sábado, 14 de marzo de 2015
Marzo martirial
Empleados fantasmas estarían cobrando salarios del hospital Psiquiátrico Santa Rosita
En estas euforias imperiales por resolver con dólares lo que no se puede resolver sin cambiar de actores, modelos y liderazgos, la memoria de los mártires es la luz que alimenta la esperanza. Sus vidas y su sangre martirial nos salvan de las salidas fáciles y rápidas, y alumbran el camino de las luchas verdaderas y de los compromisos que van más allá de intereses, cálculos y poderes establecidos.
Así es marzo. Repleto de memoria de mártires. Marzo nos remite a los aciagos años de convulsiones y se vuelve desafiante ante la amenaza creciente de las leyes de los fuertes con sus alianzas que bendicen dictaduras. Marzo nos remite a la militarización de Centroamérica en todos sus costados con su Doctrina de Seguridad Nacional aplicada a rajatabla por los más serviles del imperio en nuestra Honduras.
Tres décadas atrás, muchas personas fueron desaparecidas, capturadas y torturadas, apresadas y asesinadas en nombre de la seguridad nacional, y en ese marco surgieron y se fortalecieron movimientos defensores de derechos humanos así como animadores y líderes de la Iglesia de los Pobres que animaban con su fe y su testimonio de lucha por un cambio profundo de sistema desde nuevas relaciones éticas como base de una nueva sociedad.
En este ambiente, en marzo de 1977, asesinaron al Padre Rutilio Grande, el primero de los sacerdotes martirizados por su compromiso de fe a favor de la justicia en El Salvador. Tres años después, en marzo de 1980, asesinaron a Monseñor Romero, Mártir, Pastor y Profeta de la Iglesia latinoamericana y que hoy el papa Francisco ha elevado a los altares. En marzo de 1982, cerca de 400 indígenas fueron ametrallados y quemados en el poblado de Cuarto Pueblo, en el norte del Quiché en Guatemala por su derecho a vivir en su tierra. En marzo de 1983, asesinaron en El Salvador a Marianela García Villas, pionera en la lucha por la defensa de los derechos humanos. En ese mismo marzo de 1983, fueron asesinados en el Bálsamo, a pocos kilómetros de El Progreso, Dagoberto Padilla y otros compañeros, fieles a las luchas campesinas por la tierra.
Así es marzo. Memoria de mártires. Pozo de esperanza. Olvidar a los mártires es negarnos como pueblo. Olvidar a los mártires es quedarnos sin aliento, y es aceptar que no hay motivos para aferrarnos a la justicia compartida. En los primeros siglos, los Padres de la Iglesia afirmaron que todo se podía cambiar en la liturgia, menos la memoria de los mártires. Porque la sangre de mártires es semilla de cristianos.
Hoy, en este marzo caluroso, tentado por la lluvia de dólares imperiales, ratificamos nuestra apuesta por la solidaridad de los pueblos. La memoria de los mártires nos salva del espanto y del miedo y nos compromete a seguir en pie de testimonio en la lucha por la democracia, la vigencia de los derechos de los pobres y en franco rechazo a las nuevas amenazas militares y dictatoriales.
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