sábado, 7 de marzo de 2015
Pepe Mujica: Un hombre decente
Por Luis Sepúlveda
Pepe Mujica dejó la presidencia de la República Oriental del Uruguay, y dejó el cargo tal como llegó a ocuparlo hace cinco años: en el mismo cacharro porque "es un buen auto y todavía da para muchos kilómetros", con la misma ropa cómoda, porque los años de lucha, de guerrillero y de cárcel enseñan que "uno lleva las pilchas, y no son las pilchas las que lo llevan a uno".
Con paso cansino regresó al mismo rancho donde recibió a sus ministros, amigos, compañeros, visitantes internacionales, porque " es un buen rancho, cálido, y hace bien meter las manos en la tierra para quitar los yuyitos que estorban a las plantas". Se llevó el mismo termo para el agua caliente, nunca hervida, el mismo mate y la misma bombilla.
No ocupó la mansión destinada a los gobernantes, porque " ¿qué voy a hacer yo en una casa tan grande? ¿Cómo voy a salir por la noche a mear en calzoncillos al jardín? Y lo que cuesta mantener esta casa mejor lo destinamos a un liceo".
En las Naciones Unidas y otros foros internacionales habló de la felicidad como un derecho. Deja, un país de poco más de tres millones de habitantes que el año 2014 produjo alimentos para cinco millones de personas, y un balance que no se mide en "tasas de crecimiento" determinadas por los bancos mundiales, sino por el día a día de los uruguayos que, simplemente, hoy están mejor que hace cinco años.
Se va con la misma impecable decencia con que llegó a la presidencia, con la decencia de toda una vida, con una decencia inmaculada.
Y el próximo lunes el Pepe Mujica comerá en el mismo boliche de siempre, tal vez un asadito de tira acompañado de una jarra de clarete de la casa, ese mismo vino que bebimos en Montevideo, en el Mercado de a Abundancia, con el negro Mario Delgado Aparaín hace quince años. Vino con sabor a lucha, a años buenos, duros pero felices.
En los próximos días, el Pepe Mujica, muy temprano se asomará a la puerta de su rancho, aspirará el aire tempranero, estirará los músculos, saludará a los pájaros y otros bichitos de la chacra, y pensando en estos últimos cinco años exclamará: "¡qué los parió!", y enseguida irá hasta la cocina, pondrá la pavita al fuego y cebará el primer mate, porque eso es lo que hace un hombre decente.
Cómo no quererlo al Pepe, al Pepe Mujica, flor de la banda oriental.
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