viernes, 6 de febrero de 2015

¡Todavía faltan tres!



Por J Donadin Álvarez *

El “memorable” primer año del cachurequismo, y que con tanta algarabía han ensalzado sus apologistas, sin duda ha resultado un fiasco para la mayoría de la población hondureña. Y aunque los ingenieros de las ideas políticas oficialistas vociferen que en estos primeros doce meses de “huevierno” se ha allanado el terreno para la realización de importantes proyectos, tal discurso es hallado ridículo y vagamente conmovedor. Para el ciudadano que aún cuenta con una bondadosa reserva de tolerancia ante tanta mentira, el alarde de innumerables éxitos fantasmagóricos  y el uso de un vocabulario cínico a través de los medios de comunicación tarifados por el poder únicamente puede moverle a la risa.

De ahí quelos azules deben afrontar un desafío importante en estos tres años siguientes: recuperar la confianza de los gobernados. Ellos mismos, como actores de la tragicomedia política hondureña, saben que en cuanto a prestigio son superados ampliamente por el papel higiénico. La razón es sencilla; en tan sólo doce meses de estar al frente del país han demostrado que son vividores, adictos a la mentira y al saqueo, voraces, mercantilistas, serviles al poder extranjero, leguleyos, traidores a la patria y que solamente anhelan embriagarse de poder para corromperse a alta velocidad pues sus necesidades los han vuelto insaciables, mientras el ciudadano honrado lucha por ganarse el pan y los peces, anhelando multiplicarlos de la misma forma en que estos ineptos políticos aumentan sus caudales.

Ante el evidente descrédito de la nueva generación nacionalista su trasnochado cabecilla ha intentado, por todos los medios posibles, maquillar su mal desempeño. Muchos nos preguntamos: ¿Por qué se habrá metido el excelentísimo presidente de los no hondureños a una fantasmada tan ramplona como administrar un país? ¿Cuál fue su inspiración para sacrificar su agudeza a la fácil tarea de refundar un Estado al borde del colapso? ¿Por qué tanta abnegación  de su parte por convertirse en un servidor del pueblo y no dedicarse a otros menesteres más acordes con la altura de su inteligencia? ¿O será que los genios también se equivocan?

Mientras el Lempira contemporáneo continúe al mando de la nación nada bueno puede esperarse. Su visión maniquea sobre la forma en que se debe afrontar los problemas del país y su antipática tozudez  de declarar a través de cadenas radiales y televisivas que todo aquél que se oponga a su “incesante” trabajo, o tiene prejuicios ideológicos o está coludido con los malos hondureños, manifiesta su intolerancia. Y lo que es peor, deja entrever sus perversas intenciones de afixiar, mediante la propaganda entorpecedora, a los ciudadanos no habituados a cuestionar el poder y escarnecer a quienes se atrevan a discreparlo, actitudes estas propias de un dictador.

Por otra parte, preñado de una autoridad que nadie le ha conferido y excitado hasta la alucinación se ha autoelegido para salvaguardar a Honduras de ese monstruo llamado Crimen Organizado. Eso sí, para cumplir su misión necesita lo que él llama la Policía Militar del Orden Público. ¡Ay de aquél que especule al respecto!

Así pues, no se debe negar  que “Honduras está cambiando” gracias a la encomiable tarea que día y noche desarrolla el gestor de una “Vida Mejor”. Ha hecho, además, “todo lo que tenía que hacer para acabar con la delicuencia y recuperar la paz y la tranquilidad”. Desde luego, si comparamos al país con una década atrás podremos comprobar que, en efecto, se han producido notables cambios, principalmente durante la actual administación. Ahora hay más corrupción, injusticia, inseguridad, miseria, violencia, etcétera, todo con calidad de exportación. ¡Vaya paraíso el que nos ha obsequiado! ¡Qué increíbles las ventajas de vivir en un país democrático, en un Estado de Derecho bajo la égida de un gobierno neoliberal!

Son evidentes, pues, los “impresionantes avances” obtenidos durante el primer año de gobierno. Imagínese lo que se viene en estos tres que siguen. Si acaso el virus del empobrecimiento se ha propagado con asombrosa rapidez entre la mayoría de los hondureños no es porque las “eminencias” de gobierno así lo hayan deseado, ni menos por inoperancia de el maestro del engaño (¡digo, del Señor Presidente!) Considerarlo de esta manera solamente significaría estar del lado de los malos. Cuídese de insinuarlo siquiera.

* Estudioso de las Ciencias Sociales de la UPNFM

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