jueves, 4 de febrero de 2016

"Patastera ideológica"



Son las palabras del asesor presidencial Marvin Ponce que dirigió contra el presidente del Partido Anticorrupción (PAC) Salvador Nasralla a quien acusó de desbaratar la elección de la Corte Suprema de Justicia aconsejado por el ex presidente Manuel Zelaya Rosales. Citamos sus propias palabras: “Nasralla está enredado en una “patastera ideológica” ya que quien maneja los hilos es Manuel Zelaya”.

Del proceso de elección, podemos subrayar algunos hechos que se están dando en esta coyuntura política:

En primer lugar, se hace en un “contexto de evaluación” del segundo año de gobierno del presidente Juan Orlando Hernández. Por eso, a nivel de los medios, ambos hechos tienen una gran cobertura como si se quisieran poner en paralelismo y en una relación estrecha diciendo que los “logros de JOH” son los que ameritan la elección de la lista de magistrados propuesta. Se trataría de una especie de “condicionamiento” o consecuencia lógica que no admite discusión.

En segundo lugar, estamos asistiendo a una de las elecciones más mediáticas de la vida política nacional. Todos los medios de comunicación se han dedicado a proporcionar una información exhaustiva, desde hace meses, de los pormenores de la junta nominadora, la elección de los candidatos, la selección de los mismos, sus hojas de vida, trayectoria política y experiencia profesional.

En tercer lugar, primera vez en la historia política de Honduras que la Corte Suprema de Justicia no sale elegida en la primera votación. Sencillamente ha significado una derrota no solamente para el partido de gobierno sino también para el bipartidismo. Es una victoria de y para los partidos emergentes que empiezan a ejercer un trabajo real de oposición: significan una ruptura proverbial de los partidos chiquitos que a cambio de una pequeña cuota de poder se someten a los dictados del tradicionalismo político hondureño.

En cuarto lugar, tanto los liberales como los nacionalistas se reafirman en el protagonismo y autoría que ejercieron en el golpe de estado del 2009. Eso significaba el considerarse dueños y administradores de la “hacienda política nacional” no permitiendo fisura alguna ni dar entrada a alguien que cuestionara su monopolio total y absoluto de los poderes del estado: “los mismos que generaron la crisis hace siete años la quieren generar hoy”.

En quinto lugar, aún a sabiendas del resultado final de la elección, es una piedra de tropiezo en los planes del presidente actual dado que el control de la CSJ implica tener a su disposición un eslabón más para su proyecto de reelección y continuismo en el poder.

En sexto lugar, empieza a darse un cambio de actitud en las fuerzas políticas hondureñas: se empieza a quebrar el monolitismo del “voto de las bancadas” y al mismo tiempo el rebelarse en el “secretismo del voto” es un indicio de trasparencia política y dar cuenta al electorado si responden a sus intereses o al juego del poder.

En séptimo lugar, la aparición discreta y gris del empresariado es una muestra más como sus inversiones económicas siempre quieren conseguir réditos políticos que favorezcan sus intereses de casta y exclusividad.

Y en octavo lugar, en los momentos importantes de la vida nacional siempre aparece la legitimación del “poder religioso”, compartido y combatido por las cúpulas jerárquicas del mundo evangélico y católico.

Terminamos mencionando la presencia, injerencia y anuencia de la embajada americana en todo el proceso: nada sin ella, nada contra ella y nada sin su legitimación.

JOH decía, a pesar suyo, que “pidan a Dios que los ilumine, que platiquen con el pueblo hondureño y que dejen a un lado sus intereses particulares y piensen en los grandes intereses de Honduras”. Son tres cosas que nunca han hecho porque el poder corrompe y aísla como esos cuatro anillos de seguridad que rodea al Congreso Nacional: escuchar y legislar para el pueblo, dejar a un lado los grupos de poder y, ¡como, no!, dejarse guiar por el proyecto del Reino de Dios que quiere justicia y fraternidad para sus pobres y la sociedad.

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