sábado, 21 de febrero de 2015

Lo que nos oculta la trama de la historia



Por Raúl Lemos *

A la luz de los renovados aires que soplan a nivel global y regional de la mano de los BRICS, y lejos de los anuncios del fin de la historia y las ideologías, cobra vigor la interpretación marxista de que la historia es el resultado de la interacción entre los medios de producción y las relaciones de producción, y cuando éstas últimas se modifican, la historia lejos de terminarse comienza a marcar un nuevo derrotero.

Cuando la historia tuerce su rumbo no lo hace en un solo acto, y ni siquiera lo anuncia tímidamente, pues como reza la paradigmática frase de Marx en respuesta a Hegel acerca de su repetición, la primera vez es tragedia y la segunda es farsa, o al menos podría decirse que detrás de lo que nos deja ver está lo que trama.

Con el golpe de escenario que significó la ruptura de la Cortina de Hierro que dividía dramáticamente al mundo entre Este y Oeste en 1989, la alteración del patrón de acumulación geoestratégica que en un principio perfiló a Estados Unidos como el gran zorro solitario en el gallinero, recién ahora comienza a revelar contornos más definidos mediante un nuevo equilibrio en gestación.

Ya antes con la caída del muro, la posición del imperio se había visto fortalecida cuando se develó al mundo la decadencia generalizada de la Unión Soviética, por la extendida corrupción de su burocracia, el enorme descontento de la sociedad y la existencia de mafias a distintos niveles, entre otros aspectos.

No obstante, ese sinceramiento brutal que daba la oportunidad a las potencias de Occidente del goce frente a la caída del cuco soviético, no permitiría dimensionar cuál sería su verdadero impacto sobre la dialéctica del poder a escala global y especialmente sobre la capacidad de la potencia dominante para mantenerse en ese sitial excluyente.

En la construcción no deliberada de ese nuevo escenario, un atisbo de ese tránsito ocurriría con la cuestión de las hipotecas subprime en Estados Unidos entre 2005 y 2006, la quiebra de Lehman Brothers en 2008, para extenderse a Europa y replicar luego como crisis bursátil e impactar a su vez sobre los problemas estructurales de la Eurozona, no conociéndose aún ni su fin, ni los verdaderos alcances de semejante alteración económica.

Ahora bien, cuando uno de los términos de una confrontación geoestratégica superlativa como la de la guerra fría se impuso al otro, las miradas se posaron naturalmente sobre el nuevo escenario ocupado por un ganador, y no tanto sobre los cambios que se iban a producir hacia el interior de ambos, especialmente el vencido, y muchos menos cuáles podían ser los efectos a mediano o largo plazo en su vinculación con el mundo luego de la derrota. Y allí viene la parte más interesante.

Antes de la caída del muro Rusia se encontraba rodeada por un halo de temor y desconfianza, que ni siquiera la Perestroika y la Glásnot pudieron disipar en sus comienzos, no sólo por el saldo en vidas que dejó la Revolución mas importante del Siglo XX y quizá de toda la historia junto con la Revolución Francesa, sino y más determinantemente, por las implicancias ideológicas de una cosmovisión como el comunismo, que dada su dinámica excedía largamente los países bajo su órbita y contribuía a cristalizar desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial el escenario en el que transcurriría la guerra fría.

Así, todo lo que proviniera del Este estaba simbólicamente teñido por la exaltación de una falta de libertad, que las usinas del capitalismo se empeñaban en vociferar a los cuatro vientos para crear el espeso clima de esa sorda conflagración.

Similar consideración cabía para China, el otro gran actor, en cuanto a la alerta que causan en Occidente los regímenes que en su implementación han experimentado restricción a los derechos vinculados a las libertades. No obstante, su dificultoso desarrollo económico y tecnológico en aquellos años y en especial el costoso desacierto que significó para la revolución la política del Gran Salto Adelante impulsada por Mao, con un enorme saldo en vidas también, pero por hambruna, no lo dejaba situado exactamente en la misma línea de tensión que Rusia como si lo es ahora.

Es decir, que lo esencial en el rechazo de Occidente hacia Rusia y China, era una consecuencia inmediata de la propaganda durante la guerra fría, pero centrada medularmente en el contraste que surgía entre dos formas de organización política y social antitéticas y más concretamente en cuanto a la cuestión de la libertad como valor supremo enfatizado en esa disputa global por los sistemas democráticos.

Demás está señalar, cómo repercutía negativamente ese efecto para los pueblos de una Latinoamérica gobernada largamente por dictaduras propiciadas y financiadas por Estados Unidos, y en un contexto signado por los movimientos revolucionarios armados de los años 60 y 70 con epicentro en Cuba, a su vez estrechamente vinculada política, económica y militarmente a Rusia .

La novedad que la historia nos deja ver ahora es el drástico giro que se ha estado produciendo en la imagen de esos dos colosos en esta parte del mundo, principalmente la URSS, que hasta hace no más de 25 años provocara poco menos que escozor, y el impacto geoestratégico que ello tiene.

En esa paulatina, aunque no aparente metamorfosis, la Perestroika y la Glásnot, y posteriormente la conformación de los BRICS, seguramente fueron pavimentando tramos importantes de la senda, pero lo paradójico que no supo o no pudo avizorar Occidente, es que al mismo tiempo que se caía el muro y quedaba a la intemperie el sistema soviético con todas sus debilidades y miserias, caería junto con él aquel efecto temor que lo estigmatizaba y le bloqueaba la posibilidad de ser parte esencial de un bloque llamado a fundar un nuevo paradigma, sin cuya presencia además hubiera sido improbable.

Mientras, Estados Unidos está empeñado en la agudización cada vez más cruenta de la lógica con la que el capitalismo se construyó a si mismo, sembrando la decadencia, la pobreza y la muerte en una parte considerable del planeta. Y a su vez, parecen no dar cuenta del serio desgaste que están sufriendo en una de sus piedras angulares de dominación, cual es el rol de centro financiero internacional, por las maniobras de un poder financiero hiperconcentrado dado en llamar buitre, pero avaladas por la totalidad de su sistema legal y fuera del control de la Administración Obama.

Es probable que la profundización de tendencias críticas indiquen la presencia de un punto de inflexión, y a ese que pareciera ser el caso de los Estados Unidos de Norteamérica, aún no le conocemos su verdadera índole: si es el surgimiento de una nueva fase del capitalismo o la implosión del mismo tal como lo conocemos hasta ahora.

A la luz de los renovados aires que soplan a nivel global de la mano de los BRICS y en Latinoamérica, lejos de los anuncios del fin de la historia y las ideologías, cobra vigor la interpretación marxista de que la historia es el resultado de la interacción entre los medios de producción y las relaciones de producción, y cuando éstas últimas se modifican, aquella lejos de terminarse comienza a marcar un nuevo derrotero.

Hoy, mas allá de la aridez de la coyuntura y a la par de los movimientos progresistas de este continente que tomaron el control político de la Región con lazos de manera creciente, se han dado las condiciones para que dos de las grandes potencias mundiales, como China y Rusia, integrantes de los BRICS, entronquen con una Indoamérica rica en una enorme y diversa cantidad de recursos materiales y humanos, para aportar a un proceso de desarrollo sostenido que redunde en beneficio de nuestros pueblos. Era hora.

* Miembro fundador e integrante de la Mesa Provincial del Partido Solidaridad e Igualdad.

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