lunes, 15 de febrero de 2016
Más llena al fuego político
Al fin y por diversas voces -incluso por boca del diputado que dijo que había que validar el voto nulo para elegir a magistrados de la Corte Suprema de Justicia a punta de genitales-, los nacionalistas han declarado abiertamente que van por la reelección de Juan Orlando Hernández. Solo les ha atrasado la elección de la Corte Suprema de Justicia, según sus palabras.
Hemos de recordar que dos fueron los dispositivos que encendió el fuego de las antorchas indignadas el año 2015. Número uno, el saqueo del Seguro Social, y número dos, la inocultable decisión de Juan Orlando Hernández de estar haciendo todo lo que tenía que hacer para abrirse paso hacia su reelección indefinida.
El fervor del presidente por concentrar el poder y por manipular toda la institucionalidad del Estado para sus ambiciones personales, ha crispado los ambientes políticos y sociales, y junto con la protección a corruptos, es sin duda el tema que más divide a la comunidad nacional.
Todos los conocedores de los ambientes políticos hondureños coinciden en un punto fundamental: Juan Orlando Hernández necesita vehementemente seguir siendo presidente de la República. Su decisión de reelegirse es asunto casi de vida o muerte. Tan embarrado parece estar con actos reñidos con la honestidad que solo siendo presidente activo se sentiría seguro y resguardado.
Es cierto que en una sociedad confrontada y fragmentada como la hondureña, siempre habrá quienes respalden y se alegren con la decisión de reelección de Juan Orlando Hernández. De igual manera, la reelección no es en sí mismo el problema político de Honduras, puesto que se trata de un tema que tarde o temprano se debía debatir y decidir porque a fin de cuentas es un asunto secundario en el arte de gobernar.
El problema es la reelección de Juan Orlando Hernández. Lo advertimos: junto con la demanda porque se investigue y se enjuicie a los responsables de la corrupción e impunidad en Honduras, el tema de la reelección de Juan Orlando Hernández es fuente intermitente de confrontación, polarización, inestabilidad, y atiza todos los dispositivos de la violencia y de la inseguridad.
Muy mal estarían haciendo los sectores que creen en la democracia y en el Estado de Derecho si deciden apoyar este proceso de ambición personal del ciudadano presidente de Honduras. Muy mal hacen los diversos sectores si guardan silencio porque con ello se vuelven cómplices de atizar el ya ardiente escenario político hondureño.
En nuestro caso reiteramos lo que han arrojado los hallazgos del más reciente sondeo de opinión pública del ERIC: la gente ha aplazado la gestión de Juan Orlando Hernández al tiempo que más de seis de cada diez personas de la sociedad hondureña no acepta su reelección. Si sigue con su afán ambicioso, como lo acaban de confirmar sus voceros nacionalistas, es a costa de las terribles consecuencias para nuestra sociedad, de por sí ya deteriorada y agotada de los abusos de los políticos.
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