizar el pasado”). La universidad es parte de la sociedad, y si ésta última se encuentra relativamente desmovilizada y desideologizada, ¿cabe pensar que eso no afecte a la universidad? Con todo, en esta universidad, quizás mayoritariamente conformista en lo político-social y entregada al saber erudito o profesional sin cuestionarse en exceso su función social, existen focos de pensamiento crítico bastante más amplios de que una visión superficial nos puede hacer pensar.

“Reivindico la recuperación de un marxismo abierto y no dogmático”

¿Se corre (cierto) riesgo de reducir la historia a un mero saber erudito?

Dejando claro que la buena erudición y el adecuado andamiaje metodológico son fundamentales para elaborar una Historia crítica, lo que sí creo que predomina entre los historiadores es un cierto sentido gremial que tiende a eludir los debates y las controversias de fondo, en una especie de tolerancia y “fair play” mal entendidos. Creo que se pueden y deben definir posiciones -como modestamente quiere hacer este libro- y a la vez reconocer el valor del trabajo de quienes no las comparten.

Te expongo la siguiente frase: Marx es un autor al que lo han leído muchas menos personas de las que lo presumen y de las que lo han leído, una gran parte no se ha enterado de gran cosa. Creo que es verdad lo que dices, aunque ahora ni siquiera esté de moda citar a Marx ni presumir de haberlo leído, salvo para emitir un desdeñoso juicio de distanciamiento o condescendencia; es más frecuente (a la vez que respetable e “historiográficamente correcto”) encontrar, en los índices onomásticos de los libros o en las notas a pie de página, nombres como Geertz, Bourdieu, Hayden White, Ricoeur o Foucault. Cabe destacar, en todo caso, que no pocos historiadores no marxistas siguen reivindicando la utilidad de Marx, incluso muchos que piensan que el marxismo debe purgar su vinculación a proyectos políticos y experiencias históricas que les desagradan. Por supuesto que hay que leer (o releer) a Marx, pero yo recomendaría sobre todo empezar por leer a tantos marxistas actuales, ortodoxos o heterodoxos que han estado y están planteando en las últimas décadas reflexiones verdaderamente importantes para comprender el mundo y las sociedades actuales y pasados (Friedric Jameson, Terry Eagleton, Daniel Bensaïd, Ellen M. Wood, Robert Brenner, David Harvey, Georges Dumenil, Domenico Losurdo, Alex Callinicos, Erik Olin Wright, Heidi Hartmann, Perry Anderson, Silvia Federici, etc. etc.). Pese a la crisis y el retroceso de las últimas décadas, el pensamiento marxista o marxistizante ha seguido vivo.

Hobsbwam y Thompson se erigen como los principales referentes de la historiografia marxista. Haces hincapié en lo que ambos autores pueden aportar al estudio de la historia y las sociedades, sin embargo… ¿Lo aportan realmente?

Hobsbawm y Thompson, como exponentes destacados de la historiografía marxista británica, son referentes fundamentales aún hoy de un tipo de Historia social crítica y abierta a lo cultural. Los planteamientos de ambos tienen puntos de conexión, pero también diferencias que sería largo explicar. Los dos escriben con un pulso literario verdaderamente rico y atractivo. Su influencia es amplia (Thompson es el más citado en la segunda mitad del siglo XX y Hobsbawm probablemente el más traducido y parece que uno de los más leídos). Pero su huella evidente, que va mas allá de la disciplina histórica, no supone que sus posiciones historiográficas sean hegemónicas. El “modelo” thompsoniano de la formación de la clase obrera y algunos de las nociones que utiliza (como las de “experiencia” o “economía moral”) sí han ejercido un amplio influjo, aunque a menudo más superficial que profundo. En el caso de Hobsbawm, la influencia se refiere, más que a su planteamiento general marxista, al abordaje de temas o campos concretos (nacionalismos, bandolerismo social, protestas primitivas, etc.), o a sus sugestivas y diestramente construidas obras de síntesis, como la Historia del Siglo XX. Ambos proporcionan mimbres y sugerencias útiles para la posible reconstrucción de una historia marxista en el siglo XXI, pero junto con otras muchas, y en modo alguno podemos erigirlos como cánones directamente reproducibles, y sus aportaciones no deben ser sacralizadas.

Viene muy a cuento la siguiente anécdota: una vez me tacharon los planteamientos de Thompson sobre el concepto de clase como categoría histórica y el término de experiencia como planteamientos posmodernos.

Una caracterización así podría provenir de alguien a quien “le suene” Thompson sin haberlo leído y que participe de una visión dogmática o mecánica, propia de un cierto marxismo trasnochado. Thompson no comparte en absoluto los postulados del posmodernismo, salvo que por tal se entienda -lo cual es bastante absurdo- subrayar la importancia de los factores culturales u otorgar un papel importante a la acción social humana frente a la “determinación estructural”. ¿Cómo calificar de posmoderno a quien siguió hasta el final manifestando su repudio al “subjetivismo de moda y al idealismo”, o que defendía “estudiar el proceso social en su totalidad”?

