jueves, 26 de marzo de 2015

Algo bueno está pasando


Por J Donadin Álvarez *

Nacer en Honduras no es tan malo después de todo. No niego que a diario mueren algunos compatriotas que transitan por el camino de los malos o que ciertos vagos se encuentran desempleados por negarse a trabajar y que otros de ellos están parcialmente desocupados puesto que su holgazanería no les permite trabajar el día completo. Y es tan maravilloso nuestro país al respecto pues la muy bondadosa empresa privada concede a muchos de estos perezosos el lujo de tener un empleo por hora. 

Honduras es, pues, un país de oportunidades para todos. Hay que ser demasiado tonto para desaprovecharlas y rechazar el éxito. El ciudadano que posea una pizca de inteligencia y un poquito de vivacidad para las maniobras cotidianas puede salir bien librado de la sentencia de vivir en este país. 

Quiero compartir mi historia porque seguramente servirá de inspiración para muchos otros. Yo no nací en cuna de oro pero tuve la fortuna de crecer en un país donde la mediocridad gobierna y donde el intento de hacer bien las cosas es un delito. Así, me encontré justamente con el tipo de país que necesitaba para lograr mi cometido: empuñar el cetro y ostentar la corona de la democracia. Y ¡qué bien! la vida supo premiar mis esfuerzos.

No era para menos; yo un ciudadano diplomático, intelectual, popular, líder y con templanza, no podía sino esperar el triunfo. (Los envidiosos sustituyen respectivamente estas mis virtudes con los adjetivos “pajero”, “mediocre”, “déspota”, “manipulador” y “abusivo”. Entiendo que la envidia los corroe por desear mi asiento). 

Todavía recuerdo aquel día memorable cuando el pueblo que tanto me ama me convirtió en su presidente. Obtuve el respaldo de la mayoría. Por supuesto, una ridícula minoría se sentía vencida y se inventó la historia de lo que llamaron un “fraude electoral”. La izquierda radical intentaba alejar la vergüenza de su derrota e hizo de la calumnia su mejor aliado en un afán por desprestigiar a quien honradamente la superó holgadamente. 

Lo importante es que los hondureños no se equivocaron al elegirme como su gobernante. Por mi parte y como premio al apoyo que recibí de mis conciudadanos les prometí hacer de éste un país comprometido con la paz y la tranquilidad. Y lo estoy logrando. A un año de mi gobierno las balas abundan, los toletes y los agentes del orden público (los trasnochados de esa odiosa izquierda radical me los llaman sicarios del Estado) han sido multiplicados para asegurar que el caos no se apodere de nuestra sociedad. Entendamos por caos esas molestas marchas que realiza la Resistencia retrógrada. 

He obtenido éxito también en erradicar a esas plagas sociales llamadas pandillas. ¿A quién le importa que sus miembros sean víctimas del sistema, sobrevivientes miserables de hogares desintegrados y con bajos niveles educativos? Son servidores de Satán y eso no puede permitírseles. Ya el pueblo sabe que soy muy devoto a Dios y a la Virgencita de Suyapa y que las prácticas de estos microbios sociales perturban mi estabilidad espiritual. Quisiera compadecerlos por lo que últimamente les ha estado aconteciendo mas no puedo objetar los castigos que la divina providencia les ha enviado ahí dentro de los presidios. Hace algunos años descendió sobre ellos fuego del cielo y los consumió. Este año hubo una lluvia de proyectiles celestiales que mató a unos cuantos e hirió a más de cuarenta. En total, más de quinientos cuerpos han sido exterminados para purificación de sus almas; la cifra no es nada importante si se compara con la dicha de terminar con su existencia tan cargada de fechorías. 

A las plumas izquierdosas les resulta sospechoso que estos militantes del mal hayan sido castigados sólo cuando mi partido ha estado en el poder. No obstante, únicamente se trata de una mera coincidencia entre los planes perfectos del cielo y el accionar de mis colegas del partido. Esto significa, pues, que Dios está con nuestro glorioso partido y avala que estemos cincuenta años gobernando a este hermoso país.

Como podrán comprobar mis amigos, Honduras marcha hacia la consolidación democrática -tiranía azul le llaman los resentidos-, y por tal motivo se puede asegurar que algo bueno está pasando, de que Honduras está cambiando. 

¡Ah, ¿porqué será que todavía no me lo creen?! ¡JOH, JOH, JOH!

* Estudioso de las Ciencias Sociales de la UPNFM


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