viernes, 13 de septiembre de 2013

El horizonte de la Ciudadanía Latinoamericana


Adital

Qué lejos está mi tierra
Y, sin embargo, qué cerca
o es que existe un territorio
donde las sangres se mezclan?
Tanta distancia y camino,
tan diferentes banderas
y la pobreza es la misma
los mismos hombres esperan.
Yo quiero romper mi mapa,
formar el mapa de todos,
mestizos, negros y blancos,
trazarlo codo con codo.
Los ríos son como venas
de un cuerpo entero extendido,
y es el color de la tierra 
la sangre de los caídos.
No somos los extranjeros
los extranjeros son otros;
son ellos los mercaderes
y los esclavos nosotros.
Yo quiero romper la vida,
como cambiarla quisiera,
ayúdeme compañero;
ayúdeme, no demore,
que una gota con ser poco
con otra se hace aguacero.
(Daniel Viglietti, "Milonga de andar lejos”)

I.- El horizonte de la Ciudadanía Latinoamericana
En nuestra Declaración de Principios, al momento de constituirnos, hace ya 15 años atrás, la Asociación de Inmigrantes por la Integración Latinoamericana y del Caribe, APILA, proclamamos como objetivo central de toda nuestra actividad, la lucha por la Ciudadanía Latinoamericana. Entendiéndola, "cuando menos, como el derecho de todas las personas de nuestro continente al libre tránsito y residencia en cualquier país de la región, lo mismo que a tener igualdad de derechos y trato ante la ley que los ciudadanos originarios del país en que se resida, siempre que se trate de América Latina y el Caribe”.
Al proclamar esta Ciudadanía, APILA partía de ciertos presupuestos políticos que es esencial remarcar.
En primer lugar, partimos del imperativo de la integración política, económica, social y cultural de Nuestra América; "como horizonte necesario para alcanzar un desarrollo soberano, democrático, justo, respetuoso de los derechos humanos y de la diversidad nacional y cultural de los pueblos que la conformamos, equilibrado regionalmente y armónico con el medio ambiente”.
Hablamos de una integración que más allá de nuestros gobiernos y nuestros Estados, protagonicemos los pueblos, los ciudadanos y ciudadanas de toda Nuestra América; nuestros movimientos sociales, nuestras organizaciones de toda índole –sociales, políticas, económicas, culturales-. Una integración que sea complementariedad, construcción de espacios nuevos, en los que todas y todos aportamos y somos valorados por igual, desde nuestra diversidad.
En segundo lugar, se trata de dar cuenta de los desafíos y las tensiones, hacia los estados y hacia las sociedades civiles, hacia los pueblos, que crean los flujos migratorios, en particular, intra latinoamericanos y caribeños.
La migración nos pone a prueba a todas y a todos. A la persona migrante, al estado que recibe y al estado del que se sale, a la sociedad a la que se llega; en particular. El migrante tiene que sobreponerse al dolor que implica salir de la tierra y del entorno afectivo, social y cultural en que ha vivido y ser capaz de insertarse como persona en un "mundo” nuevo, desconocido; sin dejar de ser quien se ha sido. Los flujos migratorios ponen en tensión las políticas migratorias prevalecientes en los países de tránsito y destino; pero también las políticas hacia las y los nacionales en el exterior, de los países de procedencia de la población migrante. Igualmente, la presencia de personas portadoras de otros lenguajes, de otras culturas, desafía la actitud y la capacidad de acogida e integración de las sociedades y comunidades a que llegan las y los migrantes. Siendo así, la migración nos pone a todas y todos frente al desafío de crecer; de ampliar nuestro corazón y nuestro entendimiento.

II.- Los migrantes y la construcción de una Identidad Indo-Afro-Latinoamericana
Desde esa perspectiva, APILA postuló desde su partida "que los migrantes intra-latinoamericanos y caribeños tienen un rol trascendente que jugar en la lucha por esta ciudadanía y por la integración latinoamericana y caribeña. En la medida que esa experiencia vital nos ha permitido tomar conciencia de nuestras peculiaridades nacionales y de la posibilidad de darnos colectivamente una identidad indo-afro-latinoamericana y caribeña, por encima de ellas. Nos ha permitido conocernos y reconocernos con quienes nos acogen y comparten nuestra existencia, como pueblos hermanos, atravesados no sólo por un pasado de profundas raíces comunes, sino enfrentados por los mismos desafíos y luchas en el presente y cuyas aspiraciones de un futuro digno y libre pasan imprescindiblemente por la unidad política, económica, social y cultural de América Latina y el Caribe”.
Creemos que la integración pasa esencialmente por construir una identidad que articule y fusione nuestras identidades mestizas, indígenas y afroamericanas; a través de una labor educativa y del acercamiento real de nuestros pueblos, en sus luchas actuales y del futuro. Creemos que los migrantes intralatinoamericanos pueden y deben ser a partir de su vivencia real, una vanguardia social de ese proceso de integración, construyendo comunidades de integración latinoamericana.

