martes, 24 de febrero de 2015
A propósito de las cifras
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Las cifras son frías, distantes, dicen mucho, no dicen nada. Y eso sucede exactamente con datos sobre la situación de la niñez y juventud en Honduras.
Cifras actuales nos revelan la dura realidad que enfrentan los jóvenes y menores en Honduras. De los 8 millones de habitantes con que cuenta actualmente el país 3.7 son menores de 17 años. Un millón de niños y niñas no están en las escuelas, no cuentan con los medios para realizar sus estudios. Únicamente el año 2013, 17 mil menores abandonaron las aulas de clase por alguna amenaza, medio millón son explotados laboral según los mismos datos de la Secretaria del Trabajo.
Las cifras son más escalofriantes cuando hablamos de violencia. Hace 6 años se presentaban 43 ejecuciones de menores de 23 años mensualmente, en nuestros días, cuando se habla de una millonaria inversión en armas, policías y militares el dato se duplicó, ahora se registran 83 asesinatos de jóvenes. En su mayoría quedan en completa impunidad, no hay procesos investigativos que garanticen que los responsables serán juzgados y condenados por sus hechos. La ley de los fuertes y violentos prevalece.
En un reciente informe la organización no gubernamental Casa Alianza destaca que “se observa de esta forma que la tasa mensual de muertes violentas y/o ejecuciones extrajudiciales de niños, niñas y jóvenes en Honduras está aumentando de forma progresiva obteniendo tasas que casi duplican la media de casos desde 1998”.
Las cifras nos recuerdan el abandono, discriminación y violencias que nuestro presente y futuro enfrenta. Son niños que la pobreza y desigualdad los hace incorporarse a maras o grupos criminales, niñas que a los 13 y 14 años salen embarazas, jóvenes que diariamente luchan para sobrevivir en un país como Honduras.
De forma particular la violencia se agudiza cuando hablamos de las niñas y las jóvenes. Una de las preocupaciones, es la alta tasa de fecundidad en niñas menores de 18 años. En Honduras, el 27% de los embarazos corresponde a madres de entre 15 y 17 años, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Muchas de ellas provienen de zonas rurales y pobres y en ocasiones son víctimas de violencia sexual. Para algunas, el embarazo, el matrimonio o la unión de pareja son la única manera de sobrevivir.
Frente a estos datos la preguntas son: ¿qué hacemos como sociedad para apostarle a nuestra niñez y juventud?, ¿Cómo garantizar que los derechos de nuestro presente se cumplan?, éstas o tras respuestas pasan por entender que cada uno de los problemas que este país tiene son estructurales, no requieren de remiendos o parches, sino transformaciones profundas que ataquen frontal y ferozmente el mezquino sistema neoliberal.
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