martes, 10 de febrero de 2015
La “islamofobia” y el “islamofascismo” o Europa y sus fantasmas *
La Jornada
Por Maciek Wisniewski
Disculpen la enésima paráfrasis pero hay nuevos fantasmas que recorren Europa.
Bueno, no tan nuevos, pero después de los ataques en Paris –y frescas dosis de miedo e histeria, cortesía del complejo “político-mediático”– rondan recargados de fuerzas nuevas, dominando la “agenda oficial”.
Y sus nombres son: la “islamofobia” (cuyo trato varía desde ninguneo, verdadero motivo de preocupación, hasta “una legitima reacción a la amenaza musulmana”) y el “islamofascismo” (léase: “fundamentalismo”/“yihadismo”).
Era de esperar. Algo de verás huele mal.
Solo que en las entrañas del mismo viejo continente dónde se descomponen la democracia liberal con su modelo de (no)representación política y el sistema capitalista-neoliberal con su modelo de inclusión –pardon, exclusión– social.
“Un fétido viento de racismo recorre Europa”, escribe Shlomo Sand, académico israelí que vivió años en Francia, apuntando a la suerte de inmigrantes musulmanes relegados a los peores empleos y a la vida en guetos (Counterpunch, 16-18/1/15).
Alain Gresh de Le Monde diplomatique es aún más categórico: “Islamofobia empieza a ser un racismo no declarado del Estado francés” (Middle East Eye, 14/1/15).
Solo el premier Manuel Valls no está enterado: para él no existe “islamofobia”; “es un término abusado por los apologetas del islam para acallar las legítimas críticas a esta religión” (¡sic!), asegura colgándose en el debate suscitado hace tiempo por Salman Rushdie (véase: The Atlantic, 16/1/15).
¡Qué chulo! Algo que con el... “antisemitismo” –recordemos– un término abusado por los apologetas de Israel para acallar las legítimas críticas al sionismo (y que sí “existe”).
¡Doble estándar at its best!
Algo de lo que pecaba también... Charlie Hebdo (¡sic!) “nutriéndose de asociaciones fáciles islam/terror, cuando ya nadie hoy se atrevería a hacer lo mismo con el viejo cliché “antisemita” judaísmo/dinero” (Sand dixit).
No es el único cambio: hoy “islamofobia” –reconocida por la ONU como una forma de racismo (¿ve, monsieur Valls?)– parece sustituir al “antisemitismo” (mejor: “antijuadísmo”) en su papel sistémico de un “recipiente vacío” para depositar el descontento por la crisis económica y el destructivo avance del capital.
También funciona en otros niveles:
a) como una herramienta del imperialismo post-89 (en vez de “anticomunismo”), mecanismo estratégico de odio y deshumanización de los musulmanes;
b) parte del discurso “anti-terrorista” post-9/11 y del aparato represivo interno (Arun Kundnani, The muslims are coming!: Islamophobia, extremism, and the domestic war on terror , 2014);
c) y bandera de la xenofobia –otra vez en lugar de “antijudaísmo”– hoy centrada en los migrantes-musulmanes, “un cuerpo extraño en el seno de la civilización judeo-cristiana” (¡sic!), que sustituye el enfoque biológico nazi por uno “cultural” (PEGIDA / Alemania, Frente Nacional/Francia, etc.).
Uno de los motivos de François Hollande para abrazar el nuevo papel de “presidente de guerra” (bueno no tan nuevo: miremos la escala del intervencionismo francés...) es el afán de controlar y “gobernar” estos miedos (y neutralizar la base del FN).
Pero así solo le tiende la mano al fascismo –según Jacques Rancière no hace falta que los Le Pen desplieguen una estrategia determinada: el mismo Estado ya lo está haciendo por ellos– y cava cada vez más honda la tumba de la socialdemocracia.
Leída en esta clave la nueva novela del “islamófobo” confeso Michel Houellebecq –Sumisión (2014)... lo que en árabe quiere decir “islam”– cuya 1ª edición coincidió con los atentados, resulta más interesante de los que se cree.
Su distopía –en que el país se convierte en un régimen islámico tras las elecciones en 2022– puede desarrollarse solo en una Francia como la de hoy: gobernada por la socialdemocracia agonizante, sumergida en marasmo ( “aburrida” ), sin una verdadera izquierda, dónde el único “elemento vital” son los identitarios y/o religiosos.
Pero para que no quede duda acerca de su reaccionismo, Houellebecq no abandona el papel del vocero de la ideología dominante: “Islamofobia no es una forma de racismo”, repite (El País, 8/1/15).
¿Y el “islamofascismo”?
Igual que “islamofobia” es producto del cambio post-89.
Acuñado en Gran Bretaña fue popularizado en los EU por Christopher Hitchens, llegando a ser parte del discurso del mismo G.W. Bush que legitimaba su “guerra al terror” usando la ecuación fundamentalismo=totalitarismo y metiendo al mismo saco a Al Qaeda, Hermanos Musulmanes o Hamas “herederos de nazismo y comunismo a la vez” –¡sic!– (Stefan Durand, en: Le Monde diplomatique, ed. polaca, 10/06).
También hoy sigue siendo la herramienta del imperialismo para justificar las intervenciones en cualquier “sociedad retrógrada” (Alex Callinicos, en: Socialist Worker, 13/1/15).
En este sentido extraña que ante esta a-histórica táctica de “nazificiación del enemigo” sucumbiera también desgraciadamente –como en su tiempo Hitchens– Umberto Eco que habla de ISIS como “un nuevo nazismo” –¡sic!– (La Jornada, 9/1/15).
De verás: ni ISIS, ni Al Qaeda –laxas redes y alianzas– no tienen nada del fascismo/nazismo si queremos ser estrictos y recordamos bien sus orígenes y anatomía (véase p.ej.: Enzo Traverso, La violencia nazi, una genealogía europea, 2003).
Lo más cercano fueron tal vez Saddam o Kadafi (vide: el aparato estatal, etc.), removidos, de hecho, por el Occidente para abrirles el campo a... los mismos dizque “islamofascistas”; o incluso hoy Erdogan en Turquía (véase: Telesur , 26/1/15).
Pero “islamofascismo” funciona también como parte del discurso crítico que apunta al vacío dejado por la izquierda secular en Medio Oriente y ocupado por “fascistas religiosos” (véase: Slavoj Zizek, en: In These Times, 23/8/13), análisis que aplica también al auge de la derecha y falta de la izquierda en Europa.
Como en Francia atrapada entre los neo-pétainistas con su “islamofobia” y los “islamofascistas” (fundamentalistas –o “musulmanes en general”– cuyo peso político es muy exagerado), ambos síntomas de la crisis de la democracia liberal.
Houllebecq puede tener razón caricaturizando la condición actual de Francia, pero se equivoca en su visión del futuro (que solo calienta la campaña de FN); si todo sigue como hasta ahora, el próximo presidente no será un musulmán, sino un fascista.
Por más atentados “yihadistas” en el suelo europeo la verdadera amenaza para el viejo continente siempre fue –y sigue siendo– la extrema derecha.
Tomemos los “peligrosos fantasmas” que recorren Europa y quitémosles “islam” –“ It’s not about islam; it never was! ”, escribe Ramzy Baroud (Counterpunch, 14/1/15).
Lo que queda son solo la fobia y el fascismo.
* Una versión ligeramente cambiada del texto:
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