viernes, 14 de agosto de 2015
¿Hacia dónde vamos con el diálogo?
De la huelga de hambre a las mesas de indignación
La presencia del Secretario General de la Organización de Estados Americanos, OEA, Luís Almagro, ha dado el gran espaldarazo a la estrategia oficial del diálogo nacional de Juan Orlando Hernández impulsada tras el fenómeno de las antorchas.
No es ocioso recordar que el gran diálogo nacional jamás lo hubiese convocado Juan Orlando Hernández sin el fenómeno de la indignación que ha movilizado semanalmente a millares de personas que le echan en cara al gobierno su responsabilidad directa en los actos escandalosos de corrupción en el Seguro Social y en otros entes del Estado.
Juan Orlando Hernández convocó a su gran diálogo nacional movido por las presiones, pero sin tomar en cuenta a la oposición indignada. Es más, el gran diálogo nacional se impulsó como estrategia frente a la avalancha indignada, de igual forma que el oficialismo impulsó y financió las marchas paralelas azules y así como se impulsó la cruzada para tener de su parte el reconocimiento de la comunidad internacional, es decir, al gobierno de los Estados Unidos, a los gobiernos europeos y a los organismos multilaterales, como la ONU y la OEA.
En este sentido, el gobierno convocó el gran diálogo nacional no para resolver ni responder a las demandas de la sociedad indignada sino como parte de la estrategia para defenderse de ella, debilitarla y recuperar la fuerza para continuar con el proyecto autoritario, personalista y de radicalismo neoliberal.
El gobierno de Juan Orlando Hernández prosigue con su gran diálogo nacional, pero su actitud y sus opciones siguen tan intactas como siempre. Aunque haya reconocido que existen otras fuerzas además de los sectores que ha convocado, y que está dispuesto a dialogar sobre otras propuestas distintas a su plan, en los hechos sigue abriendo puertas para la explotación minera indiscriminada, aprobando leyes privatizadoras, como la del seguro social, y sigue ofreciendo el territorio para ciudades modelo.
Ya lo hemos dicho: nadie se puede negar al diálogo en una sociedad humana, política e institucional tan deteriorada como la hondureña. Pero ese diálogo no lo puede liderar el actual gobierno, porque es el actor con mayores niveles de cuestionamientos en la actual coyuntura de indignación. Si los organismos multilaterales como la OEA y la ONU vienen a dar legitimidad a un diálogo que solo es estrategia política del gobierno para defenderse de la población indignada, contribuirán sin remedio a que sigamos poniendo parches y postergando los verdaderos caminos de salida a la crisis hondureña.
Diálogo sí, pero con la CICI y con la renuncia del fiscal general y su adjunto de por medio. Diálogo sí, pero en donde el gobierno no conduzca el proceso. Diálogo sí, pero en igualdad de condiciones entre los diversos actores del conflicto. Diálogo sí, pero con acuerdos que los implemente y los verifique una instancia plenamente independiente del actual gobierno.
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