jueves, 19 de febrero de 2015

A propósito de la fiesta de nuestra Virgencita de Suyapa



Partimos de la relación íntima entre fe cristiana y la vida, entre la fe y compromiso social, entre fe y justicia. Esto es así en virtud del misterio de la Encarnación: Dios dejó de estar lejos de la humanidad, se ha encarnado en ella, y la realidad histórica es portadora de lo divino.

Nadie en la Iglesia desconoce la narración del Evangelio de Lucas sobre la visitación de María a su prima Isabel. La Madre de Jesús anticipa la misión de su hijo: anunciar y vivir el Reino de Dios desde las realidades humanas, identificado con los humildes y desposeídos a quienes promete llenar de todo lo que es bueno, al tiempo que advierte que despedirá a los ricos con las manos vacías. Así es la Virgen María, la Madre de Jesucristo, conforme a la narración del texto evangélico.

En estos días de celebración de la fiesta de la Virgen María de Suyapa, patrona de Honduras, muchísima feligresía se moviliza con devoción a la basílica de Suyapa para presentar con fe sus rogaciones y para agradecer, en medio de sus calamidades, tantos favores recibidos. Esta fiesta es grandiosa y muestra la fe y devociones más profundas de nuestro pueblo católico.

Es muy bonito que el día de la Virgen de Suyapa se acentúe la fe y la esperanza, y que se haga un llamado a la unidad, a la búsqueda del bien común y a nuestra conversión desde la opción evangélica por quienes de manera más cruda sufren las consecuencias de la injusticia organizada desde reducidas élites. Llamar a contrarrestar la violencia y la injusticia con signos de unidad y de compromiso con la paz y la justicia, es muy propicio en este día como homenaje y ofrecimiento a la Virgen que acompañó a su hijo hasta situarse en pie de testimonio en la cruz.

Sin embargo, la fiesta de la Virgen de Suyapa también deja sus secuelas de tristeza, de pesadumbre y frustración. Usar la fiesta de la Virgen de Suyapa para destacar a personajes de la política y a funcionarios públicos que tienen mucho que dar cuenta sobre sus actos contrarios a los del Evangelio, es jugar con la devoción sincera del pueblo. La gente asiste al templo y a las celebraciones movida por su fe y su devoción. Aprovechar el día de la Virgen de Suyapa, que reúne a miles de personas movidas por su buena fe y voluntad, para ensalzar a personajes del gobierno y elevar el perfil de militares y políticos, no puede ser sino una burda e irresponsable manipulación de un acto religioso. Y es una manera excesivamente irresponsable de sectores tanto de la Iglesia como del Estado, para sacar ventajas mutuas de la devoción religiosa popular.

Todavía más. Que la imagen de la Virgen de Suyapa sea usada para bendecir triunfos inexistentes o dudosos, y de esa manera bendecir la corrupción y la impunidad, no puede ser sino un acto descarado de manipulación que no puede quedar en el silencio. Alguien tiene que decirlo, por favor, si es que no queremos ser cómplices de una acción bochornosa que desacredita a toda la Iglesia Católica, y no solo a quienes deliberadamente actúan en contubernio con las autoridades públicas que, en el caso hondureño, tienen al menos una notable cuota de responsabilidad en el sufrimiento que se le infringe al Señor Jesús y a la Virgen María en los “rostros sufrientes” de los pobres de Honduras.

Estas prácticas en lugar de ayudar a que la Iglesia recupere la confianza notablemente perdida entre muchos sectores hondureños, contribuyen a su desprestigio. Y aunque sean unos pocos los que promueven e impulsan estas irresponsabilidades y manipulaciones, estos actos salpican a toda la Iglesia que en su mayoría, y desde el propio papa Francisco se esfuerza por mantener su fidelidad al Evangelio y a la hermosa tradición eclesial.

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