sábado, 17 de agosto de 2019
Nueva hegemonía política en el Mercosur
Rebelión
Por Julio C. Gambina
El lenguaje de las declaraciones al finalizar la cumbre del Mercosur en la ciudad de Santa Fe en la Argentina mantiene el carácter diplomático, a veces anodino, pero queda muy claro el cambio de la hegemonía política de hace pocos años.
Se trata de un regreso al origen por constituir la institucionalidad de la liberalización económica en la región sudamericana. Recordemos que el Mercosur surge en 1991, momento de auge de la liberalización y el neo liberalismo, consecuencia directa de la ruptura de la bipolaridad entre capitalismo y socialismo derivado de la caída del Muro de Berlín y la desarticulación de la URSS. Es un proceso desplegado entre 1989 y 1991, con antecedentes diversos en los 80, sea un nuevo papado en la Iglesia católica, la crisis polaca y la impronta global de las presidencias de Thatcher y Reagan en Gran Bretaña y EEUU. Es una historia larga, de remotos antecedentes por enterrar cualquier posibilidad de construcción social no capitalista.
La ofensiva liberalizadora de los 80 se consolidó en la región latinoamericana y caribeña en los 90, Consenso de Washington mediante. La ofensiva liberalizadora del capital imponía la agenda de reorganización del sistema mundial y de las relaciones capitalistas, afectando derechos laborales, súper explotando a la Naturaleza y modificando la función del Estado. Claro que al mismo tiempo los pueblos presentaron resistencia, especialmente en los territorios de Nuestramérica y se habilitó una experiencia de cambio político que generó expectativas en el ámbito mundial.
Experiencias de cambio político
El laboratorio de los nuevos gobiernos surgidos de la dinámica de la resistencia popular a la globalización neoliberal y capitalista, retardó el proceso imaginado de una integración subordinada en la lógica imperialista del ALCA o de las negociaciones lideradas desde Europa por los países de la península Ibérica.
La novedad “nuestramericana” debía ser abortada y se aplicaron todas las estrategias posibles para revertir un fenómeno que aludía y ejercitaba nuevos mecanismos de una integración no subordinada, incluso con ideas en la articulación productiva del petróleo y la soberanía energética; la alimentación y la soberanía alimentaria; e incluso con propuestas sobre una “nueva arquitectura financiera” sustentando la soberanía financiera.
Con la foto de la cumbre presidencial de estos días en Argentina, se consolida una nueva hegemonía de orientación de derecha en el Mercosur, con el alineamiento y sintonía muy especial de los presidentes de Brasil y de Argentina, los dos mayores entre los socios de la articulación regional, los que se suman a la tradición derechista en Chile y Paraguay, condicionando fuertemente al Uruguay. Solo Bolivia sustenta hoy los valores que hasta hace pocos años hegemonizaban el proyecto de integración en la región, donde Hugo Chávez y Venezuela aportaban la dinámica de creatividad y renovación de los principales instrumentos de una integración no subordinada. Venezuela está afuera del Mercosur por la decisión de la hegemonía en el bloque, crecientemente subordinado a la política exterior de EEUU.
La disputa es por la institucionalización de instrumentos que faciliten la libre circulación de capitales, mercancías y servicios en el Mercosur. En esa disputa se juegan los acuerdos recientes con la Unión Europea, probables con EEUU y con variados países. Son acuerdos políticos entre Estados capitalistas para favorecer negocios de las transnacionales con origen en esos territorios o países.
Inserción mundial de la región
Es por eso que gana espacio la extensión de la mercantilización en tiempo de dominación transnacional de la economía mundial, y que define el lugar de la región en el sistema mundial.
De hecho, se configura una especialización productiva que privilegia un modelo primario exportador sustentado en la histórica dotación de recursos naturales, sea la tierra, el agua, los minerales, el petróleo, el gas, el cobre, la biodiversidad, etc.
La poca industrialización construida en tiempos de sustitución de importaciones deriva en una lógica de ensamble subordinada a la dominación tecnológica y financiera de las grandes corporaciones transnacionales.
Todo acompañado de una dinámica de especulación financiera, que al tiempo que alimenta el endeudamiento público y privado, compromete las finanzas en la región.
En rigor, se es parte de un proceso que apunta a alimentar un ciclo mundial donde la valorización del capital potencia la integración de los ámbitos productivos y de circulación con gran peso de la banca, los mercados de capitales y una política monetarista en los organismos internacionales y los principales países del capitalismo.
Aclaremos que los gobiernos del cambio político no modificaron esencialmente ese perfil productivo y el modelo de desarrollo consecuente, asociado al consumismo, aun cuando aparecieron novedosas propuestas de articulación productiva y financiera como comentamos.
Los gobiernos de la derecha en la región, pretenden en la coyuntura retomar el rumbo de los noventa, de inserción subordinada, y consolidar unas relaciones socio económicas convergentes con la demanda política de la hegemonía mundial capitalista. Por eso gana el discurso de apertura al mundo, lo que supone subordinación a la lógica de la dominación, sustentada en la concentración y centralización del capital.
Recreación de la hegemonía neo liberal
En ese camino se debe retomar el desarme de la lógica reformista construida por medio siglo entre 1930 y 1980.
Aun con matices en distintos países del mundo, las políticas de Estado benefactor o keynesianas son las que otorgaron dinámica en lo esencial a las políticas públicas en todo el mundo, con un resultado favorable a la ganancia, sí, pero también para el salario, el empleo y la seguridad social, con derechos sociales, individuales y laborales extendidos. Se pretendía alejar la demanda socialista entre los trabajadores y las trabajadoras
La política neo liberal se propuso desmantelar esas conquistas sociales, matizadas según la realidad de la lucha de clases en cada territorio.
Ese propósito fue interrumpido en el cambio de siglo en Nuestramérica, que, con la subsistencia del proyecto cubano, se reanimó la posibilidad de imaginar un destino socialista, del Siglo XXI para nuestros países. Eso era y es lo que había que frenar.
Solo así se puede explicar lo que viene aconteciendo, más allá de opiniones que puedan verterse sobre las diferentes realidades y experiencias. No es lo mismo el imaginario por el socialismo construido en algunos de los procesos, que las propuestas por un capitalismo “serio” o “normal” formulados por algunos gobiernos. Aun así, lo común era la crítica al discurso hegemónico de corte neo liberal, más allá de la no realización de mutaciones estructurales que afirmaran un rumbo anticapitalista o incluso reformista en el marco de las relaciones capitalistas.
Se trata ahora de recuperar el tiempo perdido y por eso se avanza con definiciones políticas por la apertura y la liberalización, las que inducen cambios estructurales de fondo, caso de las reformas laborales, previsionales y tributarias, con distinto nivel de avance según las realidades de cada país.
Desde el Mercosur se consolida un discurso por la liberalización, habilitando condiciones para la disputa hegemónica de los capitales más concentrados del sistema mundial, apoyados por las burocracias de los principales Estados del capitalismo y de su propio peso en los organismos internacionales. El interrogante pasa por las acciones de confrontación derivadas de la iniciativa popular, permeada por la lógica comunicacional contemporánea, también definida por la acumulación de poder económico y cultural del orden capitalista.
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