miércoles, 19 de agosto de 2015
El paradigma tecnocrático
Después de la huelga de hambre, indignados e indignadas siguen en lucha contra corrupción e impunidad
En mercadotecnia una de las primeras cosas que se aprende o enseñan es como vender un producto. Por eso buena parte de la actividad del presidente Juan Orlando Hernández dentro y fuera del país, a tiempo y a destiempo, en todo tipo de foros ha sido ofrecer Honduras a los inversionistas y, en estos momentos, a empresarios internacionales de la minería. No nos extraña, pues, el lema elegido “Honduras está lista para la minería”: “nuestros minerales son de los mejores que hay en el mundo y esperamos generar más de 400 millones de dólares, solo en el primer año. Por lo tanto Honduras será declarada el país de la minería y San Pedro Sula “la capital”.
En cambio, si preguntáramos a los ambientalistas, pueblos autóctonos, comunidades, “municipios libres de la minería”, sociedad civil y movimientos sociales alternativos nos dirían todo lo contrario mostrando una fuerte oposición a dicho proyecto por considerarlo de “alto riesgo”, no solamente para el presente sino sobre todo para el futuro del país”.
Aunque nadie lo cita el personaje más crítico y profético con relación a la destrucción ecológica y medioambiental ha sido el Papa Francisco y su encíclica “Laudato SI”. Y lo hace desde una perspectiva más comprensiva y abarcante haciendo una descripción y una condena a lo que llama el “paradigma tecnocrático”. Por eso, tal vez lo más sensato es recoger alguna de las afirmaciones básicas que hace en dicho documento:
Ø El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos.
Ø Todo planteamiento ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más pobres. El principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes es el «primer principio de todo el ordenamiento ético-social».
Ø Los avances científicos y técnicos han concedido hoy día un poder inmenso a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo: un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Pero nada garantiza que vayan a utilizarlo bien.
Ø Mucha gente piensa «que todo incremento del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital, de plenitud de los valores». En realidad, «el hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto»: el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia.
Ø En el origen de muchos problemas actuales está en que la tecnociencia condiciona la vida de las personas y el funcionamiento de la sociedad.
Ø El paradigma tecnocrático ejerce e impone su dominio a la economía y la política sin tener en cuenta las consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental.
Ø Hoy el paradigma tecnocrático se ha vuelto dominante y se impone de forma aplastante. Toma conciencia de que el avance de la ciencia y de la técnica no equivale al avance de la humanidad y de la historia.
Ø Tenemos que poner límites a quienes tienen mayores recursos y poder financiero. Porque la técnica separada de la ética difícilmente será capaz de autolimitar su poder.
Ø Si la tierra nos es donada, ya no podemos pensar solo desde un criterio utilitarista de eficiencia y productividad para el beneficio individual.
Ø ¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños y niñas que están creciendo?.
Ø Si los ciudadanos no controlan al poder político –nacional, regional y municipal–, tampoco es posible un control de los daños ambientales.
Ø La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana.
Está claro que esta descripción del “paradigma tecnocrático” se ajusta a la realidad en la que estamos viviendo a nivel nacional y debe convertirse en una herramienta poderosa al servicio de todos los que en estos momentos están luchando por una minería “respetuosa y al cuidado de la creación”.
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