miércoles, 4 de marzo de 2015
Oskares
Por Melissa Cardoza *
Como buenas vasallas del imperio, en este país cultivamos tradiciones que nos vinculan a su realidad. Muchas hemos crecido esperando las premiaciones de los espectáculos norteamericanos como si tuvieran que ver con nuestras vidas. Sabemos de su farándula hasta detalles íntimos y nos importa conocer sus ardides amorosos y hasta nos da tristeza la muerte de uno que siempre hacía de bueno en las películas. Será porque ya nos harta la tristeza para tanto joven nacional y desconocido que se asesina todos los días.
De adolescente yo me juntaba con otras para ver los oscares, tomábamos coca y apostábamos a quienes iban a ganar, en ese entonces no pronunciábamos bien los nombres, limitación que ahora corregirán las jóvenes gracias al programa de inglés que el Ministro de educación y sus manos nos prodigan como símbolo del gran desarrollo que impulsa este cultísimo gobierno.
Esta actividad las hemos cultivado por empeño de los productores de comida y cultura chatarra que nos han atiborrado el cuerpo y el alma hasta casi blanquearla. La entrega de los premios Oscar es una cita que se espera con expectación entre mucha gente, por supuesto aquella que tiene tele, la cual es mucha. Ahí vemos el despliegue de huesos, moda, amores, dientes y privilegios de mujeres y hombres convertidos en símbolos por la deslumbrante industria del cine. Podemos observar a mujeres, como una de mis preferidas, Meryl Streep, que con todo y sus muchos años se mantiene esbelta, bella, activa, brinca y canta como adolescente en musicales. Otras tantas como ella a las que no tocan los huracanes, los golpes de estado, el terror cotidiano o sólo el hambre pura y dura, porque conocen del hambre solamente por el bien de su salud, y el maravilloso premio de ser delgadas. Aunque eso no es hambre sino ayuno o desintoxicación, corrijo.
Esta versión 2015 estuvo al parecer más que interesante, lástima que me la perdí. Pocas veces se verá algo tan impactante como en los años setenta cuando la líder apache Sacheen Littlefeather rechazó el oscar a nombre de su pueblo y de Marlon Brando, debido al maltrato de los pueblos indígenas en la visión de Hollywood y la entonces reciente masacre de indios en ese país. Sin embargo, estos Oscares 2015 fueron abundantes en discursos reinvindicativos, y expresaron deseos claros, denuncias. Desearía, Gonzales Iñarritu, el mexicano, “un gobierno que nos merezcamos”, dignidad para los inmigrantes no sólo del pasado sino de las nuevas generaciones, lo que generó la ira de la ultraderecha gringa aumentada por tanta estatuilla dorada entre las manos de este despeinado con incómodos apellidos.
Aunque aún espero una justa película sobre las Panteras Negras, que seguro no llegará por esta vía, llegó a la premiación otra cinta sobre Martin Luther King, y en las palabras de los músicos John Stephens y Lonnie Lynn se denunció lo lleno de hombres negros que están las cárceles norteamericanas y la intacta injusticia racial; y en el discurso de la también premiada Patricia Arquette la demanda de finalmente tener igualdad para las mujeres en su patria.
Nada mal en discursos para una noche en el Coliseo en donde el derroche de luz eléctrica, ropas, comidas, basura, efectos especiales, malos actores, fotógrafos, comerciales, comentarios y chistes mediocres, y millonarias ganancias para la industria cosmética, la de la moda y la televisión dan ganas de vomitar.
* Escritora feminista hondureña
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