lunes, 29 de febrero de 2016

Amorosa Furia Trava


Por Melissa Cardoza *

Para Claudia Korol, bienamada,  en su tristeza

Antes de que a una se le apeluche la emoción fatalmente, o se le acorazone la palabra, antes que nos dé un ataque de glicemia por la oferta edulcorada del mercado romántico en este febrero, más nos conviene echar al vuelo algunas palabras que rondan el frío de este segundo mes del año.

El pensamiento más crítico y agudo que produce contracultura en la revolución de la vida, es decir el pensamiento feminista radical, ha dicho mucho sobre el tema del amor, cuando de parejas se trata. Se advierte, aunque el cuerpecito a veces no lo entienda y haga exactamente lo contrario al discurso libertario, sobre la espantosa trampa que en la voluntad, el deseo y la autonomía de las mujeres se tiende con el discurso romántico amoroso. Puestas a escoger entre un príncipe azul, el muchacho de piel más blanca, el extranjero guapo,  el que más cosas bonitas puede decir por minuto o un ejecutivo de cuentas con futuro promisorio, las mujeres, somos educadas  para entender que la vida es encontrar la buena media naranja, aunque disfrutemos más un mango o una papaya. Bien adiestradas las mujeres se lanzan con toda su creatividad a hacer miles de cosas, sin olvidar jamás que lo más importante en la vida es ese amor que nos hará vibrar como un celular silencioso, el que nos recordará que somos mujeres para ser escogidas por ellos, y lo desgraciada que puede ser nuestra vida si el señor del momento no nos para bola. Ese amor trae en su menú la casita con todo el trabajo gratuito incluido, los hijos para educar por décadas, el tedio, la profesión a medio camino, el deseo frío en una cama helada, las deudas, los insultos y muchas veces los golpes.  De las excepciones no hablaremos porque esas sólo confirman la regla, y están por verse. 

Pero bueno, el amor que es tan espinoso, ponzoñoso, amargo y dulzón, no deja de estar en preocupaciones, reflexiones, ganas, textos. Y si algo también hemos disputado las feministas a este tsunami que es el amor romántico, y el filial, y el materno, y el obligatorio por fuerzas de plaquetas o costumbres, es que el amor ciertamente está en muchos espacios, se construye con esfuerzos, se sostiene con las voluntades acérrimas, y los deseos sueltos de obligación. Es radicalmente político, no hay de otra.  

Qué puedo decir que no haya dicho con tanta locuacidad Lohana Berkins, recién fallecida en su tierra argentina, cuando en sus palabras de despedida, con su descomunal sensibilidad ante el mundo que siempre vivió y nunca le pasó por encima afirmaba en un manifiesto total “Estoy convencida de que el motor de cambio es el amor. El amor que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo. Todos los golpes y el desprecio que sufrí, no se comparan con el amor infinito que me rodea en estos momentos. Furia Travesti Siempre. Un abrazo"

Tuve el sobresalto de conocerla, fui invitada a una de esas inolvidables tertulias en que nos pasamos la vida ejecutando el acto más potente de todos los conocidos por el ser humano, conversar, comunicar, reír, entender a las otras o por lo menos tratarlo. De Lohana puedo decir que me impresionó el humor chispeante y furioso con el que contaba una y otra anécdota, historias que de no ser por su vuelta de tuerca humoristica, pudieron ser sólo desgracias de mundos terribles, pero solidarios.  Era una feminista excepcional, ponía el cuerpo junto a la palabra, cruzaba los activismos, las luchas, los discursos con genialidad desparpajada, y se plantaba en sus criterios con los brazos en jarra. 

Era una de las históricas luchadoras por el respeto a la vida y proyectos de la comunidad travesti, transexual, lésbica y homosexual. Se burlaba de los neologismos del discurso pasmado de los reformistas, decía cosas como “eso de gay es una exquisitez literaria de la colonialidad yanqui, nosotras somos maricas”. Lohana era comunista, entendía bien que bajo la opresión están todas, de ahí su resistencia de mariposa indómita absolutamente feminista. Era abolicionista, pues entendía que la prostitución no se consideraría trabajo si mujeres heterosexuales, blancas y de clases altas tuvieran que hacerlo por necesidad,  y conoció bien ese mundo. Y además luchaba por el aborto libre, gratuito para todas las mujeres, aunque a ella el asunto no le pasara por su cuerpo, pero sí por su proyecto de mundo. Todo al mismo tiempo porque no hay otro modo. 

Amada por sus amigas con quienes tenía diferencias, pleitos y ternuras, Lohanna daba luces porque siempre ardió con la vida y la pasión por la justicia. Entró y salió de cárceles, le tocaron el cuerpo las múltiples violencias, y no la doblegaron. La Berkins era justamente una muestra de cómo el amor transforma la vida mientras le ponemos la fuerza, nos incendiamos en sus brazos y en brazos de las otras, somos quienes somos sin concesiones. Por eso ella daba luz, incendiada de convicciones como estaba, con su furia trava (travesti) por delante cuando afirmó hasta el final, ¡¡la revolución es ahora!!

* Escritora feminista hondureña


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