III.- Migración y políticas migratorias en América Latina
A partir de esos postulados, APILA nació cuestionando las políticas migratorias imperantes en América Latina y el Caribe, por ser "anacrónicas, inconsistentes, ineficaces y dañinas para nuestros pueblos”. En los últimos 15 años, sin embargo, el contexto histórico cambió. En el marco de una profunda y compleja crisis civilizatoria, como se señala en el documento que sirvió de fundamento de este Encuentro, tomó cuerpo una crisis migratoria a nivel mundial. La migración continuó en aumento, acentuándose sus características de fenómeno compulsivo, diversificado, complejo y feminizado.
En nuestro continente, como efecto de la persistencia en mayor o menor grado de las políticas neoliberales, que han agudizado las diferencias de ingresos y de oportunidades, concentrándolas en unos pocos y sometiendo a la pobreza al 30% de los latinoamericanos; los flujos migratorios también han persistido en su crecimiento. Pero se han encontrado con dos escenarios básicamente distintos en dependencia de la dirección que toman.
Las corrientes migratorias hacia los países del capitalismo central se enfrentan hoy a una regresión de las políticas migratorias hacia un enfoque de "securitización”, con un mayor control fronterizo, mayores redadas, detenciones y deportaciones, al mismo tiempo que se sufre en medio de la crisis un brutal ataque contra el empleo digno y una rebaja salarial y de los bienes y servicios públicos que hace recaer en las trabajadoras y trabajadores –incluidos los migrantes- el costo de la crisis. Peor aún, surgen los "negocios migratorios”, al decir de Lelio Mármora, con una intensificación de las redes de trata y tráfico de personas, el secuestro y el asesinato de migrantes, la construcción de vallas, muros y centros de detención, entre otros.
Entretanto, en América del Sur, el cambio del escenario político gestado por la emergencia de los pueblos y movimientos sociales antineoliberales, derivó también en un avance del enfoque de "desarrollo humano” de las migraciones frente al enfoque de "gobernanza” o de "beneficios compartidos” que había prevalecido hasta entonces. En este enfoque, que se reviste de "progresismo”, se persiste enenmarcar y aprovechar el flujo migratorio en función de un "interés nacional”, de suplementar las carencias de la mano de obra nacional en algunas regiones y/o ramas de actividad, de modo tal de ayudar a rebajar el costo salarial para el empresariado y obtener básicamente un beneficio económico de la migración.
En algunos países de destino –en lo principal- y unos más que otros, han registrado avances parciales en su legislación en dirección a simplificar el acceso al derecho a una efectiva ciudadanía para la población inmigrante; pero salvo el caso de Argentina, la política migratoria –cuando existe en forma explícita- conserva márgenes aún significativos para la restricción del derecho a migrar en forma más o menos arbitraria. A nivel sub-regional, el mayor avance, sin duda, es el Acuerdo de Residencia del Mercosur, en la medida que involucra a los mayores países de destino de la migración intrarregional.
En cuanto a los países de origen –en lo principal-, se han logrado espacios de interlocución y representación de los migrantes en la formulación de las políticas públicas que los afectan y se han extendido espacios institucionales que brindan atención a los migrantes y a sus grupos familiares. En el caso de Ecuador se ha conseguido avances significativos en la Constitución como el derecho a la libre movilidad y la ciudadanía universal. Sin embargo aún resta que estos importantes principios se concreticen en leyes y políticas públicas. En diversos otros países, están en discusión proyectos de política y leyes migratorias, con grados diversos de participación de la sociedad civil y de los migrantes propiamente tales. Más generalizadamente, diversos países han creado dependencias de sus Ministerios de Relaciones Exteriores orientadas a atender a sus connacionales en el exterior. Sin embargo, las representaciones consulares desarrollan una labor muy insuficiente a deficiente en la defensa de los derechos de sus ciudadanos en el exterior.
En cuanto a la Conferencia Sudamericana de Migraciones debe resaltarse que a pesar de no ser aún un foro de carácter vinculante, su proceso se ha ido perfilando por su perspectiva de posicionamiento de los derechos humanos del migrante como centro de sus propuestas de política. Tres principios básicos han sido asumidos como los ejes centrales de la CSM: las migraciones como parte del proceso de integración regional y subregional; la indudable vinculación entre el desarrollo económico y social de los países de origen y las migraciones; y el de defensa de los derechos humanos de los migrantes. Estos principios le imprimen singularidad a este proceso, frente a los demás procesos intergubernamentales que en materia migratoria hoy existen en el mundo.
