viernes, 27 de septiembre de 2013
El pueblo contra el gorila de 800 libras de peso
Por Jean Bricmont * y Diana Johnstone **
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Los últimos diez días han sido testigos de lo que podría ser el principio de un momento crucial lejos de las guerras sin fin en Oriente Próximo. En armonía con la mayoría de las personas del mundo, la opinión pública de Estados Unidos ha rechazado claramente la intervención militar estadounidense en Siria. Pero para que este giro lejos de la guerra sea total y duradero es necesario conocer mejor las fuerzas que han empujado a Estados Unidos a estas guerras y que seguramente seguirán haciéndolo hasta que sean rechazadas clara y abiertamente.
Un amigo estadounidense que conoce bien Washington nos dijo hace poco que ahí “todo el mundo” sabe que en lo que se refiere a la campaña por la guerra en Siria quien dirige la política estadounidense es Israel. Entonces, replicamos, ¿por qué quienes se oponen a la guerra no lo dicen claramente ya que si el público estadounidense lo supiera el apoyo a la guerra se vendría abajo? Por supuesto, sabíamos cuál era la respuesta a esta pregunta. Temen decir todo lo que saben porque uno echa la culpa al lobby proisraelí, los medios de comunicación le califican de antisemita y su carrera está acabada.
Una persona que pasó por esta experiencia es James Abourezk, ex senador de Dakota del Sur, el cual testificó: “Puedo decirle por mi experiencia personal que, al menos en el Congreso [estadounidense], el apoyo que Israel tiene en este organismo se basa completamente en el miedo político, miedo a ser derrotado por cualquiera que no hace lo que Israel quiere que se haga. También puedo decirle que muy pocos miembros del Congreso, al menos cuando yo pertenecía a él, tienen afecto alguno por Israel o por su lobby. Lo que sienten es desprecio, pero lo silencia el miedo a que se sepa lo que realmente sienten. He oído muchas conversaciones de pasillo en las que miembros del Senado expresan su amargura por cómo el lobby les manda pensar de otra manera. En privado se oye la aversión por Israel y por las tácticas del lobby, pero ninguno de ellos quiere arriesgarse a ganarse la animadversión del lobby haciendo públicos sus sentimientos”.
Abourezk añadía: “Las únicas excepciones a esta norma son los miembros judíos que, en mi opinión, sin sinceros en sus esfuerzos para que el dinero estadounidense siga fluyendo a Israel. Pero esta minoría no hace una política imperialista estadounidense” [1].
Como no aspiramos a formar parte del Congreso, somos libres de analizar esta extremadamente delicada cuestión. En primer lugar examinaremos las pruebas del papel crucial del lobby proisraelí y después abordaremos algunas objeciones.
Como prueba debería ser suficiente citar algunos de los titulares recientes de la prensa estadounidense e israelí.
En primer lugar, según Times of Israel (que no es exactamente un periodicucho antisionista): “Se considera que la inteligencia israelí es fundamental para los argumentos estadounidenses en contra de Siria” [2] (quizá el hecho de que sea “fundamental” también explica por qué es tan discutible [3]).
A continuación, en Haaretz [4]: “El AIPAC va a desplegar a cientos de miembros de lobby con el fin de presionar para que se actúe contra Siria”. O bien en U.S. News and World Report [5]: “El lobby proisraelí trata de cambiar la opinión acerca del debate sobre Siria en el Congreso”. Según Bloomberg [6]: “Adelson es el nuevo aliado de Obama ya que los grupos judíos respaldan el ataque a Siria”. Los peores enemigos de Obama se convierten en sus aliados siempre que haga lo que quieren los “grupos judíos”. Hasta los rabinos entran en el baile: según Times of Israel [7], “Los rabinos estadounidenses urgen al Congreso a respaldar a Obama en relación a Siria”.
El New York Times explicaba parte de la lógica que sustenta esta presión: “Altos cargos del gobierno afirmaron que el influyente lobby proisraelí AIPAC ya estaba trabajando para presionar en favor de una acción militar contra el gobierno de Assad, al temer que si Siria se libra de la represalia estadounidense por el uso de armas químicas, en el futuro esto puede envalentonar a Irán para atacar a Israel. […] Un alto cargo del gobierno que, como otros, declinó ser identificado a la hora de discutir la estrategia de la Casa Blanca, llamó al AIPAC ‘el gorila de 800 libras de peso en la habitación’ y afirmó que había que decir a sus aliados en el Congreso que ‘si la Casa Blanca no es capaz de hacer respetar esta línea roja en contra del uso catastrófico de armas químicas, tenemos un problema’”.
