jueves, 13 de agosto de 2015

El fin de las antorchas


Por J Donadin Álvarez *

Está claro que el reclamo ciudadano manifestado en las marchas de las antorchas es un asunto que trasciende a cualquier proyecto de activismo político de  los partidos de oposición. Se trata de un verdadero clamor del pueblo exigiendo al cachurequismo el cese de tanto saqueo a los fondos públicos y la transparencia en la gestión estatal.

Sin embargo, después de que la pandilla azul -y algunos vendidos de otros partidos políticos- pulverizara prácticamente, mediante argucias jurídicas, la lucha  del movimiento de los indignados al declarar nula la petición de  instalar una Comisión Internacional Contra la Impunidad (CICI) la razón de ser de este movimiento social parece también haber desaparecido.

Probablemente las antorchas de los indignados serán apagadas muy pronto. En primer lugar, la lucha por la instalación de la CICI ha sido satanizada por el congrezoo y tampoco el Ejecutivo le dará seguimiento a esta petición. En segundo, a la tiranía azul, acostumbrada a soslayar el discurso popular,  no le significa ningún tipo de presión la simple argumentación incendiaria. El actual gobierno permite, con algunas restricciones, el discurso de rebeldía social de los indignados para presumir tolerancia pues está seguro que no hay acción decidida en ellos como para considerarlos una amenaza al actual orden de cosas. 

De manera que, la lucha indignada ha sido buena en sus intenciones pero no tanto en sus resultados. Aunque los indignados hablen del combate al neoliberalismo y al imperialismo yanqui esto no inquieta a los sectores más conservadores puesto que no se ha formulado ninguna alternativa que considere, ¿por qué no? la toma del poder. Aupar a las masas sin planificar la toma del poder es la receta para el fracaso de cualquier movimiento popular. Y esta parece ser la situación del movimiento indignado que ha convertido las marchas en una rutina insulsa, decorada por personas de respetable edad, pero plagada por jóvenes hormonalmente inquietos, revolucionarios de redes sociales y adictos a la fotografía de calle, sin que dentro de la dinámica de esta lucha popular estén engranados algunos proyectos  que contemplen la dirección del Estado por líderes que se hayan forjado en la verdadera lucha social.

Articular, pues, una lucha ideológicamente compactada es todavía una tarea pendiente para el pueblo hondureño. Hasta el momento una considerable parte de la lucha popular ha fracasado porque la dirección de la misma ha sido adjudicada a personajes de lamentable compromiso ético-social. Ya en el pasado se ha visto cómo ciertos caudillos que se preciaban de revolucionarios y con una actitud emotiva proponían la destrucción del sistema, pero que con el tiempo abdicaron de sus principios y su descaracterización los retrató como falsos revolucionarios, ansiosos por codearse con la burguesía y obtener de ella algunos privilegios. Ahora son diputados y alcaldes y contemplan a las bases desde la cima con un temor espantoso a la verdadera participación popular de la cual fueron abanderados en su momento. Se nutrieron de las masas, de la fortaleza de la lucha social   y luego se sometieron a una metamorfosis ideológica que los transformó de revolucionarios en enemigos de su propia gente.

Sólo la emergencia de verdaderos líderes ideológicamente comprometidos con articular nuevos reclamos en el seno de la marcha de las antorchas podría prolongar la vida de este movimiento de indignación popular. Por los momentos la llegada de la CICI a Honduras,  seguirá siendo un bondadoso anhelo pero no una realidad. Por lo tanto, el enfoque deberá ser hacia nuevas demandas que solamente mediante la presión de los indignados podrán ser cumplidas por la tiranía azul. 

* Estudioso de las Ciencias Sociales de la UPNFM

jdonadinalvarez@gmail.com


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