sábado, 14 de marzo de 2015

¡Leamos a Rigoberto Paredes!


Presencia Universitaria

Ha fallecido el poeta Rigoberto Paredes, escritor hondureño de la segunda oleada de poetas de la generación de los cincuentas. De su obra literaria "Fuego Lento. Antología personal" compartimos esta selección de su obra. 

Memoria del solo

¿En qué ajeno paraíso abandonaron

mi humeante corazón, quemado vivo, las mujeres que amé?

¿Bajo que cielorraso se desnudan

y muestran victoriosas el reino que perdí?

Yo, en cambio, nada guardo: ni dicha ni rencor.

Una a una me dieron la gloria merecida

y derrotado fui con sus mejores armas.

El amor es la única batalla

que se libra en igualdad de condiciones.

yo no pude escudarme, devolver las palabras

con la misma osadía, sin cuidar mis entrañas,

y los más leves golpes

me alcanzaron de lleno, a la altura del pecho.

Dado ahora a morir en cama extraña

(orgulloso de mí, en paz conmigo),

cierta gloria atesoro, ciertos nombres,

como el viejo guerrero que alivia sus heridas.

Lección de amor (II)

Si te ves al espejo

y no pareces como te viste ayer (mejor que nunca),

si te ve con desdén, como si a nadie viera,

el que por ti vivía

viéndose en el espejo, encendido de amor,

no te quejes del tiempo, no te duela tu cuerpo.

Ahora es cuando eres.

Sabiduría / belleza se juntan en tu nombre.

A punto están las dotes mejores de tu huerta.

Lo que ayer diste tierno, falto de calidad,

urgida por los tontos,

pasó sin hacer mella, pasó sin darte cuenta.

Entrégate a la vida, a pecho descubierto,

hoy que sabes blandir, como pocas, el alma.

Descubre lo que tienes debajo de los años,

lo que está a medio andar en mitad de tu vida.

Si te ves al espejo

estás mejor que nunca.

Fábula

Sus alas

como brazos

su plumaje

como ancha cabellera

su canto

como un nombre

su vuelo

como el gesto nervioso de tus piernas

cuando voy yo por ti

de cacería

mi ave

o María.

Como una elegía

Mamá ya tiene canas, mal humor y biznietos,

se levanta más tarde,

confunde días y fechas,

habla sola,

oye menos,

se le quema el arroz,

no ve sin los anteojos,

se sabe de memoria las telenovelas,

camina a duras penas

y sólo sale a misa.

Señora

(piedra viva

en mitad

del camino de la muerte)

yo la quiero como a una quinceañera.

Mar adentro

A Rafael Rivera

Ya los barcos doblaron

la esquina de las aguas

que miramos unirse

el cielo arqueado y hondo.

Apenas unas manchas se divisan,

pero aquí, entre nosotros,

presas del abandono,

manos y voces se alzan todavía amorosas.

Los viajeros, en proa, no verán hacia atrás.

Otro mundo despunta, otro mundo alto y fresco

en la cabeza de todos los viajeros.

Noche y día ojearemos las crestas del aguaje.

Tal vez el viento arrastre un olor, un silbido,

algo de cuanto asimos fuertemente a los pechos

que hoy vibran apartados.

Cómo áspera maleza crece el mar en nosotros.

Su falso azul revienta en los peñascos

y sólo nos devuelve restos de lo perdido.

Igual,

la vida nos envía

sus rápidas señales,

a su paso,

muy lejos de esta orilla.

Elogio de la gordura

Loada sea la gordura, su grasa

llena de gracia, la curva

tensa y relumbrante de sus contornos.

Dichosos sean los seres de ancho follaje,

donde todo el que quiera

halle puesto seguro para pasar la noche.

Gocen de buena fama

esos seres flamantes, exagerados,

vivos retratos de la abundancia.

Ábranles campo por donde vayan;

no los hagan perder

el tiempo, el peso, la vida.

Convídenlos a la mesa, a la cama

(sin mayores recatos ni privaciones)

y celebren en público, a sus anchas,

los deliciosos fastos de la gordura.

Arcano 

Algo en pie quedará

de este reino de furia: seres, brasas, semillas

guardan fresca memoria de otro tiempo

que hoy se estanca entre ruinas.

Sangre fértil

estalla

en algún lugar de Centroamérica.

No tardará en llegar el verde de los días.

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