Lo que es todavía más interesante es que, según M.J. Rosenberg [8], el New York Times suprimió esta parte del relato, lo cual es acorde con el hecho de que el lobby prefiere actuar discretamente.
Ahora las objeciones:
Evidentemente, existen otras fuerzas aparte del lobby de Israel que están presionando para que haya guerra. Es cierto que algunos países vecinos como Arabia Saudí o Turquía también quieren destruir Siria por sus propias razones. Pero ni por asomo tienen en Estados Unidos la influencia política que tiene el lobby de Israel. Si los príncipes saudíes utilizan su dinero para tratar de corromper a unos cuantos políticos estadounidenses, esto se puede denunciar fácilmente como una interferencia de un potencia extranjera en los asuntos internos de Estados Unidos. Pero no se pude acusar de lo mismo a la influencia israelí debido a la norma de la mordaza de oro: cualquier mención de semejante influencia se puede denunciar inmediatamente como el típico comentario antisemita en contra de un no existente “poder judío”. En referencia a lo perfectamente obvio, incluso se pueden relacionar las actividades públicas del lobby de Israel con vender una “teoría de la conspiración”.
Pero muchos de nuestros amigos insisten en que lo que mueve cada guerra son los intereses económicos. ¿Acaso no se va a emprender esta última guerra porque unos grandes capitalistas malos quieren explotar el gas sirio o utilizar el territorio sirio para un oleoducto o abrir la economía siria a las inversiones extranjeras ?
Existe una tendencia generalizada y que comparte gran parte de la izquierda, especialmente entre aquellas personas que se consideran marxistas (el propio Marx tenía muchos más matices respecto a esto) a pensar que la guerras se tienen que deber a unos cálculos cínicamente racionales de los capitalistas. Si esto fuera así, se podrían considerar que las guerras“por el petróleo” son “en interés nacional”. Pero este punto de vista considera que el “capitalismo” es un actor unificado que da órdenes a políticos obedientes sobre la base de cálculos cuidadosos. Como afirmaba Bertrand Russell, esta supuesta racionalidad ignora “el océano de locura humana sobre el que flota de forma poco segura el frágil barco de la razón humana”. Las guerras se han emprendido por todo tipo de razones que no son económicas, como la religión o la venganza o, simplemente, mostrar poder.
Las personas que piensan que los capitalistas quieren la guerra para obtener beneficios deberían observar el consejo de dirección de cualquier gran empresa: los capitalistas necesitan estabilidad, no caos y las últimas guerras solo traen más caos. Los capitalistas estadounidenses están haciendo fortuna en China y Vietnam ahora que estos países están en paz con Estados Unidos, lo cual no fue posible mientras duraron las hostilidades. Por lo que se refiere al argumento de que necesitan guerras para saquear riquezas, se puede observar que Estados Unidos ahora compra petróleo a Iraq y lo mismo hace China, pero China no tuvo que arruinarse en una costosa guerra. Al igual que Iraq, Irán o Siria están deseando vender sus riquezas y lo que impide este comercio es el embargo comercial impuesto por Estados Unidos. Por lo que se refiere a la tesis de la “guerra por el petróleo” en el caso de Libia, The Guardian informó recientemente que “Libia se enfrenta al momento más crítico desde el derrocamiento de Muammar Gaddafi con grupos armados que bloquean los campos y terminales de petróleo, bajan la producción a una décima parte de su nivel normal y amenaza con un desastre económico” [9]. En cuanto a Iraq, Stephen Sniegoski ha mostrado en The Transparent Cabal, The Neoconsevative Agenda, War in the Middle East, and the National Interest of Israel que la guerra se debió a los neoconservadores y que las compañías de petróleo no tenían deseo alguno de ir a la guerra. En efecto, no hay pruebas de que un “lobby del petróleo” enviara a sus agentes a urgir a los miembros del Congreso a votar en favor de la guerra, como está haciendo el AIPAC.
Y, ¿cómo se explica que muchas de las personas que más firmemente se oponen a la guerra se encuentren a la derecha del espectro político? ¿Acaso el Tea Party, Ron Paul, Pat Buchanan, Justin Raimundo y antiwar.com, Paul Craig Roberts, entre otros, no ven los fantásticos beneficios que lograrán los capitalistas en una Siria devastada?
El hecho es que en el periodo postcolonial ahí donde se puedan obtener beneficios por medio de la guerra se pueden obtener de forma mucho más fiable en condiciones pacíficas y parece que la mayoría de los capitalistas lo han entendido. No es necesario conquistar países para adquirir sus recursos, invertir en sus economías o venderles nuestros productos. De hecho, la mayoría de los países están ansiosos de tener un comercio legitimado.
