miércoles, 4 de septiembre de 2013
Medios de incomunicación de masas y las lógicas del discurso
Rebelión
Por Luis E Sabini Fernández
Saber que los medios de incomunicación de masas mienten, tergiversan, configuran incluso la realidad es cada vez, afortunadamente, más sabido y experimentado y gracias a ello, vemos brotar, intersticialmente, una contracultura, una contrainformación que procura, con altibajos, con tropezones, acercarnos briznas de verdad, de entendimiento racional, de comprensión.
Los medios de incomunicación de masas, empero, persisten en su nefanda acción como si nada los perturbase, como si sus proclamas fueran lo necesario, lo justo, lo verdadero.
Lo vemos en todos los órdenes de la vida. Predican salud vendiendo venenos en los alimentos, predican la paz expandiendo el terror por todo el planeta y en particular por algunos de los territorios, como el África o el universo árabe.
Nada de esto es nuevo. Y somos cada vez más los que lo sabemos. Pero me sigue asombrando cómo se atreven a saltearse los elementos básicos del juicio, del sentido común.
Distintas fuentes noticiosas nos han informado de la infame y atroz muerte de más de mil seres humanos en Siria, muchos niños, sin fuego, sin balas, presumiblemente envenenados por aire. Ha sido en las afueras de Damasco, en un sitio llamado Ghuta. Ha tenido lugar, justo en vísperas de la visita-inspección de la ONU para verificar el uso de gases tóxicos como arma de destrucción masiva sobre la población siria.
Un ejemplo que tomamos de Página 12, Buenos Aires, 22/8/2013 [sin firma]: “Niños asesinados con armas químicas”. El epígrafe introductorio reza: “La oposición siria acusó al régimen de utilizar armas químicas […] provocando una ‘matanza’ con más de 1300 víctimas. Asad lo niega, pero hay fotos”.
¿Que mostrarían las fotos para demostrar lo que se enuncia?: ¿A Asad o a sus tropas arrojando el gas?, ¿a vehículos directa o indirectamente identificados? No; se trata de niños muertos, matados, amortajados. Los cadáveres, empero, no portan carteles indicadores, pistas sobre sus asesinos.
La info prosigue: “El ataque se produjo en momentos en que expertos de la ONU se encuentran desde el domingo [18 de agosto] precisamente para investigar las acusaciones de ataques con armas químicas que se lanzan los dos bandos.”
Veamos otro subtítulo con “la noticia” que ya ha tomado calor, que prácticamente se ha incendiado: “Si bien la ONG francesa [Médicos sin Fronteras] no acusó a una u otra parte al comprobar su uso de armas químicas en hospitales sirios donde trabajan, el ministro de RR.EE. Laurent Fabius incriminó directamente al régimen de Assad.” [Página 12, “Primera prueba independiente del gas, E. Febbro, 25/8/2013]. Y en el artículo se cita al mencionado ministro: “Todas las informaciones de que disponemos convergen para decir que hubo una matanza química cerca de Damasco y que es el régimen de Bashar Al Assad el que la inició.”
El salto “mortal” para pasar de la descripción (envenenamiento colectivo) a la inferencia (de quién lo hizo) se hace sin red. Que por lo visto, no importa. El lector es un ente suficientemente pasivizado, para que absorba estas versiones sin más.
La secuencia habitual en los medios de incomunicación de masas ha sido, en el caso de los habitantes sirios envenenados masivamente a mediados de agosto:
1) miles de muertos, incluidos niños
2) sin balas a la vista, ergo envenenamiento.
El eslabonamiento 1) a 2) parece “elemental”, como diría Holmes.
3) salteándose todos los eslabones necesarios, imprescindibles, los medios de incomunicación de masas agregan el tercer eslabón: Assad, el gobierno, lo hizo.
¿De dónde proviene esta conclusión sencilla, directa, simple? Tal vez sigue apenas aquella Ley de Murphy según la cual “Los problemas complejos tienen soluciones erróneas que son fáciles de comprender”. Tal vez, es tanta la impudicia, es tanta “la autoridad autoritativa” con que nos machacan cada día, que uno podría pensar en algo más. En algo más interesado y menos casual.
Porque el eslabón elemental luego de 1) y 2) debería ser: busquemos pruebas e indicios que nos den pistas para llegar a los responsables de tan atroces actos. Pero eso, parece innecesario. Pese a que el gobierno sirio niega radicalmente su autoría y que acusa, en cambio, a “los rebeldes”. Los “rebeldes”, por su parte, han acusado categóricamente, al gobierno de Assad.
Lo que tendría que hacer quien quiera resolver este intríngulis sería buscar pruebas, concatenaciones, la lógica de los acontecimientos.
Por ejemplo, es altamente improbable que un gobierno que opte por gasear exterminando a su población lo haga precisamente días antes de la visita de inspectores de la ONU sobre el mismo tema. Siempre que tomara –un gobierno– semejante partido (… cuesta ponerse en semejante tesitura) lo haría optativamente a distancia temporal, antes de dicha inspección o luego de realizada. No justo cuando vienen a… controlar eso.
A mi modo de ver, y con un átimo de picaresca, tiendo a ver la secuencia como calcada de lo que en ajedrez se llama una celada. Lo que se suele atribuir al pez diablo “haciendo” el trabajo preparatorio para las pirañas; apenas herir a un bañista, humano, vacuno, tapir o ciervo, y que el atacado no atine a ponerse a resguardo con lo que en pocos minutos será rodeado, atacado y mordido por cientos o miles de palometas asesinas que mondan un esqueleto de cien kilos en pocos minutos…
Aquí alguien hace una atrocidad. Dirige la búsqueda y zás, ya tenemos al culpable.
Algo, empero, difícil de desentrañar. Porque el régimen baasista sirio no ha sido particularmente benigno con los discrepantes, disidentes, opositores. El autoritarismo ha resultado bastante congénito a este tipo de regímenes. Y ha incluido gaseos mortales a opositores. Pero a su vez, los “rebeldes”, es decir la cruzada antiislámica de la OTAN, del eje EE.UU-R.U.-Israel, nos resulta el poder más terrorista y menos democrático que vivimos hoy en día (aunque justamente se presente como que lucha contra el terrorismo y que es campeón de la democracia). Con sus cárceles clandestinas −una suerte de Plan Cóndor planetario−, con sus drones y sus “daños colaterales”, su desprecio por las vidas ajenas (ajenas al corpus propio, a la “rubiez” anglosajona, al pueblo elegido judío), sus falsificaciones permanentes (la explosión del Maine, 1898; Pearl Harbour, 1941; Bahía de Tomkin, 1965; el desmantelamiento de World Trade Center, 2001; las armas de destrucción masiva de Irak, 2003 y un larguísimo etcétera, como el comunismo guatemalteco vencido por Castillo Armas en 1954) no nos resultan en absoluto confiables y nos lleva a ser muy cautos antes la acusación “rebelde”, tan “occidental”, por los asesinados en Siria.
Conocer para juzgar sigue siendo mejor que juzgar para conocer.
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