La historiografía social española no ha logrado demasiado éxito cuantitativo y sigue predominando lo que podemos definir como la vieja historia, ni siquiera la posmoderna ha tenido un eco relevante dentro de nuestras fronteras. Sin embargo esta circunstancia, más allá de ocasionales lamentos no ha generado excesivas reacciones ¿Qué te sugiere esta cuestión? ¿Se hace necesario un combate frente a la vieja historia como el que se plantea frente a la posmodernidad?

No comparto que la historiografía española esté atrasada o al margen de lo que se hace en otras historiografías. La batalla contra una Historia tradicional y la incorporación de la renovación historiográfica del siglo XX ya se ha consumado plenamente, y yo diría que con bastante éxito, al menos en lo que se refiere a la Historia Contemporánea, que es la que mejor conozco. Paralelamente, fueron llegando a nuestro país influencias posmodernas o corrientes y tendencias que las incorporan. En esto como en otras cosas, España es cada vez es menos “diferente”.

“La posverdad no representa nada nuevo”

Los historiadores más relevantes de las últimas décadas, al menos en contemporánea, no son para nada posmodernos. Los más peligrosos como Pío Moa, tampoco.

La labor del llamado revisionismo afecta menos a la investigación histórica propiamente dicha que a su difusión. Pío Moa es simplemente un vulgarizador, en el peor sentido de la palabra. Estos personajes ni suelen ser historiadores profesionales ni ejercitan métodos de investigación homologados por la Historia académica, como sucede también, por ejemplo, con María Elvira Roca Barea y su “best seller” Imperiofobia y leyenda negra. Sus libros no son resultados de prácticas historiográficas legítimas más allá de su intención conservadora o reaccionaria, sino de operaciones de marketing, que responden a rearmes ideológicos de una nueva derecha agresiva y autoritaria (el “aznarismo”, Vox y la actual deriva ultra de la derecha conservadora). La crítica historiográfica a los mismos resulta relativamente fácil, incluso a productos algo más sofisticados (pienso por ejemplo en los trabajos sobre la Segunda República o el Frente popular español de Álvarez Tardío, Rey Reguillo y otros). Pero la difusión es más difícil de controlar, porque responde a parámetros y a voluntades que nada tienen que ver con la calidad. Tal vez los historiadores mas críticos y rigurosos deberían plantearse combinar o compaginar la investigación seria con una difusión amplia más eficaz.

Pero Moa o Roca Barea no son modelos para los nuevos historiadores. Me preocupan más las modas entre los jóvenes investigadores, tan pulcramente formados en la metodología y los procedimientos de la investigación y a veces carentes de cautelas críticas (o de reservas ideológicas, incluso) que los pongan a salvo de ciertas modas temáticas o tics teóricos, que les ofrecen un reconocimiento gremial que útil en su carrera académica. Ahí es donde el virus posmoderno tiene un amplio campo de posibilidades de reproducirse, y citar a Judith Butler, Laclau o Clifford Geertz funciona como una especie de rito de paso grupal.

Al final del libro apuestas por una historia con fuerte compromiso político y planteas la necesidad de “repolitizar la historia”

“Repolitizar la historia” en el sentido que lo planteo no es utilizarla como arma arrojadiza o reducirla a la condición de arma de combate en menoscabo del rigor de su construcción, sino ubicar la disciplina donde siempre, consciente o inconscientemente, ha continuado estando: en el terreno de la legitimación o la crítica de los sistemas sociales y culturales. Es recuperar la idea del valor de la Historia para comprender el presente y atisbar el futuro, frente al rechazo posmoderno de la utilidad de la disciplina y su consideración de la misma como forma de arte o producto literario. En ese sentido, “repolitizar la Historia” sí podría considerarse una consigna anti-posmoderna.

¿Estas afirmaciones nos lleva a plantearnos el problema de la objetividad

Es, desde luego, un problema fundamental, pero abordarlo en profundidad exigiría una nueva entrevista. Como ciencia humana o social, obviamente, la Historia no nos proporciona certezas equivalentes a las de las ciencias naturales, porque el historiador está personal y socialmente implicado en los procesos históricos que analiza (no sucede lo mismo con las reacciones químicas o los procesos físicos). Pero eso no significa que, como dirían los posmodernos, cualquier visión del pasado sea igualmente legítima, o que la práctica de los historiadores se sitúe al mismo nivel que las de cualquier otro mecanismo de acceso al pasado (por ejemplo, no es lo mismo Historia que Memoria). Además de los principios deontológicos y éticos del historiador, existen mecanismos de depuración de las fuentes, criterios heurísticos y principios metodológicos que nos permiten reconstruir con rigor los datos y por ende, con los pertinentes matices, los procesos. Los propios controles gremiales actúan como filtros, teóricamente separando la mena de la ganga, pero por supuesto con la interferencia inevitable de intereses sociales. Pero, obviamente, la cuestión es compleja.

* Héctor González es historiador, sindicalista y anarquista.