jueves, 22 de noviembre de 2012

Un femicidio cada 18 horas



INTERNACIONALES En el 2009 hubo un golpe de Estado en Honduras, que además de terminar con la democracia aumentó los femicidios, fomentó que las mujeres se instalaran en sus casas y prohibió la anticoncepción de emergencia. La poeta y activista del Frente Nacional de Resistencia Popular Melissa Cardoza vino a la Argentina a presentar su libro y a seguir pidiendo la solidaridad internacional para enfrentar la brutalidad instalada en su país

Por Luciana Peker

La dictadura ya no es una palabra que se use descaradamente. Se cuela entre destituciones irregulares y se presenta como democracia. La democracia se pierde entre destituciones y se vuelve una dictadura pero avalada, muchas veces, por elecciones que les siguen a las destituciones. La dictadura y la democracia se transforman en palabras sin sentido desde que en Honduras un golpe derribó a Manuel (Mel) Zelaya el 28 de junio del 2009, y el presidente elegido por el pueblo no pudo volver a gobernar. Igual que lo que pasó con Fernando Lugo, en Paraguay, el 22 de junio del 2012, más cerquita de Argentina, una realidad que no puede dejar de mirarse sino como amenaza, como una distorsión latente de las democracias hermanas.

Hay personas que ya dieron vuelta la página. Y otras que siguen luchando por una democracia real y porque las palabras puedan cambiar por su propia magia pero no por la invención histórica de una nueva manera de golpear. Este es el caso de Melissa Cardoza, escritora y feminista del Frente Nacional de Resistencia Popular y autora del libro 13 colores de la resistencia hondureña, que se presentó el 8 de noviembre en el espacio porteño de Tierra Violeta. Hay veces que las palabras son una causalidad inherente.

Melissa nació en La Esperanza, allá en Centroamérica, y por estos días la recupera con señales de solidaridad, en su visita a la Argentina.

¿Cómo cambió Honduras a partir del golpe de Estado?

–Nosotras estábamos viviendo una brevísima y muy deficiente democracia patriarcal, pero con algunos avances en aspiraciones colectivas de mejoramiento de la situación del país. El gobierno de Zelaya fue girando hacia un lado más progresista y fue generando expectativas en el pueblo hondureño: su vinculación al ALBA, su negación a seguir algunas líneas de los norteamericanos en cuanto a las políticas de Estado, su idea de recuperar como un espacio civil una base norteamericana. También se incrementó el salario mínimo desde el Estado. Zelaya tomó algunas medidas que hicieron que el pueblo estuviera un poco más contento. Honduras es un país muy precarizado: con una gran riqueza de bienes naturales, pero que ha sido siempre un enclave de norteamericanos con las bananeras y las trasnacionales. Y lo sigue siendo. Hay una avanzada militar muy grande que ha aumentado con el golpe de Estado. También se deterioraron las condiciones de vida. Aumentó la pobreza a un nivel brutal y se disparó la violencia.

¿Cómo influye el aumento de la violencia en las mujeres?

–Aumentaron los femicidios. Al incrementarse la militarización y la cantidad de hombres con armas en cualquier país, la situación de las mujeres se precariza más. La seguridad de las mujeres y sus cuerpos: la agresión sexual y los femicidios son una realidad. Honduras siempre tuvo muchas muertes de mujeres. El triángulo Honduras, El Salvador y Guatemala es un triángulo femicida, pero ahora es de una brutalidad que nunca vimos. Hay un femicidio cada 18 horas. Nosotras mismas estamos aterradas con lo que pasa. Aunque redoblamos el trabajo político y la lucha es muy dura porque la contraofensiva es brutal. Hay una brutalización de las condiciones de vida de las mujeres, que tenemos que trabajar mucho más. Hay menos comida y aumentó la prostitución.

¿Qué pasa con los derechos sexuales y reproductivos?

–Es un país ligado al fundamentalismo religioso desde la constitución como república. Siempre lo fue. Hubo un intento de separación de la Iglesia del Estado, pero no se logró por la gran dependencia de la Iglesia Católica. Sin embargo, ahora aumentó el fundamentalismo católico, pero también el evangélico. Hay una gran cantidad de iglesias evangélicas que intentan controlar el cuerpo de las mujeres y lo logran. La cultura religiosa está entronizada en el Congreso y en los puestos políticos importantes de la salud y educación. Las decisiones pasan por las convicciones religiosas de los funcionarios que tienen la responsabilidad de penalizar la anticoncepción de emergencia. Es un dato muy concreto que a partir del golpe se declara ilegal la píldora del día después, tanto la información y la distribución como la venta. Hay una campaña tremenda para que las mujeres vuelvan a sus casas. Se responsabiliza a las mujeres del brote de violencia y se dice que eso pasa porque las madres no cuidan a sus hijos, andan en la resistencia y salen a la calle. Se han redoblado todos los discursos represores y culpabilizantes.

¿Por qué participaste del Encuentro de Mujeres realizado en Posadas, Misiones?

–Como feminista tengo la convicción del internacionalismo y tenía mucha curiosidad de ver tantas mujeres juntas. Me parece una situación muy inspiradora. Nosotras queremos organizar un Encuentro en Honduras con esta lógica de ser autoconvocadas y de ir con nuestras preocupaciones pero también escuchar. Además hay que salir de Honduras cada tanto porque es muy duro estar ahí. Yo pienso que la solidaridad feminista tiene que cruzar la dictadura y los patriarcas. Los movimientos hicieron posible una solidaridad muy grande en el momento del golpe, pero ahora, al ser reconocido el régimen actual, se supone que en Honduras ya no pasa nada, pero necesitamos romper eso y seguir luchando.

Más información: 13colores.blogspot.com

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