martes, 24 de febrero de 2015

El Estado receta olvido y resignación a los familiares de desaparecidas




La desaparición de un familiar es un calvario para cualquier persona, especialmente cuando esto sucede en zonas de conflicto o en el país más violento del mundo. Honduras se va convirtiendo cada día en una inmensa fosa clandestina en la que ya ni se sabe cuántas personas en realidad están siendo asesinadas. En este contexto desapareció la pequeña Hilda.

María dice que Hilda es una joven muy carismática, no es tan chaparra y es zarca. Mientras María describe a su hija le tiembla la voz. Su miedo más grande es olvidar los detalles del rostro de su pequeña que el fin de semana pasado cumplió un año de haber desaparecido.

Hilda Estefany de 21 años, desapareció el 7 de febrero de 2014 junto a su amiga Isis Quiroz de una comunidad de Río Lindo, Cortés. Este pueblo es aparentemente muy tranquilo, con calles solitarias. Pero María, la madre de Hilda asegura que detrás del silencio se esconde mucha violencia y poco se habla de eso.

“Ese día estaba metiendo el último par de zapato en la maleta cuando le cayó la llamada de la muchacha Isis y ella salió en un mototaxi y dijo que regresaría pronto, pero nunca regresó. Ella ya había salido a trabajar anteriormente y siempre se comunicaba conmigo, incluso a veces me llamaba bien de noche cuando yo estaba dormida y me decía que me extrañaba que le hacía falta hablar conmigo. Ella era así”, cuenta María.

Y continúa: “aquí en Río Lindo se mueve bastante el mundo de la droga, y aquí han matado varios enfrente de la gente y no pasa nada, todo queda impune. Las autoridades saben lo que pasa aquí y no hacen nada”. 

María, así como miles de madres en barrios, comunidades y ciudades de Honduras viven con el miedo de que alguien de la pandilla, de la mara, de la banda criminal se enamore de su hija. Ella siempre tuvo ese miedo y siempre le decía a su hija que tuviera cuidado con quienes ya se sabía andaban en “malos pasos”.

El Foro de Mujeres por la Vida, organización feminista en el norte de Honduras manifestó en su boletín Heridas que no cierran que “esta práctica cruel se vive, principalmente, en las zonas más empobrecidas del país y se ha agudizado en los nuevos contextos, caracterizados por nuevas expresiones de violencia contra las mujeres. Particularmente grave es que muchos casos denunciados y calificados como rapto, secuestro, detención forzada o desaparición, después de un tiempo, pasan a engrosar la lista de feminicidios”.

Esta madre espera que pronto alguien llegue con noticias de su hija, sin embargo lo que más suena, desde las autoridades hasta sus propios vecinos es que deje eso así, que su hija puede estar enterrada en cualquiera de las miles fosas clandestinas que hay en el país.

Karen Mejía, del Foro de Mujeres por la Vida, asegura que lo más preocupante es la respuesta estatal ante el incremento de denuncias sobre desapariciones.

“Hay que analizar esta problemática en dos vías: 1. El aumento acelerado que hay 2. Las trabas del sistema de justicia. A muchas de las personas que denuncian desapariciones, las autoridades las mandan a monitorear medios de comunicación para verificar si están muertas, esto crea serias limitaciones para familiares que buscan a estas mujeres. Por su parte, el Estado tiene poca documentación porque se ha olvidado de las desapariciones en Honduras. No hay datos digitalizados de las fosas comunes, las casas locas, cementerios clandestinos, todo esto no es tomado en cuenta ni para las muertes violentas, no hay investigación.

Una desaparición no solo puede ser una mujer muerta, también puede estar involucrada en una red de trata de personas, pudo haber migrado, puede ser una mujer retenida contra su voluntad en algún prostíbulo. Lamentamos que el Estado niegue toda esta investigación a las personas que andan buscando a sus familiares porque a veces pasan 4 o 5 años para que las denuncias avancen;  y en cuanto más tiempo pasa, el mensaje que se envía a los familiares es que cesen de buscar porque ya no hay esperanzas”, explica.

El Observatorio de derechos humanos de las mujeres citó en un informe al Observatorio de Violencia de la UNAH que establece que en el 40.4% de los homicidios de mujeres ocurridos durante el 2012 se desconoce el lugar en el que se cometió el crimen, lo que implica que las mujeres, niñas y adolescentes víctimas fueron sustraídas del lugar donde se encontraban, retenidas bajo su voluntad o en contra de ella, probablemente víctimas de abusos sexuales y torturas, para posteriormente asesinarlas y ser abandonadas en la vía pública. Esta información concuerda con el aumento del 216% de denuncias de desapariciones de mujeres interpuestas ante el Ministerio Público en los últimos 6 años; muy por encima del 142% de aumento de denuncias de hombres desaparecidos correspondientes al mismo período. 

