sábado, 10 de agosto de 2019

Senor Warren: El buzo que estuvo cara a cara con la muerte


Senor junto a su amigo Mayor Gómez, otro buzo lisiado.

La pesca de langosta, caracol y pepino de mar es la única fuente de trabajo para miles de hombres en la moskitia hondureña.  La estadística dice que más de 4 mil están lisiados y otros cientos muertos luego de sumergirse en las aguas profundas del mar caribe.

La cifra deja por fuera la situación de exclusión agravada que sufre la población indígena en el departamento de Gracias a Dios, Honduras; uno de los países más pobre de América Latina.

Por las calurosas y húmedas calles de Puerto Lempira, camina con dificultad Senor Warren. Cada paso que dá provoca un dolor agudo en su rodilla derecha. Hace 7 años sufrió el Síndrome de Descompresión por la pesca submarina. Hoy, es un sobreviviente que forma parte de lista de buzos miskitos lisiados.

Radio Progreso conoció a Senor y otros buzos lesionados, en una reciente visita a la Mosquitia hondureña. Mientras camina el movimiento de sus manos ayuda con el equilibrio de su cuerpo, de repente cae al suelo, sonríe mientras cuenta que a pesar de todo se siente privilegiado por estar vivo, muchos de sus compañeros murieron o están postrados en una cama.

A sus 42 años de edad y un tan solo ojo, recorre a diario más de tres kilómetros para llegar a la sede de la Asociación de Buzos Hondureños Miskistos Lisiados, donde trabaja como guardia de seguridad. Su sueldo apenas llega a los 3 mil lempiras mensuales (122 dólares), con los que debe pagar alquiler de vivienda y alimentación para de cuatro de sus seis hijos.

Por más de 10 años Senor trabajó como buzo para embarcaciones pesqueras de los departamentos de Atlántida e Islas de la Bahía. Cada jornada laboral dura 12 días en alta mar, tiempo en que los buzos permanecen hacinados en el barco. En los Cabos de la Mosquitia se encuentran los bancos de langosta más grandes de la región. La pesca se realiza entre los meses de julio a marzo. Durante cuatro meses el gobierno impone una veda para la reproducción y crecimiento de los mariscos.

En febrero de 2012 la veda estaba a punto de iniciar. Los buzos tenían que sacar toda la langosta que pudieran para sobrevivir los próximos cuatro meses. Senor dice que el buceo es la única fuente de trabajo en la Mosquitia, lugar donde la gente es más pobre y la vida es más cara. Por su acceso únicamente por agua y aire, los productos de primera necesidad tienen un costo más alto que en todo el país.  

Senor estaba convencido que tenía que esforzarse por pescar más de lo normal. Cuando estaba a 130 pies de profundidad, ya había pescado 15 langostas, y tenía la posibilidad de sacar más. De repente, su tanque de oxígeno se obstruyó. Él dejó de respirar…

“Me tocó la muerte”, así le llaman los buzos miskitos lisiados al Síndrome de Descompresión que sufren por la pesca submarina. Cuando Senor reaccionó, a puro pulmón, ascendió a la superficie para no ahogarse. Sin embargo, las técnicas de buceo requieren un ascenso gradual (poco a poco), a la superficie para eliminar el nitrógeno que los tejidos del cuerpo absorben durante una sumersión.

El nitrógeno crea unas burbujas que se hospedan en la sangre provocando parálisis o muerte. Senor cuenta que los buzos de la Mosquitia se sumergen al mar dos o tres veces al día. Cada inmersión dura un aproximado de 4 horas. Esta actividad laboral está catalogada como mortal, según organizaciones de derechos humanos.

La Asociación de Miskitos Hondureños Buzos Lisiados reporta que alrededor de 400 buzos han muerto a causa de enfermedades relacionadas con el buceo, y que al menos unos 4 mil miskitos viven con una discapacidad total o parcial.

Cuando Senor salió a la superficie lo colocaron en una canoa donde permaneció dos horas. Dos de sus compañeros que se conocen como “cayuqueros”, remaron con sus manos hasta llegar a Roatán, Islas de la Bahía, donde se encuentra una cámara hiperbárica en una clínica privada.

Senor relata que Julio Reyes, dueño de la embarcación donde trabajaba, no limpió adecuadamente el tanque de oxígeno. El óxido del tanque envejecido tapó la salida del aire. Cuando lo llevaron al barco él no recibió los primeros auxilios. Su cuerpo se paralizó del cuello a los pies.

Cuando un buzo sufre el Síndrome de Descompresión, inmediatamente debe ser tratado en la cámara hiperbárica, para eliminar la burbuja de nitrógeno. Sin embargo, las denuncias de los miskitos, es que los dueños de embarcaciones tardan dos o tres días en trasladar al buzo a tierra, porque lo hacen en canoas de remos y no en lanchas de motor. El tratamiento tardío en la cámara hace que la recuperación no sea efectiva.

Según la Asociación de Buzos Lisiado, cuando un miskito queda con discapacidad los dueños de las embarcaciones sólo cubren el costo de la hospitalización. No hay indemnización ni seguridad social. Lo único que queda es miseria y muerte, denuncian los buzos.

Pequeña habitación donde Senor vive junto a sus 4 hijos. En el espacio apenas cabe una cama y una mesa.
En el caso de las mujeres esposas, madres e hijas de buzos lisiados la situación es más preocupante. La falta de empleo para ellas es evidente. Cuando logran emplearse los salarios que reciben son precarios e insuficiente para alimentar a sus hijos. Cuando cae la noche, cerca del muelle de la Laguna de Caratasca en Puerto Lempira, se puede observar a algunas ofreciendo servicios sexuales a comerciantes que llegan de otros municipios.

Después de la muerte
Senor con sus pocas palabras en español cuenta que su cuerpo “se murió”. Estuvo interno 20 días en una clínica recibiendo las sesiones en la cámara hiperbárica. Cuando el tratamiento acabó, el dueño de la embarcación lo mandó a casa. Esa fue la última vez que supo algo de Julio Reyes, su antiguo empleador.

Llegó a casa inmóvil. Pasó 8 meses postrado en la cama. Un día su esposa agarró un poco de ropa y cómo pudo lo llevó al hospital de Puerto Lempira, donde hizo las terapias que le ayudaron a caminar.

En la actualidad, Senor vive con sus cuatro hijos menores. En una habitación pequeña donde sólo cabe una cama y una mesa. Con nostalgia recuerda que su primer trabajo como buzo lisiado fue la limpiando jardines. Le pagaron 400 lempiras (16 dólares), con los que compró provisiones de comida.

Ese día cuando iba camino a casa, dos hombres lo interceptaron para robarle. Fue agredido con una piedra en la cabeza y producto de esa violencia perdió su ojo izquierdo. A pesar de esa tragedia y su condición de buzo lisiado camina por las calles de su comunidad sonriendo y saludando a la gente.

La realidad apunta que, para la comunidad miskita de Honduras, quedar lisiado después de trabajar como buzo es un final inevitable. Se acepta con resignación. Cuando un miskito se sumerge al mar para pescar lo hace pensando en la comida y estudios de sus hijos, pero también en que ese podría ser su último respiro, su última vez.

Pese a sus condiciones, Senor sueña con ver a sus hijos graduarse de la universidad. Lejos de la profunda miseria a la que los gobiernos han sumergido a su pueblo. Sueña con que ya no haya buzos lisiados ni muertos por pescar el pan diario de sus familias.

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