miércoles, 25 de marzo de 2015
Amanecer sin Carmen
Por Melissa Cardoza *
Para Martika
Una puede entender cuando una Carmen, cualquiera del mundo, se va, y decide no compartir más la mañana porque simplemente no le da la gana quedarse, porque hay mejores rumbos en otras partes, porque sí. Una se consuela, lloriquea y sigue adelante.
Pero amanecer en la ciudad de México sin la voz intensa, el comentario valiente, la pregunta directa y el humor, parte iluminada de su pasión por la libertad de expresión, que caracterizan a la periodista Carmen Aristegui quien aborda los temas más dolorosos e inmorales de esta sociedad, es por decir lo menos, indignante.
Sobre todo cuando se sabe que un grupo de poderosos represores, delincuentes, mareros del estado, asesinos de estudiantes, se hacen cargo de quitar de su paso a voces disidentes como la suya que con valentía dicen lo que tienen que decir cuando la profesión por la que se vinculan con la vida se hace con seriedad.
Dos de sus miembros del equipo de investigación fueron despedidos por razones movidas por la política, los pactos entre empresarios, el miedo a la verdad. Investigaban casos “calientes”, de los que va acumulando el actual gobierno, y esa fue la razón de su expulsión. Carmen, como corresponde, se expresó con propiedad acerca de la arbitrariedad de la empresa y su estridente campaña, y expresó su demanda por reinstalar a los periodistas para continuar con su labor impecable.
Pues bien, esta mañana un pobre ser humano, hoy sí reconocido por su ejercicio periodístico, la sustituía, dándole gran espacio a las heladas y cambios de clima que recorren el mundo y a los repetidos reportajes sobre lo que se supone en Venezuela ya justifica una agresión militar norteamericana. Lamentable discurso para un país donde las fosas comunes asfixian la conciencia insomne de miles de personas que van sumando su enojo.
Conocida por sus ovarios polisísmicos, capaces de hacer caer a cuanto maleante, inútil, inepto y autoritario personaje público se enfrente, por demás abundante en este medio, Carmen Aristegui tiene al menos cuatro millones de seguidores por su trabajo. Me sumo.
Como hondureña de todas partes del mundo, esta mañana me desperté sintiéndome en Tegucigalpa donde los periodistas más conocidos, con excepción de pocas y pocos, lo son por haber sido asesinados por un régimen parecido a éste, o, del otro lado, famosos por sus rebosantes cuentas bancarias, sus costumbres lambisconas, sus vulgares comentarios o por haber claudicado a decir lo que urge decir y que puede costar el trabajo, la vida, pero nunca la integridad y el gustito por ser lo mejor de una misma.
Por eso, Carmen, me voy a ir como mis hermanas mexicanas, con tu voz y las valentías e indignaciones de todas hacia donde éste y otros pueblos dolidos y arrechos vayan en pos de sus necesarias luchas y victorias. Hasta que caigan ellos.
* Escritora feminista hondureña
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