sábado, 13 de diciembre de 2014
Honduras 2015: Más pobreza, más terror y reelección
Por Ricardo Arturo Salgado
Estamos cerrando el año con noticias que acaparan titulares: se construyó el árbol de navidad humano más grande y se registró en el libro Guinness de récords; la violencia crece en la misma medida que la militarización de la sociedad, y Juan Orlando Hernández anuncia con bombos y platillos la firma de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
Como en todas partes del mundo, los titulares los llenan las cosas más escandalosas; aquí asesinaron a una miss Honduras y la noticia estuvo en todos los titulares del mundo que conocemos (y que nos conoce), el resto de los asesinatos sigue cayendo en la máquina de las cifras, esa que condena al olvido y al anonimato a miles de seres humanos en esta tierra olvidada, pequeña pero vital para los planes geoestratégicos del imperio y para el futuro de la Patria Grande.
La sola firma de acuerdo con el FMI, después de 5 años del Golpe de Estado y la suspensión de tales acuerdos, implica directamente el despido de miles de hondureños y hondureñas, que pasaran a engrosar las ya escandalosas cifras del desempleo, el aumento de las tarifas de los servicios públicos, y la eliminación de la inversión social. Si hasta la fecha, la propaganda de la oligarquía aplaudía a este gobierno por sus “avances en seguridad”, habrá que ver que hacen los mercadólogos para presentar con buena cara este agujero negro que atrae hacia sus entrañas toda la riqueza, ahora incluso las migajas, mientras los que quedan fuera no son capaces de distinguir entre lo que es alimentación y lo que es comida.
Lamentablemente, lo que pasa dentro de Honduras está muy oculto, y tampoco da para llenar los titulares. Como en todas las conspiraciones, la única prueba aceptable es el cadáver, y aunque aquí tenemos de esos por miles, falta que sean más conocidos o que puedan “asustar” a la opinión publica. Pero no somos solo un país de víctimas, hay coraje, predisposición revolucionaria y Juan Orlando Hernández no es el único actor con palabra en esta tragedia.
Existe una lucha permanente, creciente, que quizá merece más atención de sus dirigentes, mejores planteamientos de lucha y más visión política para entender la marcha inexorable de un pueblo que sufre los embates descarados sabiendo que el tiempo cuenta, y que las horas hacia las victorias son menos.
Juan Orlando Hernández ha luchado por dar la imagen de dictador (y nosotros muchas veces hemos caído en ese juego), y con cientos de militares a su espalda se pasa el tiempo lanzando imágenes amenazantes de que el todo lo puede y que el miedo nos pertenece a las mayorías mientras la clase que él representa puede hacer lo que quiera contra el pueblo en medio de la mayor impunidad que se conoce.
Esta imagen de consumo interno se produce mientras nadie se da cuenta en el exterior lo que aquí sucede. Él se vende como lo hizo Uribe en la década pasada, masacrando al pueblo colombiano, incluso agredía otros países de la región pero, imperio gratia, daba a la opinión pública internacional la idea de que su democracia estaba en comprometida con la integración.
Hoy el mundo debe saber que el régimen trabaja laboriosamente en convertir la persecución política en un asunto de delincuencia común. Los ladrones de todos los tiempos, los que siguen saqueando escandalosamente este país, son también jueces que pretenden sacrificar a aquellos que se plantaron por validar la voz del pueblo soberano. Son los mismos, que han manchado de sangre el país, sin juzgar un solo caso hasta la fecha. En Honduras no hay exiliados, ni perseguidos políticos; hay corruptos, ladrones, narcotraficantes, un candidato perfecto para que le castigue cual Sodoma y Gomorra, y los jueces, que no condenan a nadie, que tienen los vínculos con el narcotráfico, que condenan inocentes, que protegen ladrones y corruptos, que son cómplices por omisión de crímenes horrendos, son los grandes señores que se rasgan las vestiduras, y que persiguen a los luchadores.
Es tan singular la situación, que hasta los pastores piden la pena de muerte y dicen que Dios ha otorgado esta singular prerrogativa a los Estados, por aquello del no matarás. Claman por que se le otorgue al matador la licencia de matar.
Hernández, hombre de poca imaginación, pero muy tenaz y con el pleno respaldo de al menos un sector poderoso de la oligarquía golpista, ha preparado a lo largo de 2014, la idea de que el buscará la reelección. No ha hecho pública una declaración al respecto pero es discusión en todas partes, nadie ignora la intención. Con ello envía un mensaje más de fuerza, además, para quienes han olvidado que aquí se dio un Golpe de Estado Militar (igual que Peña Nieto pide que olviden Ayotzinapa, cualquier parecido No es coincidencia), aquí este señor puede hacer lo que le plazca, no existe ninguna ley o institución que pueda cambiar las cosas, todo se maneja vía soborno o chantaje. Solo funciona el ejército, y ese también tiene precio, y sigue órdenes expresas del Comando Sur.
Esto se traduce simplemente en que nuestro único camino es luchar contra toda la adversidad, sin esperar de ellos absolutamente nada.
El tema de la reelección cobrará gran relevancia, y está claro que derrotar este circo abominable solo será posible si salimos del miedo, del estado de conmoción en que vivimos escondidos, y asumimos que la misión de todo el pueblo es tomar la iniciativa. La reelección lejos de ser un problema es un escenario más, y tenemos muchos argumentos para aceptar el reto de derrotar a este enemigo en su propio campo, aun con sus propias reglas. No es con las leyes que ellos nos den o no que tendremos esperanza, es con la determinación de luchar, aceptar los retos, y derrotar al enemigo en todas las líneas. Con nuestro pueblo organizado y movilizado no existe ningún fraude que nos pueda detener.
La reelección de Juan Orlando Hernández no es algo que no podemos vencer, es tiempo del valor, de levantarnos a luchar todos los días, y por fin terminar con la pesadilla.
A los pueblos hermanos, simplemente que no quiten sus ojos de este pequeño lugar en el orbe, aquí seguimos en combate, y venceremos.
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