jueves, 26 de marzo de 2015
Alternativas progresistas al orden neoliberal
Artsenal
Rebelión
Por Enric Llopis
La crisis económica de 1994 en México, 1998-99 en Brasil y 2000-2001 en Argentina, las tres principales economías del continente, y el fracaso de la gestión neoliberal, inauguraron un ciclo de nuevos gobiernos progresistas y de izquierda en la región: Chávez en Venezuela (1999), Lula da Silva en Brasil (2003), Néstor Kirchner en Argentina (2003), Evo Morales en Bolvia (2006), Rafael Correa en Ecuador (2007)... Se trata de gobiernos “posneoliberales”, según los define el sociólogo y politólogo brasileño Emir Sader, que permitieron reaccionar a países en los que las políticas económicas del FMI se aplicaron con saña y sin concesiones. Sometida hoy la vieja Europa a la misma cura de recortes y austeridad fiscal, y cuando se niega rotundamente el margen para las alternativas (en Grecia, por ejemplo), los gobiernos “antineoliberales” (como también los define Emir Sader) reúnen ciertos rasgos comunes, que el profesor retirado de la Universidad de Sao Paulo y de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro ha explicado en la primera Trobada per la Unitat Popular organizada en Valencia.
La prioridad de las políticas sociales, en lugar del ajuste fiscal, ha sido una cuestión central para los gobiernos progresistas de América Latina. Por el contrario, apunta Emir Sader, para el neoliberalismo es innegociable el objetivo de poner al día las cuentas públicas. Precisamente las políticas sociales son “lo que más ha mejorado en Brasil”, añade el coordinador de “Lula y Dilma. Diez años de gobiernos posneoliberales en Brasil” (Traficantes de Sueños). Por esta razón, “es el pueblo el que más vota a estos gobiernos”. La derecha define estas políticas como “comprar la conciencia de los pobres” o las califica de “asistencialistas”, a lo que se agrega una “masacre mediática” de la opinión pública. Sin embargo, a pesar de las presión que implica la recesión a escala global y los imperativos del capital especulativo interno, “las políticas sociales siempre se han profundizado y extendido”, afirma el sociólogo brasileño.
Históricamente las clases populares fueron excluidas en estos países, de hecho, se gobernaba únicamente para un tercio de la población (“con eso al capitalismo le basta”). “¿Por qué satisfacer las necesidades de tanta gente si no van a consumir, ni tampoco son obreros cualificados”, se pregunta de modo retórico Emir Sader. “No se les tiene por qué hacer beneficiarios de las políticas sociales”. La distribución de la renta, en cualquier país inserto en un marco económica capitalista, se fundamenta en el aumento del empleo formal y en el incremento de los salarios por encima de la inflación. Pero queda, asimismo, mucha gente excluida del mercado de trabajo, para quienes se aplican políticas complementarias. Un ejemplo de mecanismo de transferencia de rentas, aunque sujeto a contrapartidas, es el programa “Bolsa-Familia” desarrollado en Brasil.
Otro elemento prioritario para estos gobiernos es la integración regional y de los intercambios Sur-Sur, frente a la firma de Tratados de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. México inauguró la vía de los TLC en 1994, al suscribir un acuerdo con Estados Unidos y Canadá. “México se alió con un país recesivo, que no le exportó capitales para el desarrollo, sino armamento en relación con el tráfico de drogas, especulación financiera y explotación de la población más vulnerable”, explica Emir Sader. El referente “alternativo” lo constituyen instituciones como Mercosur, Unasur, el Consejo de Defensa Suramericano, el Banco del Sur o la creación de la CELAC, que ha logrado integrar (en contraposición a lo que históricamente ha representado la OEA) a los países de América Latina y el Caribe, pero sin la presencia de Estados Unidos. “Los intercambios comerciales de América Latina con China son hoy más importantes que con Estados Unidos”, remata Emir Sader.
