martes, 17 de marzo de 2015

Militarización en el Aguán asesina sueños y planes familiares



Por Sandra Rodríguez

A sus escasos diez años de edad, Luis tiene la mitad de su vida sin papá, en las noches le cuesta conciliar el sueño y a veces tiene pesadillas, no comprende porque lo mataron, si lo único que don Raúl Castillo hacia era trabajar la tierra para ofrecerle un futuro mejor, mientras que a su mamá le dice que no trabaje tanto para que se compartan más tiempo juntos.

Guadalupe Gallardo asumió el doble rol de madre y padre de Luís, pues lo que tanto temía su esposo era dejarlos desprotegidos, sin embargo así sucedió cuando el 15 de noviembre del 2010, fue asesinado en por defender las tierras de la finca El Tumbador, en Trujillo, Colón.

“Aunque desde la mañana se corrió la voz de que habían heridos, fue hasta la tarde que me dijo un vecino ‘Raúl murió’ yo no lo podía creer… para mi ese momento fue duro, mi hijo estaba de seis años, no lo podíamos creer”.

Las tierras de El Tumbador, son las mismas donde funcionó el Centro Regional de Entrenamiento Militar (CREM), y por las que campesinos y campesinas de la Comunidad Guadalupe Carney, en el Bajo Aguán se organizaron para recuperarlas y trabajarlas, pues eran propiedad del Estado y personas particulares han pretendido adueñárselas.

Lupe y Raúl compartieron 14 años de vida, en los que hacían planes a futuro pensando siempre en el bienestar del pequeño Luís. Cada mañana conversaban sobre lo que sucedía en la empresa campesina, como intensificar la producción agrícola y luchar por lo que le pertenece al campesinado que representa a 300 mil familias hondureñas sin acceso a tierra para cultivo.    

Ella viajó desde el Bajo Aguán a Tegucigalpa, para exigir que se haga justicia por el asesinato de su esposo y cuatro compañeros más, durante una emboscada en la que participaron militares y guardias de seguridad privada contratados por el terrateniente Miguel Facussé, quien se dice dueño de la Finca El Tumbador, la cual unos 200 campesinos decidieron recuperar porque son tierras nacionales, denunció la Guadalupe.

Raúl Castillo (48), era originario del municipio de Florida, Copán, pero con su familia se fue a Colón, porque escucharon que en esa zona la tierra era buena para la agricultura y ellos querían trabajar.

Así se organizó desde el año 2000 en el grupo del Movimiento Campesino del Aguán (MCA), que aglutinaba unas 800 familias provenientes de diferentes regiones de Honduras, y de manera colectiva sembraba arroz, frijoles, maíz, yuca, plátano, camote, piña, y otros cultivos, para saber cuál era el producto que mejor se daba.

La persecución fue desde que iniciaron las recuperaciones de las tierras el 14 de mayo del 2000, estábamos en unas propiedades de las que Henry Sorto se decía dueño, por lo que al enterarse que un grupo de campesino estaba allí, a los dos días envió a sus mozos que nos dispararan en la noche para intimidarnos, eso se mantuvo por unos tres años, relató la mujer.

Nosotros solo queríamos trabajar, en el 2008 decidimos recuperar otras tierras del mismo supuesto dueño, pero son tierras que pertenecen a los campesinos, reiteró doña Lupe, todas estas tierras están dónde era el antiguo CREM del batallón, aseveró, aunque hubo un enfrentamiento, mi esposos estuvo ahí y me dijo que sólo tenía como opción tirarse al suelo para salvar su vida, de ahí no volvió a pasar nada, “además Sorto se fue del lugar no sé para donde”.

La tragedia que marcó la vida esta madre y su hijito de seis años, el 15 de noviembre del 2010, cuando don Raúl salió de casa a las tres de la mañana, como de costumbre fue a ordeñar sus vacas, regresó hora y media después, en eso recibió una llamada telefónica de un compañero, quien lo puso sobre aviso porque “estaba fea la cosa en El Tumbador”, unas tierras “supuestamente” propiedad de Miguel Facussé, y que miembros del MCA iban a recuperar a partir de ese día.

Recuperar esa zona es para completar 724 hectáreas de tierras que fueron adquiridas por el Estado al ciudadano Temístocles Ramírez, y después fueron traspasadas al Instituto Nacional Agrícola, INA por la Procuraduría General de la República, el 11 de julio de 1991 para fines de reforma agraria.

Por lo que a Raúl le pudo más su compromiso y convicción con la comunidad, y no podía quedarse esperando en casa, sabiendo que sus compañeros corrían peligro, y a las cinco de la mañana se fue con los señores Siriaco Muñoz e Ignacio Reyes, ninguno volvió jamás.

Raúl supo que habían llegado los guardias de seguridad contratados por Facussé a hacerles una emboscada, y por otro lado también llegaban grupos de militares del batallón (Décimo Quinto Batallón de Fuerzas Especiales) y de la Guardia Naval de Trujillo, todos vestían con ropa azul y negra, como si fueran guardias, y fue cuando atacaron a los campesinos cuyos cuerpos quedaron en el camino hacia la finca El Tumbador, recordó doña Lupe.

