lunes, 2 de septiembre de 2013
Los indígenas asesinados por explotadores de los bienes comunes: los olvidados por SEDINAFROH
Armando Fúnez Medina, tenía 46 años y se dedicaba, al igual que su hermano y demás familiares, a la agricultura.
Doña María Enriqueta Matute, de 71 años, fue ultimada en el interior de su casa, ubicada frente al punto donde se llevaba a cargo la protesta.
Ricardo Soto Fúnez tenía 40 años de edad.
Tomás Garcia, indígena lenca, miembro de COPINH, asesinado por un miembro del ejército que disparó cuando participaba en una protesta contra la construcción de una represa eléctrica de Agua Zarca el 15 de julio.
Foto: Gualcarque para Allan García Este cuento que te cuento, tiene el nombre de un río sagrado. Este cuento está escrito para vos, que ahora sos muy jovencito, casi niño, y que sin embargo ya probaste cómo se siente el desgarro de la piel cuando lo atraviesa la bala. Vos, que tenés poco años y has sabido que otra bala de ésas, de esas mismas que te hirieron, acabó con la vida de Tomás, tu papá. Este cuento que te cuento, está escrito para otros jóvenes y otras jóvenes como vos, cipotes, cipotas les dicen allá en Honduras, gurises, gurisas les dicen en Uruguay, cabras y cabros chicos en Chile, pibes y pibas, les decimos en nuestra Argentina. esta escrito para tantos muchachitos y muchachitas como vos, que perdiendo a sus padres aprendieron en el tiempo de una bala, el dolor, la rabia y la resistencia. Este cuento que te cuento, está escrito en un lugar muy lejano de tu mundo. Está escrito muy lejos del río que tiene como nombre, el nombre de este cuento. Este es un cuento del sur, donde hoy hace un frío glacial. Un frío que me recuerda al frío de la bala. Este cuento tiene el nombre de un río sagrado, Gualcarque. Y quiere nadar en él como tantas veces lo hizo Tomás, tu papá.. Como tantas veces lo hizo Paula. la hermana lenca sembrada en su propia raíz. Este cuento quiere nadar en el río Gualcarque, como tantas veces lo hacen y lo seguirán haciendo quienes andan con la estrella de la rebeldía de los caciques lencas Mota, Etempica, Iselaca, que junto a Lempira dijeron una y otra vez, que los invasores no pasarán. Tomás no era cacique. Era un hermano nuestro, tan parecido y tan diferente a toditos los hermanos y hermanas que llevan 110 días plantados frente a las transnacionales DESA y SINOHYDRO, empresas del capital despiadado, que buscan privatizar el río sagrado para capturar su energía. El capital cree que todo se compra y se vende. El capital cree que todos y todas tienen precio. Este cuento, quiere contar que Tomás no se vendió, que Tomás no tuvo precio, que Tomás era un guardián de la vida. Este cuento, Allan, dice que la vida no se compra ni se vende. Este cuento, Allan, que te cuento, nace y muere muchas veces con Tomás. Este cuento te abraza como lo haría él, como lo quisiéramos hacer todos y todas las mujeres y hombres que bebemos el agua que este cuento nombra, como si fuera un río en libertad. Este cuento se llama Gualcarque. Está escrito para Allan. Y lo escribe Tomás. Este cuento no es, ni va a ser, un cuento chino. Este cuento es sagrado, Allan, como la vida de Tomás, que ahí anda dando vueltas en la historia, con Lautaro, Caupolicán, Bartolina, Tupac, y también con Isis, con Walter, con Vanesa, en un espacio y un tiempo sin caciques, sin mandos, donde solo viven quienes nacen en el corazón del pueblo, quienes se plantan en él, quienes se multipican, quienes se vuelven memoria fértil y fluyen como el Gualcarque, como el río que nació este cuento. Claudia Korol 20 de Julio 2013 - En el día de Lempira
Alan García, hijo de Tomás, herido por balas del ejército el mismo día que su padre fue asesinado.
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