miércoles, 12 de agosto de 2015
Una propuesta de tesis sobre medios de información
Rebelión
Por Rosa Guevara Landa
Un programa nacionalista-independentista se ha podido ver a lo largo de este curso 2014-2015 en una televisión pública catalana, TV3, cada vez más partidista, uniformista e ideologizada. Se emitía después de uno de sus programas estrellas (quin riure, quin riure!): un Polónia cada vez más ultranacionalista y sin ninguna punta crítica de fondo: las tonterías de siempre para crear “pueblo nacionalista independentista”, para asentar como postulados geométricos de cultura común compartida barbaridades sin fin.
Los temas tratados en ese programa de debate: en el 90% de los casos (me quedo corto, muy corto): el gran tema-monotema desde una perspectiva fuertemente de “casa nostra”. En algunos de esos “debates”, con presencia exclusiva (¿y sectaria?) de fuerzas y personalidades nacionalistas-independentistas. Todo muy de clase media y con gafas posmodernas y gimnasio tres días por semana. El diseño ha producido reacciones críticas incluso en el ámbito “soberanista”. ¡Y ya es decir!
Valdría la pena repasar los nombres de los tertulianos. También el número de apariciones y los tiempos. No es difícil. Las medidas y estadísticas suelen ayudar a comprender las cosas.
Luego, para comparar y sorprendernos, no estaría mal mirar a las listas que se presentan a las próximas elecciones autonómicas del 27S, a los cabezas de lista (¿cuántas mujeres por cierto?) y los candidatos y candidatas ubicados en otras posiciones.
Tras ello sería bueno repasar, volver a oír algunas de esas intervenciones, con los ojos de hoy y con lo que ahora sabemos. Y sacar conclusiones. El poder premia a quien premia; los críticos aparentes son eso, críticos aparentes.
Un buen de tema de tesis. Y sin grandes dificultades para ahora y para los turbulentos tiempos de un futuro muy cercano.
Althusser tenía toda la razón, le sobraba incluso: el estado -o instituciones afines- abona, dirige y estimula determinados aparatos-instrumentos ideológicos. Sabe lo mucho que se juega en ello; como una lluvia incesante e ininterrumpida. Hasta convertir en “razonable” lo que es sesgado y, en ocasiones, muy poco razonable. La consciencia, no siempre consciente, de millones y millones de ciudadanos es el objetivo de la intervención política. Lo que podría ser, si fuese, la sal de una tierra de emancipación, no de identidad ficticiamente construida y excluyente.
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