Al estar sobre aviso, los campesinos lograron esconderse entre matorrales, pero como a las nueve de la mañana, los uniformados los asesinaron, relató la mujer, al instante que llora la pérdida de su esposo.

Ese día hubo cinco víctimas mortales, Raúl Castillo, de 48 años, miembro  de la Cooperativa 14 de Mayo; José Luis Sauceda Pastrana, 25 años; Siriaco de Jesús Muñoz, 50 años, de la Cooperativa Nueva Esperanza; Teodoro Acosta, 39 años, de la Cooperativa Nueva Vida; e Ignacio Reyes García, 50 años de la Cooperativa Familias Unidas 3; todos acribillados por presuntos guardias de seguridad, en la Finca el Tumbador.

“Ya muerto le pusieron un arma en el pecho, haciendo creer que él andaba armado pero no es cierto, él solo llevaba su machetillo, agua y comida, cuando fue la prensa al lugar de los hechos, el cuerpo de Raúl aparece con un arma, supongo que para decir que él había iniciado el enfrentamiento”, denunció la su esposa.

Además algunas mujeres fueron maltratadas por los guardias, a ellas las golpearon, les halaron el cabello y les ponían las armas en el cuello amenazándolas que las iban a matar para que dejaran de andar sufriendo, ellas estaban humilladas y les pedían que tuvieran compasión porque ellos también eran hijos de una mujer, pero eso no les importó, manifestó la víctima.

Huérfanos son niños “de pan en mano”

Aunque desde la mañana se corrió la voz de que habían heridos, fue hasta la tarde que me dijo un vecino “Raúl murió” yo no lo podía creer, y me dijo que estaba en “El Paraguas” la casa comunal en la Guadalupe Carney, para mi ese momento fue duro, mi hijo estaba de seis años, no lo podíamos creer.

Cuando llegué al paraguas, ahí estaban cuatro cuerpos, yo me fui a buscar a Raúl, y si, él era uno de los fallecidos.

Mi hijo me preguntó ¿verdad que mi papi no está muerto? – Si- le dije yo.
-“yo no lo quiero muerto”, me dijo todo acongojado.

Y cuando le dije que lo llevaríamos a velar a la casa, me respondió que no, porque él lo quería vivo en la casa. Entonces lo velamos ahí mismo junto con cuerpo de Teodoro Acosta.

Mientras tanto, el compañero José Luis Sauceda, el más joven, continuaba desaparecido, fue hasta la mañana siguiente que hallaron su cuerpo, la búsqueda se pospuso porque la zona estaba militarizada, y los vecinos manifestaron que tenían miedo.

Sin embargo esta madre ha tenido que enfrentar ese mismo miedo de que a ella o a su niños les vaya a suceder algo, pues solo se tienen el uno para el otro, “me tocó hacerme cargo de todo, trabajar, la casa, el niño”, y lamenta que las autoridades judiciales hasta el día de hoy no haya hecho ninguna investigación sobre la muerte de los campesinos.

“No hay castigo para los guardias que los mataron, está en la impunidad estos hechos, por lo que quiero que se haga justicia, que esto no se repita, porque las consecuencias son muy dolorosas”.

Mi hijo me dice que “si mi papi estuviera vivo, usted no trabajara tanto y me cuidara más, cuando yo esté grande voy a trabajar para mantenerla”, y son estas palabras con una voz dulce e inocente que hoy la impulsa a pedir justicia y seguridad para los y las hijas de estos cinco hombres asesinados.

Han quedado muchos niños huérfanos,  infantes de “pan en mano” y ahora todas las viudas somos padre y madre para ellos, finalizó Guadalupe Gallardo, viuda de Raúl Castillo, asesinado en El Tumbador, Trujillo Colón, en un ataque combinado de guardias de seguridad privada y militares, según las denuncias de los pobladores.

Por lo que cinco viudas y un sobreviviente viajaron más de 500 kilómetros de distancia, para exigir a las autoridades nacionales, en Tegucigalpa, que se haga justicia, se investiguen los hechos y que den con los responsables del crimen de estos hombres que con sus manos hacían producir la tierra para alimentar a la población y su familia.

“Son seres humanos los que mataron, hombres honrados y trabadores, han dejado muchos niños y niñas huérfanas y desamparadas” dijo entre llanto doña Lupe.

En los Juzgados de Letras Seccional de Trujillo, se inició causa contra cinco guardias de seguridad privada, responsabilizándolos por este hecho, y se otorgó el sobreseimiento provisional. La Fiscalía en su condición de ente acusador no aportó evidencias esenciales, como realizar pruebas de balística en armas presuntamente utilizadas en el hecho criminal  y tampoco realizó un inventario completo de las armas asignadas a los guardias. En al menos un caso no se practicó la autopsia respectiva.

En abril de 2014, la Unidad de Muertes Violentas del Aguán del Ministerio Publico, tomó el caso presuntamente para re direccionar la investigación, 10 meses después, no han brindado un informe de avances.

El Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras, COFADEH, acompaña a las viudas y sobrevivientes de esta masacre, en la documentación y denuncia, ya que lo peor que puede suceder es que guarden silencio y estas muertes queden en la impunidad, afectando a más familias campesinas en Honduras, y defensores y defensoras por el derecho a la tierra.

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