jueves, 26 de febrero de 2015

Es doloroso vivir en medio del caos



Por Immanuel Wallerstein

Traducción: Ramón Vera Herrera

El sistema-mundo está en serios problemas y está ocasionando malestar a la vasta mayoría de la población mundial. Los expertos y los políticos se aferran a un clavo ardiendo. Magnifican cada ocurrencia de las leves mejoras momentáneas, por lo común transitorias, de las varias medidas que estamos acostumbrados a utilizar.

En el lapso de más o menos un mes, de pronto se nos puede decir, al ir terminando el año calendario, que el mercado se veía mucho mejor en Estados Unidos, pese a haberse visto peor en Europa, Rusia, China, Brasil y otros muchos lugares. Pero conforme arribó el nuevo año hubo una seria caída en los precios de acciones y bonos en Estados Unidos. Fue ésta una voltereta rápida y marcada. Por supuesto, de inmediato los expertos dieron explicaciones, pero ofrecieron una amplia gama de ellas.

La cuestión real en cualquier caso no son los precios de los bonos o acciones en algún país. Es el panorama del sistema-mundo como un todo, que no me parece que se mire muy bien. Para nada. Comencemos con el principal indicador utilizado por los pensadores del establishment –las tasas de crecimiento.

Por tasas de crecimiento tendemos a querer decir precios en la bolsa de valores. Por supuesto, como sabemos y es obvio, muchas cuestiones diferentes a una mejora en la economía pueden conducir a una alza en los precios de la bolsa: primero que nada, la especulación. La especulación se ha vuelto tan fácil y está tan incrustada en las actividades diarias de los grandes operadores en el mercado mundial que hemos comenzado a asumir que esto no es sólo normal, sino más o menos deseable. En cualquier caso, tendemos a argumentar que no hay nada que alguien pueda hacer para detenerlos, si quisiéramos hacerlo. Esta última suposición es probablemente correcta, lo que justo es el problema.

En mi opinión, el único indicador que mide el bienestar de la economía-mundo y el bienestar de la vasta mayoría de la población mundial es el de las tasas de empleo. Hasta donde logro entender, el desempleo ha sido anormalmente alto por algún tiempo, si se mira el mundo como un todo. Es más, la tasa ha ido subiendo constante (no descendiendo) durante los últimos 30 o 40 años. Lo mejor que parecemos poder anticipar es que la tasa se estabilizará donde está. Revertir la tendencia no parece probable. Por supuesto, si uno mide las tasas de empleo país por país, éstas varían y oscilan. Pero a nivel mundial, la tasa de desempleo ha estado subiendo regularmente. La realidad es que hemos estado viviendo en medio de un sistema-mundo que oscila salvaje, y esto es muy doloroso. Las tasas de empleo no son las únicas tasas que oscilan. Sólo miden la más inmediata fuente de malestar. Las tasas de cambio entre divisas importantes pueden ser también una fuente visible de malestar para muchas personas de todos los niveles de ingreso. Hasta el momento, el dólar crece con rapidez vis-à-vis casi todas las otras divisas. Una tasa de cambio al alza favorece importaciones baratas y baja la inflación. Pero afecta a los exportadores, como ya sabemos, y pone en riesgo la deflación de más largo plazo.

Los costos de la energía también oscilan salvajes. El ejemplo más obvio es el petróleo. El precio estaba al principio en marcada subida por todo el mundo durante casi todo 2014, lo que brindó enormes ingresos y poder político a los países que eran productores (y a los Estados en América del Norte que eran productores). Luego, parece que de repente, se dijo que hubo una superabundancia en el mercado, y los precios de la energía comenzaron a catapultarse hacia abajo hasta un nivel bastante bajo. Aquellas estructuras políticas que habían aprovechado de la subida, ahora tuvieron que enfrentar un aumento en deuda soberana y ciudadanos infelices.

Con toda seguridad, hay un factor político involucrado en estos alocados vaivenes. Pero se ha sobredimensionado la capacidad, de aun los grandes productores como Arabia Saudita o Texas, para afectar los vaivenes en los precios. Estos vaivenes son como tornados que destrozan casas en su camino. En el proceso, las instituciones bancarias que le habían apostado a la dirección de los precios (en cualquier sentido) se encontraron en problemas radicales, y sin un respaldo garantizado de sus gobiernos.

Las alianzas geopolíticas son casi tan inestables como el mercado. Estados Unidos ha perdido su incuestionable hegemonía del sistema-mundo y nos hemos movido a un mundo multipolar. La decadencia estadunidense no comenzó recientemente, sino en 1968. Durante mucho tiempo fue una decadencia lenta, pero se hizo precipitada después de 2003, como resultado del desastroso intento de revertir la decadencia invadiendo Irak.

Nuestro mundo multipolar cuenta con 10-12 potencias con fuerza suficiente como para emprender políticas relativamente autónomas. No obstante, entre 10 y 12 es un número demasiado grande como para que alguna de ellas esté segura de que sus puntos de vista prevalecerán. El resultado es que estas potencias están barajando alianzas constantemente con tal de no verse desplazadas por las maniobras de las otras.

Muchas decisiones geopolíticas (si no es que casi todas) son imposibles de controlar, aun por los poderes más fuertes, porque no hay buenas opciones disponibles. Miren lo que está ocurriendo en la Unión Europea. Grecia está por celebrar elecciones, en las que parece que Syriza, el partido anti-austeridad, puede ganar. La política de Syriza es exigir una revisión de las medidas de austeridad impuestas a Grecia por una coalición de Alemania, Francia, el Fondo Monetario Internacional e indirectamente el Departamento del Tesoro estadunidense. Syriza dice que no quiere abandonar el euro y que no lo va a hacer.

Alemania dice que no será chantajeado por Grecia para alterar su política. ¿Chantajeado? ¿Puede la pequeña Grecia chantajear a Alemania? En un sentido los alemanes tienen razón. Con Syriza los griegos van a estar jugando bola ruda. La zona del euro no tiene previsiones acordadas ni para la retirada ni para la expulsión. Si las fuertes potencias intentan expulsar a Grecia de la zona del euro, un gran número de países pueden apresurarse a una retirada por buenas o malas razones.

Muy pronto la zona del euro podría no existir ya, y Alemania sería el perdedor individual más grande. Así, desde el punto de vista de Alemania (y de Francia), las exigencias de los griegos son una propuesta donde todos pierden. Hasta el momento Alemania mantiene su postura pero ha suavizado la amenaza de expulsión. Francia ha dicho que está contra la expulsión. Esto sirve a los objetivos de Syriza. Que en particular Alemania pierda sin importar que postura escoja ahora es una de las consecuencias políticas del caos.

El sistema-mundo se está autodestruyendo. El sistema-mundo se encuentra en lo que los científicos de la complejidad llaman una bifurcación. Éste significa que el sistema actual no puede sobrevivir, y que la real cuestión es qué lo reemplazará. Aunque no podemos predecir qué clase de nuevo sistema emergerá, podemos afectar la decisión entre las alternativas sustantivas disponibles. Pero sólo podemos esperar hacerlo mediante un análisis realista de los vaivenes caóticos existentes sin esconder nuestros esfuerzos políticos tras espejismos acerca de reformar el sistema existente o mediante intentos deliberados por ofuscar nuestro entendimiento.

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