La conclusión es que en los países de la región con gobiernos de izquierda se ha ensanchado de manera muy notable el mercado interno. Se ha incrementado el consumo popular, y validado una reflexión de Lula citada por Emir Sader: “Los pobres no son el problema, sino la solución”. Porque los pobres no van especular ni evadir capitales a Suiza, sino que mediante el consumo contribuirán a la reactivación económica. Además, en otras circunstancias, en plena recesión global, “la crisis de 2007-2008 hubiera tenido en América Latina un impacto brutal”, explica el politólogo brasileño. Pero a pesar de la caída de la demanda de Estados Unidos, Japón y Europa, las economías latinoamericanas no han entrado en recesión. Un tercer elemento que caracteriza a estos países es el rescate del estado. Si el neoliberalismo promovió la centralidad del mercado, los gobiernos progresistas de la región vitalizaron el papel del estado para el crecimiento de la economía, la garantía de los derechos sociales y la acción en las relaciones internacionales (uno de los hechos más importantes de 2014 consistió en el acuerdo de los BRICS para constituir un Banco de Desarrollo, con la creación de un fondo de reserva para países en crisis, lo que representa una alternativa a instituciones como el FMI y el Banco Mundial).
Actualmente, explica Emir Sader, Brasil tiene una política internacional soberana, participa de los BRICS y de la integración regional. “Ojalá países como España, tanto con gobiernos del PP como del PSOE, pudieran tener una política internacional tan activa”. Además, la política exterior española está fuertemente condicionada por sus intereses en América Latina, como demuestra el hecho de que en esta región la banca española obtenga buena parte de sus beneficios, con lo que recompone los resultados (mucho más adversos) que presenta en el estado español. También son muy importantes las ganancias en América Latina de Telefónica y otras multinacionales. “El diario El País es un agente de todos estos intereses”, subraya el sociólogo. “Este periódico se cansó de decir que era México y no Brasil la referencia fundamental; México es un desastre desde todos los puntos de vista, pero representa el Libre Comercio y es miembro, con Chile, Perú y Colombia, de la Alianza del Pacífico, que se mantiene fiel al proyecto norteamericano”.
Pero la ruptura con el orden neoliberal, la superación de la crisis de la deuda, los avances socioeconómicos y los procesos de integración geopolítica no excluyen limitaciones y riesgos. Así, la apertura de las economías han dado lugar a procesos de desindustrialización, y a que los países dependan en gran medida de la exportación de productos primarios. Los riesgos que ello entraña pueden apreciarse con la caída de los precios del petróleo. Además, continúa siempre presente la hegemonía internacional del capital financiero, lo que puede observarse, entre otros ejemplos, en la presión de los “fondos buitres” sobre el estado argentino.
“Los capitales prefieren la bolsa de valores a las inversiones productivas”, resume Emir Sader, “aunque ello no significa que tengamos que distinguir entre capitalistas buenos y malos”. El potencial del agronegocio y de los transgénicos, con el perjuicio que ello implica para las economías familiares y de la pequeña y mediana empresa, representa otra seria amenaza. Por último, el monopolio privado de los medios de comunicación, “el verdadero partido de oposición”, no se limita al control de la agenda del día y de los noticieros. Explica Emir Sader que hay en marcha “toda una maquinaria internacional de diversión y publicidad”, que se condensa en el modo de vida noteamericano y tiene su máxima expresión en los Shopping Center. “La utopía neoliberal consiste en destruir los espacios públicos, comunitarios, y liquidar la esfera pública en favor de la mercantil”. Así pues, la disyuntiva no se presenta entre público/privado. “Nosotros valoramos mucho lo privado, pues representa las opciones de libertad individual”. Según Emir Sader, “la esfera del neoliberalismo es la de lo mercantil, donde todo se compra y se vende, y donde todo tiene un precio”. En el modelo del Shopping Center, donde los pobres no suelen entrar, todo es comercio. No son espacios edificados para el ciudadano, sino para el consumidor.
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