Aunque no exista información oficial de mujeres denunciadas como desaparecidas y que posteriormente hayan sido asesinadas, por falta de interés y errores al momento de registrar los delitos, la relación entre ambas es innegable. 

Aunque en 2014 el Observatorio de la Violencia registró una reducción en las muertes violentas de mujeres, los antecedentes nos dicen que cada año aumentan las denuncias por desapariciones. Mejía teme que en Honduras, uno de los países más violento del mundo, no puede haber certeza de nada, cuando de violencia se trata, porque las fuentes de donde proviene la información no son confiables ni efectivas. 

“Muchas de las muertes violentas de mujeres solo son registradas por la Policía Nacional y ellos dan poca información, incompleta o no la dan y esto no nos permite tener un estudio mejor del problema. Estas fuentes han sido duramente cuestionadas incluso por la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) en relación a la escasa documentación de muertes violentas de mujeres. Por ejemplo, hay muchas comunidades que no permiten que llegue medicina forense a hacer levantamiento de cadáveres pues las familias no pueden viajar hasta las únicas 3 oficinas que hay para todo el país. Además la poca confianza de las personas en las instituciones del Estado también impide la denuncia”, dice Mejía quien acompaña de cerca los procesos de denuncia de las familias. 

La relación que existe entre las muertes violentas y las desapariciones, de los homicidios de junio a diciembre de 2014 es que según datos del Foro de Mujeres por la Vida, un 30% de los casos precede en rapto y desaparición. Modalidades comunes son la presencia de hombres armados con pasamontañas que llegan a sustraer a las mujeres víctimas de las casas y las ultiman en otros lugares;  torturas, exposición de sus cuerpos desnudos y signos de ejecución, maniatadas, con torniquetes, etc. 

 “Algo que hacemos desde el foro es evidenciar esta problemática porque todavía persiste la visión de que esto no pasa siempre. Cada mujer que no aparece en su casa, su familia la sigue buscando y es un problema que hay que solucionar. Hemos encontrado vacíos serios de documentación en el registro forense, no tienen registros de ADN de los familiares, muchas veces son llamados para reconocer cadáveres que no coinciden con las características. Tal vez todas estas situaciones influyen en la alegada reducción de la violencia”, dijo Mejía. 

Imposible olvidar

Hace meses que María no puede movilizarse a la Fiscalía en San Pedro Sula a preguntar por el caso de su hija, al menos a hacer presencia para que no se olviden de ella. Ahora trabaja todo el día y cuida al hijo de Hilda, un pequeño de seis años. 

María tiene tantos miedos. El segundo más grande es enfermar o faltar a su familia pues ahora todos dependen de ella, incluyendo al pequeño que tiene un año de no ver a su madre. 

“Me dijo este sábado: -mami, ¿no tiene usted el número de teléfono de mi mamá?, es que quiero hablar con ella, cuando ella venga le voy a dar muchos abrazos.- No se imagina como me pongo yo. Él espera que su mamita cuando venga le traerá regalos, y él me abraza y me dice en la noche: -mami cuando venga mi mamita ya no dormiré con usted, solo con ella.- Todos aquí la extrañamos, esto es bien duro”, María se quiebra, tal vez ha sido una de los pocos momentos que puede llorar a su hija y no verse débil ante su familia que le exige fortaleza. 

Si hay algo que María pide a sus vecinos, a los policías que ríen cuando ella sigue preguntando, a su familia, a los fiscales, al Estado de Honduras, es que ni siquiera se atrevan a sugerirle jamás a una madre olvidar a su hija. 

Desapariciones históricas 

Una investigación que realiza actualmente el Foro de Mujeres por la Vida asegura que de 1980 a 1993, hubo un registro de 30 mujeres desaparecidas, en una década de golpes de Estado y militarización aguda. Ahora y a partir del golpe de Estado  de 2009, las denuncias de mujeres desaparecidas pasaron de ser 91 en 2008 a 347 en 2013, lo que significa un incremento de 281% en los casos de mujeres, niñas y adolescentes que son reportadas como desaparecidas a nivel nacional.”

Sin embargo, esta organización denuncia que en la búsqueda de información más reciente sobre las desaparecidas en el país, mientras realizaban una visita de campo al Comisionado Nacional de Derechos Humanos  (CONADEH), por ser la institución emisora del primer informe detallado sobre desaparecidos durante el periodo anterior inmediato; comprobaron lo que ya se había constatado en los informes de la década recién pasada.

“El Renglón de “Desapariciones” irónicamente ha desaparecido de los informes del CONADEH y en el caso específico de “mujeres desaparecidas” existe un vacío investigativo, a pesar de que de acuerdo a algunos medios, las organizaciones defensoras de derechos humanos de la mujeres han hecho en su momento la denuncia del aumento antes mencionado.  

