sábado, 21 de febrero de 2015

A Matías Funes, In Memoriam



Nota de duelo y gratitud por la Vida de un comprometido ciudadano

Con Matías había que ir preparado. O para quedar perplejo por la lucidez y clarividencia de su análisis o para morir de risa por el ingenioso humor con que él hacía frente a la misma realidad. Como un auténtico y honrado intelectual, Matías Funes no podía caer bien a todo mundo, ni todo mundo podía estar de acuerdo con su manera de ver y analizar la realidad. Nosotros mismos nos desconcertamos cuando en los aciagos tiempos del golpe de Estado tomó clara distancia de la posición oficial de la resistencia.

El desconcierto se convirtió en respeto y hasta en complicidad cuando caíamos en la cuenta de que en un ambiente convulsionado y polarizado, las voces que se desmarcan de cualquiera de los polos de la conflictividad acaban ocupando un espacio para el necesario debate y búsqueda. Obviamente no nos referimos a las voces que no son ni fu ni fa, que quieren meterse en el limbo de la neutralidad inexistente de la política y de la realidad.

Matías ni estuvo en el limbo ni repitió ninguna de las posturas de la polarización, específicamente la que se prestaba a respaldar el golpe de Estado. Matías Funes se convirtió en una voz crítica independiente, como un verdadero intelectual acucioso por buscar caminos que abran alternativas en medio de las confrontaciones.

Matías fue incómodo. Habiendo pertenecido al partido comunista, se esforzó en mantener su pensamiento y su lucidez ante la realidad al margen del fanatismo y la posición sectaria. Se esforzó para que en su análisis se dejara escuchar la realidad misma, y no solo la repetición de dogmas y consignas. Finalmente fue expulsado, pero sus detractores tuvieron que escuchar la palabra firme de aquel político que mantuvo su pensamiento y su lectura libre de falsas ideologías y de ortodoxias trasnochadas.

Pudo haberse encerrado en la academia y en sus escritos, siempre lúcidos y asertivos,  pero la política, entendida como servicio, lo perseguía con su implacable aguijón. En los años noventa lo conocimos fundando, junto a un grupo de profesionales y académicos a quienes arrastró con su ejemplo y visión, el partido Unificación Democrática que surgía tras los acuerdos entre los exiliados de la izquierda y el gobierno hondureño. Se convirtió en su primer candidato a la presidencia. Ese mismo grupo decidió seguir a Matías Funes en su retiro cuando ese partido fue capturado por víboras y tacuacines.

Como político fue insobornable, como intelectual fue clarividente y como amigo fue de los que nunca fallan con su frente en alto y su franca sonrisa para poner humor en los peores ambientes de tensión. Matías Funes es de esas personas que se quedarán para siempre entre su gente, y su aporte y sentido de humanidad, en lugar de disminuir y perderse con el tiempo, crecerán como crece el caudal del río cuando ya se aproxima a su desembocadura. Sin embargo, su caudal de pasión, humor y lucidez seguirá creciendo en el mar de nuestras luchas por la verdad y la justicia.

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