Por otra parte, se puede argumentar que el descomunal complejo industrial militar (CIM) se beneficia de las guerras. ¿Acaso no necesita guerras para mantener la esencia de las partidas militares? La cuestión es compleja. El CIM se beneficia sobre todos de diferentes tipos de amenazas que se anuncian a bombo y platillo, muy en particular la amenaza soviética durante la Guerra Fría, que mantuvo los créditos y los contratos fluyendo a través del Pentágono. Pero guerras largas y chapuceras, como las de Afganistán o Iraq, suelen dar mala fama a la guerra, son ruinosas económicamente y llevan a poner en tela de juicio la necesidad de un descomunal ejército estadounidense. El CIM no necesita otra guerra en Siria. Muchos oficiales del ejército [estadounidense] se oponen abiertamente a organizar un ataque contra Siria.
Los intereses que se benefician de las recientes guerras estadounidense (y no de las meras “amenazas”) son muy pocos. Están sobre todo las gigantes empresas de la construcción, Bechtel, Halliburton y sus filiales que gracias a sus contactos con altos cargos como Dick Cheney logran contratos para construir bases militares estadounidenses en el extranjero y a veces para reconstruir las infraestructuras destruidas por las fuerzas aéreas estadounidenses. Esto equivale a reciclar el dinero de los contribuyentes estadounidenses, lo que en modo alguno “beneficia” a Estados Unidos o al capitalismo estadounidense en general; además, estas empresas de construcción no son grandes comparadas con las principales empresas estadounidenses. Estos especuladores nunca podrían hacerse pasar como “justificación” para las guerras, sino que son simplemente los buitres que alimentan los conflictos.
La responsabilidad básica de la guerra del CIM estadounidense es simplemente que este complejo está ahí. Y como señaló muy acertadamente Madeleine Albright, “¿de qué sirve tener este espléndido ejército si no se utiliza?”. De hecho, desde que desapareció la Unión Soviética (e incluso se podría decir que desde el final de la Segunda Guerra Mundial) es obvio que no existen buenas razones para utilzarlo y muy bien se podría desmantelar y redirigir sus recursos a modernizar las infraestructuras de Estados Unidos y a otras actividades útiles y beneficiosas. Sin embargo, en Washington se ha desarrollado una industria intelectual denominada “think tank” dedicada a justificar la perpetuación del CIM. Está especializada en identificar “amenazas” potenciales. A lo largo de los años estos think tanks han ido cayendo cada vez más bajo la influencia de millonarios benefactores de Israel, como Haim Saban (fundador del Centro Saban en el Brookings Institution). Puesto que en realidad casi no existen amenazas graves para los Estados Unidos que requieran esta fuerza militar colosal, se han inventado supuestas amenazas a los “intereses de Estados Unidos” en Oriente Próximo por medio de adoptar las supuestas amenazas a Israel como amenazas a Estados Unidos. El primer ejemplo de ello es Irán.
Las personas de izquierdas no se equivocan al suponer que Washington quisiera defender “los intereses geoestratégicos de Estados Unidos”. Sin duda estos intereses existen y son un verdadero motivo de controversia. Pero la cuestión fundamental aquí es si uno de ellos es el apoyo a los objetivos políticos de Israel en Oriente Próximo. En efecto, existe un sector de la clase dirigente de la política exterior estadounidense que promueve una política exterior global agresiva que equivale a una especie de conquista del mundo, con bases militares y ejercicios militares estadounidenses rodeando Rusia y China, como si se estuviera preparando algún tipo de enfrentamiento final. Pero el hecho es que los defensores más activos de esta política agresiva son los neoconservadores proisraelíes del Project for the New American Century [Proyecto para un Nuevo Siglo Estadounidense], que empujaron a la presidencia de Bush II a la guerra contra Iraq y actualmente, como Foreign Policy Initiative [Iniciativa de Política Exterior], están presionando a Obama para que emprenda una guerra contra Siria. Su línea general es que los intereses estadounidenses e israelíes son idénticos y que el dominio estadounidense del mundo es bueno, e incluso necesario, para Israel. Esta estrecha identificación con Israel ha provocado que se odie intensamente a Estados Unidos en todo el mundo musulmán, lo que a largo plazo no es bueno para Estados Unidos.
Quizá porque resultan tan difíciles de encontrar los genuinos intereses materiales económicos estadounidenses en ir a la guerra, en la última década se puso el énfasis en las supuestas preocupaciones “morales”, como la “responsabilidad de proteger”, abreviado en la pegadiza etiqueta de “R2P”. Hoy los más firmes defensores de emprender la guerra son los diferentes imperialistas humanitarios o intervencionistas liberales que basándose en la R2P argumentan la “justicia para las víctimas” o una supuesta “prevención del genocidio”.
