martes, 10 de marzo de 2015

Desaparecidas



Para diputados acuerdo con Transparencia Internacional es incierto, incongruente y contradictorio

En medio de una movilización con una foto de su hija y un rótulo de desaparecida, conocimos una mañana soleada en San Pedro Sula a María. Hilda, la hija de María, desapareció hace más de un año. Salió de su casa junto a una amiga bajo la promesa de conseguir un empleo que le diera la oportunidad de mantener a su madre y a su pequeño hijo.

Desde que salió de su casa ha pasado más de un año. Su madre ha recorrido postas policiales, hospitales, morgues y nada, no hay información del paradero de su hija y su amiga. Parece que la tierra se las tragó.

La desaparición de un familiar es un calvario para cualquier persona, especialmente cuando esto sucede en el país más violento del mundo. Honduras se ha convertido en una inmensa fosa clandestina en la que ya nadie sabe cuántas personas en realidad están siendo asesinadas.

Históricamente, la problemática de desaparición forzada ha sido abordada por organismos internacionales en el marco de conflictos armados y de situaciones de represión política, pero en el contexto hondureño, las detenciones ilegales seguidas de secuestro, ejecución en secreto de la víctima y el ocultamiento del cadáver son con el objeto de borrar toda huella del crimen y de procurar la impunidad.

De 1980 a 1993 hubo un registro de 30 mujeres desaparecidas, en una década de golpes de Estado y militarización aguda. Y ahora a partir del golpe de Estado de 2009, las denuncias de mujeres desaparecidas pasaron de ser de 91 en 2008 a 347 en 2013, lo que significa un incremento del 300%.

El Ministerio Público informó que de enero a mayo 2013, de 286 personas desaparecidas, 147 son mujeres. Las cifras nos pintan un panorama, reflejan una realidad, pero el clamor de María hiere al no saber el paradero de su hija, si está o no con vida. Ella sigue esperando. Cada vez que un carro pasa enfrente de su humilde negocio de venta de comida en un municipio del departamento de Cortés, imagina a su hija bajándose, su vida ya no es vida.

Aunque en 2014 el Observatorio de la Violencia registró una reducción en las muertes violentas de mujeres, los antecedentes nos dicen que cada año aumentan las denuncias por desapariciones. En Honduras no hay certeza de nada cuando de violencia se trata, porque las fuentes de donde proviene la información no son confiables ni efectivas.

Las desapariciones son otras de las expresiones de violencia que enfrentan las mujeres, y mientras el Estado recete olvido y resignación a familiares desaparecidos la historia no cambiará.

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