En primer lugar, porque se concibe hoy a los movimientos migratorios no como espacio de negociación intergubernamental y eventual cooperación para el "control de los flujos”, sino como una expresión del proceso de integración de la región, por lo tanto como un factor que debe lograr la libre movilidad dentro de ese espacio regional; factor básico para avanzar hacia la ciudadanía suramericana. Perspectiva que recoge una vieja bandera de los migrantes intrarregionales, que ya en noviembre de 2004, en la "Declaración de La Paz”, exhortaron a los Estados "a iniciar un proceso de ciudadanía sudamericana que garantice los derechos más allá de la nacionalidad y de las fronteras”.
En segundo lugar, la inclusión del desarrollo económico social, se hace explícita en el sentido de presentarlo como la principal causa de las migraciones, más allá de la voluntad de los migrantes, y vinculado con las asimetrías del desarrollo económico a nivel mundial.
En tercer lugar, los derechos humanos de los migrantes y sus familias van a constituirse en la temática relevante y permanente de las CSM, asumiendo el compromiso de respetar y hacer cumplir esos derechos en el marco de todos las Convenciones y Acuerdos internacionales vigentes en la materia, e instando a todos los países de la región a ratificar estos instrumentos y a hacer efectiva su aplicación.
De esta forma, al llegar a la X CSM, realizada en octubre de 2010, en Cochabamba, Bolivia, se discutieron y aprobaron la Declaración de Principios y Lineamientos de la Conferencia Sudamericana sobre Migraciones y el Plan Sudamericano de Desarrollo Humano de las Migraciones, dos documentos trascendentales, que concluyen en ocho programas de acción que marcan el camino de los gobiernos en materia migratoria.
Y cuya difusión y estudio no podemos menos que recomendar, pues recogen un valioso proceso político, que no ha sido del todo ajeno a las organizaciones de la sociedad civil que aunque con dificultades y restricciones, se han hecho escuchar en muchos momentos del mismo.
En la misma ocasión se ratificó la importancia de la participación de representantes de la sociedad civil y movimientos sociales, en particular de las asociaciones de migrantes, en el proceso de la Conferencia. Y se acordó que en las Reuniones Intersesionales se reciba a representantes de la sociedad civil para que éstos presenten sus propuestas a fin de considerar su incorporación en la agenda de la Conferencia Sudamericana. Acuerdo que no se ha cumplido plenamente hasta ahora, en particular con las organizaciones de migrantes. Es hora, por tanto, de que hagamos nos hagamos presente y hagamos exigible este acuerdo.
Es hora también de que el movimiento suramericano de los migrantes se articule para vencer las barreras que mantienen a nivel declarativo, no sólo los principios y lineamientos estratégicos acordados en el seno de la CSM, sino que sobre todo, los programas de acción contemplados en elPlan Sudamericano de Desarrollo Humano de las Migraciones. Particular importancia reviste, dentro de ello, la lucha por la plena ciudadanía política de los migrantes en cada país de nuestro continente.
Si la transformación de la CSM en un Consejo Suramericano de Migraciones de UNASUR coadyuvase al efecto de hacer más ejecutiva su labor y vinculantes sus acuerdos, no podríamos menos que estar por apoyar ese cambio de estatus institucional de la CSM.
En cuanto al "Acuerdo sobre Residencia de los Estados Partes del Mercosur, Bolivia y Chile”, su importancia radica en que facilita para los nacionales de todos los países signatarios el que puedan obtener una visa de residencia temporaria de hasta por dos años, sin mayor requisito que la presentación de pasaporte y un par de fotografías recientes con nombre y número de pasaporte o DNI. Al término del primer año, inclusive, el poseedor de esta visa puede impetrar directamente solicitud de permanencia definitiva.
Aun cuando con posterioridad, los gobiernos de Ecuador, Perú y Colombia se han adscrito a este instrumento, esta ampliación no se ha puesto en aplicación en todos los países concernidos, como es el caso de Chile. Y por otra parte, el arribo de migrantes caribeños y de otras latitudes de América Latina hacia nuestra sub-región, hace necesario plantear la adopción e implementación plena del Acuerdo de Residencia del Mercosur, para todos los nacionales de los demás países de nuestro continente. Lo que sería un paso trascendente hacia una Política Migratoria regional centrada en la Ciudadanía Latinoamericana.