El intervencionismo humanitario y el apoyo a Israel se superponen en gran medida. En Francia Bernard Kouchner, que fue la primera persona que inventó y promovió el concepto de “derecho a intervenir”, afirmó en una reciente entrevista que “Israel no es como ningún otro país. Es el resultado de la espeluznante masacre del Holocausto”. Por consiguiente, “tenemos el deber” de protegerlo. Bernard-Henry Lévy instigó al gobierno francés a que emprendiera la guerra contra Libia afirmando abiertamente que él consideraba que estaba actuando como judío en favor de los intereses de Israel; ahora es el más destacado y acérrimo defensor de bombardear Siria. Tanto en Francia como en Estados Unidos los defensores de la intervención “humanitaria” justifican bombardear Siria refiriéndose al Holocausto del pasado y a una hipotética y absolutamente carente de fundamento intención de Irán de arriesgarse a un suicidio nacional al atacar en un futuro a Israel.
En Estados Unidos asesores tan influyentes como Samantha Power, Madeleine Albright y los dos Abramowitz (el padre, Morton, y el hijo, Michae, encargado de “las labores de prevención de genocidios” en el Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos) están dando una expresión ideológica e institucional a estas preocupaciones. El argumento que se utiliza constantemente es que como “nosotros” no intervenimos lo suficientemente rápido en contra de Auschwitz tenemos la obligación moral de intervenir militarmente para evitar otras matanzas posibles.
El pasado 6 de septiembre el Cleveland Jewish News publicó una carta de “destacados rabinos” en la que se urgía al Congreso a apoyar los planes del presidente Obama de atacar a Siria. “Les escribimos como descendientes y refugiados del Holocausto, cuyos antepasados murieron gaseados en los campos de concentración”, afirmaba la carta. Los rabinos afirmaban que “el Congreso tiene la capacidad de salvar miles de vidas” autorizando los bombardeos…
Sin esta dramatización, que oculta la realidad de cada nueva crisis con imágenes del Holocausto, toda la idea de que la mejor manera de promover los derechos humanos y de proteger a las poblaciones es emprender guerras unilaterales, destruir lo que queda del orden legal internacional y difundir el caos se consideraría el absurdo que es. Solo el fervor de los paladines de Israel permite que estos argumentos aneguen una discusión razonable.
Pero sería razonable preguntarse qué interés tiene Israel en incitar a Estados Unidos a luchar contra Siria. Parece que los israelíes se han aterrorizado a sí mismos con la creencia de que la propia existencia de otra potencia en la región, concretamente Irán, equivale a una amenaza existencial. Pero el mero hecho de que se siga una política no significa que sea necesariamente en interés de quienes la siguen. De nuevo esto significa ignorar el “océano de locura humana”. Napoleón y Hitler no tenían interés o intención de llevar las tropas rusas a París o Berlín, pero sus políticas llevaron precisamente a eso. Los emperadores de Alemania, Austria y Rusia no tenían interés en emprender la Primera Guerra Mundial ya que, finalmente, todos ellos perdieron sus tronos a consecuencia de la guerra. Pero la emprendieron. El futuro es impredecible y esta es la razón por la que es difícil deducir intenciones de consecuencias. Sería razonable considerar que a largo plazo es contraproducente la política hostil de Israel hacia sus vecinos.
Por extraño que parezca, algunos observadores niegan lo obvio y argumentan que Bashar al Assad ha permitido a Israel ocupar el territorio sirio de los Altos de Golán y ha mantenido la frontera en paz (sin explicar qué otra cosa podría haber hecho dada la relación de fuerzas), y concluyen que Israel no tiene interés en derrocarlo. Pero lo que importa es que Assad está aliado con Hizbolá y con Irán. Israel odia a Hizbolá por haber logrado resistir a la ocupación israelí de Líbano y considera que Irán es el único reto potencial a la supremacía israelí en la región.
Aún así, no es seguro que el objetivo de la guerra de Israel sea derrocar a Assad. Un artículo publicado el 5 de septiembre en el New York Times [10] proporcionaba la clave de la estrategia de Israel: “Altos cargos israelíes han planteado de forma sistemática que es esencial hacer respetar la estrecha ‘línea roja’ de Obama acerca Siria para detener las ambiciones nucleares del enemigo acérrimo de Israel, Irán. Más discretamente, los israelíes defienden cada vez más que, al menos por el momento, la mejor salida para la guerra civil de dos años y medio en Siria, es que no haya salida. Por muy espantoso que sea el status quo desde una perspectiva humanitaria, para Jerusalén parece preferible o bien a una victoria del gobierno de Assad y sus partidarios iraníes o bien un fortalecimiento de los grupos rebeldes, cada vez más dominados por yihadistas sunníes”.