Miss Honduras

María, pasa viendo noticias todos los días. También ha tomado el consejo de buscar entre las sangrientas notas rojas, el rostro de su hija. Y aunque los medios, por un lado están llenos de muertos, por otro lado publicitan la famosa reducción de violencia que el gobierno asegura. 

“Para mi esta violencia no ha disminuido en nada, si uno ve noticias ve que aparecen cuerpos en todos lados; mujeres muertas, yo siento que el gobierno se ha enfocado en otras cosas, suceden estas cosas y no se resuelve nada. Además creo que las autoridades se mueven solo por personas adineradas. Así fue el caso de la miss Honduras, en muy poco tiempo lo resolvieron. Yo fui a poner la denuncia aquí en la policía de Río Lindo y más bien se rieron de mí.” 

El caso de María José y su hermana, conocido mundialmente, puso en alerta a las autoridades y aunque ya era demasiado tarde, pues habían sido asesinadas, la incertidumbre de quienes las vieron partir y no regresar, no se dilató por años. 

Karen Mejía, del Foro de Mujeres por la Vida asegura que el caso de María José y su hermana, por ser de “alto impacto” permitió emitir alertas tempranas y que sus cuerpos no fueran perdidos para siempre. 

“Ahora exigimos al Estado que se documenten mejor estos casos, que se puedan emitir alertas tempranas de desaparición desde el momento de la denuncia, según estándares internacionales los primeros momentos son importantes para dar con el paradero”.

Históricamente, la problemática de desaparición forzada ha sido abordada por organismos internacionales en el marco de conflictos armados y de situaciones de represión política, por lo que en la actualidad se cuenta con una buena cantidad de instrumentos internacionales de derechos humanos y jurisprudencia sobre el tema.

Denuncia

“Tenemos noticias de personas que han denunciado una desaparición, mucha veces lo más idóneo para  las familias es presentarse ante un medio con una fotografía de su familiar perdido, y a la policía poco acude”, dice Mejía.

Y así conocimos a María. En una caminata por el día de la NO violencia contra la mujer, con un cartel que tenía la foto de las dos chicas desaparecidas y los números de teléfono a llamar en caso de verlas.  

“A la morgue yo me cansé de ir, por último ya dejé las dos fotos y los números de teléfono porque yo le expliqué a la muchacha que yo no podía estar viajando, entonces ella me dijo que me avisarían. La anduve buscando en hospitales y nada.

Dios me ha dado la fuerza, porque se inventaron tantas noticias, habían dicho que encontraron dos cuerpos y yo me fui para la morgue y hasta pensé que no me las querían entregar, a mí me decían que allí las tienen tiradas como perras. Pero no, una se da cuenta que la gente la puede volver loca  a una. Desde allí ha sido tan duro para mí. Es gran sufrimiento perder un ser amado y no tener noticias”, cuenta. 

El 26 de octubre de 2011, en el 143o periodo de sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la Convergencia por los Derechos Humanos y el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL), con base en un informe elaborado por el Foro de Mujeres por la Vida, manifestaron lo siguiente:

...También queremos llamar la atención sobre la desaparición de mujeres que terminan en muerte por la falta de respuesta de la policía al momento de interponer una denuncia, sobre todo si son mujeres jóvenes, pues muchas veces desestiman una denuncia con el argumento de que hay que esperar porque pudo haberse ido con el novio. En 2010, en los recuentos hemerográficos del Centro de Derechos de Mujeres, hubo 57 mujeres que fueron raptadas, todas ellas aparecieron después asesinadas. Y en el primer trimestre de este año [2011] conforme al registro del Foro de Mujeres por la Vida, 16 mujeres fueron raptadas, 14 de ellas fueron asesinadas y 2 continúan desaparecidas. En una segunda audiencia, en el 147o periodo de sesiones, el informe del Foro de Mujeres por la Vida indicó que en 2012 los medios identificaron doce mujeres desaparecidas.

Según datos del Ministerio Público (enero-mayo 2013), de 286 personas desaparecidas, 147 son mujeres; y de 121 raptos, 91 corresponden a mujeres. De 87 víctimas de secuestro, 34 son mujeres. Y de 139 casos de privación injusta de libertad, 45 son mujeres.

Las cifras nos pintan un panorama, pero el clamor de María nos hiere. María espera. Cada vez que un carro pasa enfrente de su humilde negocio de venta de comida, imagina a su hija bajándose, su vida ya no es vida. Hilda lleva en su brazo un tatuaje de dos corazones entrelazados y dentro de ellos están los nombres de María y Jafet su pequeño hijo. Ese tatuaje representa el dolor de María, es como si un pedazo de su corazón esté perdido y solo encontrarlo podrá quitarle el dolor aunque hay un riesgo alto de que quede un vacío para siempre.

Lea también: El caso de Norma Hernández- Una práctica que continúa con la crueldad del pasado. 

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