IV.- Los desafíos para el movimiento de los migrantes intralatinoamericanos
En primer lugar, es necesario asumir que la lucha que enfrentamos, tanto para conquistar la Ciudadanía Latinoamericana, como para construir nuestra Identidad Indo-Afro-Latinoamericana, suponen que nos articulemos para actuar como una fuerza social y política, a nivel continental –y planetario-, a nivel nacional y a nivel local.
Es por esto que como APILA nos sumamos a otras organizaciones de migrantes en nuestro continente y más allá, en Europa, para conformar MIREDES Internacional, una red que surgió en 2005 para darle a los migrantes el derecho a tener voz propia en los espacios continentales y mundiales en que se disputa la institucionalidad que afecta a los pueblos en movimiento. Y mantenemos una articulación con otras redes internacionales.
En segundo lugar, es fundamental considerar que el logro de nuestros objetivos hace parte y debe estar inserta en la lucha planetaria, continental, nacional y local que los pueblos desarrollan por superar la crisis civilizatoria en que la humanidad se debate producto del imperio del sistema capitalista, patriarcal y colonial que nos oprime. Un proceso que tiene hoy en nuestro continente las mayores esperanzas, amparadas en las búsquedas inéditas que sus pueblos están desarrollando, tras un paradigma de realización humana alternativo, inspirado en la recuperación de la sabiduría de sus pueblos ancestrales y en la extraordinaria densidad espiritual y cultural de las muchas sangres que lo constituyen.
Es por esto que, unidos al conjunto de los pueblos que se han venido movilizando en nuestro continente, los pueblos en movimiento de Nuestra América, seguiremos marchando y estrechando lazos en la lucha por una nueva institucionalidad política y económica en cada uno de nuestros países y en la lucha por una nueva hegemonía cultural.
Seguiremos buscando conocernos y reconocernos con nuestros vecinos y vecinas de las sociedades de destino, en igualdad de condiciones, compartir nuestras distintas maneras de entender la fiesta, el trabajo, la vida. Y de ir forjando juntos una nueva institucionalidad y una nueva convivencia, que nos permita a todos y todas aportar nuestras diversas experiencias y potencialidades en la construcción de un futuro sendero común. Es un nuevo Qhapac Ñan, rumbo al Sumac Kawsay. Un nuevo camino de sabiduría hacia la Vida Buena y Plena para todos y todas. El proyecto que tenemos que construir
Mi cuate
Mi socio
Mi hermano
Aparcero
Camarado
Compañero
Mi pata
M´hijito
Paisano...
He aquí mis vecinos.
He aquí mis hermanos.
Las mismas caras latinoamericanas
de cualquier punto de América Latina:
Indoblanquinegros
Blanquinegrindios
Y negrindoblancos
Rubias bembonas
Indios barbudos
Y negros lacios
Todos se quejan:
—¡Ah, si en mi país
no hubiese tanta política...!
—¡Ah, si en mi país
no hubiera gente paleolítica...!
—¡Ah, si en mi país
no hubiese militarismo,
ni oligarquía
ni chauvinismo
ni burocracia
ni hipocresía
ni clerecía
ni antropofagia...
—¡Ah, si en mi país...
Alguien pregunta de dónde soy
(Yo no respondo lo siguiente):
Nací cerca del Cuzco
admiro a Puebla
me inspira el ron de las Antillas
canto con voz argentina
creo en Santa Rosa de Lima
y en los orishás de Bahía.
Yo no coloreé mi Continente
ni pinté verde a Brasil
amarillo Perú
roja Bolivia.
Yo no tracé líneas territoriales
separando al hermano del hermano.
Poso la frente sobre Río Grande
me afirmo pétreo sobre el Cabo de Hornos
hundo mi brazo izquierdo en el Pacífico
y sumerjo mi diestra en el Atlántico.
Por las costas de oriente y occidente
doscientas millas entro a cada Océano
sumerjo mano y mano
y así me aferro a nuestro Continente
en un abrazo Latinoamericano.
(Nicomedes Santa Cruz, "Abrazo Latinoamericano”)

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