“Esta es una situación de un partido de eliminatoria en la que se necesita que pierdan ambos equipos, pero al menos no se quiere que uno gane; nos conformaremos con un empate”, afirmó Alon Pinkas, ex cónsul general israelí en Nueva York. “Dejemos que ambos se desangren hasta morir: esto es lo estratégico aquí. Mientras esto dure no existe una amenaza real desde Siria”.
Por lo tanto, el objetivo real de los ataques limitados (y la única razón de que sean limitados) sería enviar un mensaje a Irán acerca de su no existente programa de armas nucleares y, en Siria, dejar que ambos bandos “se desangren hasta morir”. ¡Qué maravilla! Emprender una guerra basándose en las menos sólidas de las pruebas solo para prolongar un conflicto sangriento puede que no sea una empresa muy moral para todas aquellas personas que afirman actuar movidas por la pasión por “nuestros valores” y por la profunda preocupación por “el sufrimiento del pueblo sirio”.
En su celo por servir a lo que considera los intereses de Israel el AIPAC y sus afiliados practican el engaño en lo que se refiere a las cuestiones que hay en juego. El lobby tergiversa los intereses de Estados Unidos e incluso ignora los intereses a largo plazo del pueblo judío al que a menudo afirma representar. Por muy poderosa y respetada que sea una minoría, es una locura para ella tratar de imponer una guerra impopular a una mayoría. Dado que Israel suele afirmar que representa al pueblo judío en su conjunto, si se obliga a la mayoría de los estadounidenses a pagar un precio inaceptable por “defender a Israel”, tarde o temprano se alzarán voces culpando a “los judíos”. De hecho, esto se puede ver echando una ojeada a lo que ya se escribe, por supuesto anónimamente, en los medios sociales, que va desde diferentes teorías conspirativas al ataque declarado a los judíos.
Nosotros, que nos oponemos totalmente a la noción de culpa colectiva, queremos evitar esto. Lejos de ser antisemitas, deploramos toda forma de “identidad política” que ignore la diversidad dentro de cada grupo humano. Simplemente queremos ser capaces de decir “no” abiertamente al lobby proisraelí sin ser sometidos a la intimidación moral. Esto no tienen nada que ver con la religión, la identidad o la cultura judías: es totalmente político. Reivindicamos nuestro derecho a negarnos a ser arrastrados a la guerra de cualquier otro. Creemos que estas guerras interminables no son “buenas para los judíos” ni para ninguna otra persona. Queremos contribuir a luchar por el entendimiento mutuo, la diplomacia, el compromiso y el desarme. En pocas palabras, fortalecer “la frágil barca de la razón humana” a la deriva en el océano de la locura humana. Si no, esta locura puede ahogarnos a todos nosotros.
Por el momento se ha evitado la amenaza de la guerra o, al menos, “pospuesto”. No olvidemos que Iraq y Libia también renunciaron a sus armas de destrucción masiva solo para ser atacados más tarde. Es probable que Siria abandone sus armas químicas, pero sin ninguna garantía de que los rebeldes y mucho menos Israel no conserven esas armas. La movilización popular en contra de la guerra, probablemente la primera de la historia que ha detenido una guerra antes de que empezara, ha sido intensa pero puede que sea de corta duración. Es de esperar que aquellos cuyos planes de guerra se han visto interrumpidos inventen nuevas maniobras para retomar la iniciativa. Estos últimos días nos han permitido entrever lo que se puede lograr cuando la gente toma conciencia y dice no a la guerra. Esto debe ser una inspiración para la lucha continua por que prevalezca la diplomacia sobre el acoso y el desarme mutuo por encima de las guerras interminables. Si la gente realmente quiere la paz, puede ser posible.
* Jean Bricmont enseña física en la Universidad de Louvain en Bélgica. Es el autor de Humanitarian Imperialism. Se puede contactar con él en Jean.Bricmont@uclouvain.be
** Diana Johnstone es autora de Fools Crusade: Yugoslavia, NATO and Western Delusions. Vive en París y se puede contactar con ella en diana.josto@yahoo.fr
Notas:
[3] Para una discusión del “prueba”, véase por ejemplo, Gareth Porter: How Intelligence Was to Support an Attack on Syria, http://www.truth-out.org/news/item/18559-how-intelligence-was-twisted-to-support-an-attack-on-syria .
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