lunes, 4 de febrero de 2013

La necesidad histórica de la resistencia popular



Por Gustavo Zelaya

Bien sabemos que la historia hondureña se trastornó radicalmente a partir del golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya Rosales. Desde ese momento la histórica represión contra el pueblo hondureño se agudizó y se manifestó con claridad la condición criminal del sector oligárquico que decidió efectuar la ruptura constitucional. Y entre tanta dureza fue creciendo la respuesta popular nucleada en el Frente Nacional de Resistencia Popular, del mismo modo, entre golpizas y violaciones a los derechos humanos, fueron  brotando distintas formas artísticas y conceptuales que intentan forjar nuevos contenidos que han enriquecido  la identidad nacional, criterios diferentes, muy críticos, contestatarios y opuestos a la tradición. Muestra de todo ello son las opiniones políticas de muchos hondureños y las creaciones artísticas elaboradas al calor de la oposición popular frente al golpismo.

Hay varios consecuencias de ese esfuerzo creativo, por ejemplo, el gradual desarrollo de la conciencia popular, nuevas fases de participación de la mujer y de otros grupos sociales tradicionalmente excluidos de la práctica política, pero, sobre todo, la organización de la más importante fuerza política en los últimos cuarenta años como es el partido Libertad y Refundación, surgido de la Resistencia Popular y permeado de diversos matices ideológicos, a veces opuestos, sintetizando lo que ocurre a nivel general: progreso, caudillismo, gremialismo, lucha por acceder al poder, lucha por transformar el poder, reformismo, revolución, juventud, madurez, alegría e indignación. Todos esos momentos están conviviendo en una extraña mixtura que inició rechazando el golpe de Estado y que ahora pugna por construir otra sociedad.

Otro resultado fundamental de esta historia inmediata, de la brutalidad del golpe y de la perversa desigualdad existente, es que entre muchos grupos políticos opuestos al bipartidismo se ha desarrollado la idea que existe la urgente necesidad de buscar una alternativa al capitalismo neoliberal y que esa búsqueda tiene como base natural a la resistencia civil pacífica, como la categoría humana  de las personas y de su conciencia. Ese proceso, que no nace el 28 de junio de  2009 sino que tiene raíces en la historia nacional y que podrían rastrearse un poco antes de 1940, con la oposición antiimperialista ejemplificada en Froylan Turcios y Visitación Padilla y con la movilización y organización popular que se estaba gestando a finales de la dictadura de Tiburcio Carías, se expresa en la huelga bananera de 1954,  en la formación de entidades políticas de inspiración marxista, cristianas, democráticas y en sindicatos que han contribuido a elevar las condiciones económicas y de seguridad en los centros de trabajo.

Todas esas fases que se entrelazan con la formación de la Resistencia Popular en el 2009  y en su consecuencia política, el partido Libre y el Espacio Refundacional,  pueden conducir a la construcción de un sistema social justo, equitativo y al servicio del pueblo hondureño. Esa posibilidad de una sociedad diferente tendrá que entenderse como un proceso complejo en donde participan grupos sociales y políticos diversos que se mantendrán en ese proyecto hasta donde lo permitan sus intereses.

En esa dinámica del movimiento social hay que considerar que lo que ocurre en nuestro país  no es un fenómeno estrictamente local sino que se vincula con las tendencias mundiales de resistencia frente al sistema neoliberal y se puede ver en muchos países de Latino América y de otros continentes. Es decir, la aproximación a formas de vida más democráticas y equitativas estará influida por algunos factores externos como la agresividad de la ultraderecha internacional, del imperialismo norteamericano, de las agencias financieras mundiales y de la solidaridad de otros países que construyen sociedades al margen de las medidas neoliberales, pero lo determinante estará en la capacidad organizativa del Frente Nacional de Resistencia Popular, del partido Libertad y Refundación y de otros grupos políticos, para construir ámbitos unitarios y de lucha en donde se acrisole la lucha popular.

Cualquier intento de forjar la unidad de las distintas fuerzas antioligarquicas debe concebirse no sólo como algo que se logra entre algunos movimientos políticos, ello sólo provocaría debilitamiento y fraccionamiento de los grupos opuestos al desorden social existente. Y por ello el trabajo unitario no tiene que quedarse en un ejercicio discursivo, retórico, sino que debe dar paso a la elaboración de argumentos sólidos, generados en el debate, que puedan mostrar las razones convincentes, necesarias y suficientes, de porqué hay que edificar un proyecto y un programa político que sirva de soporte real, racional, perenne, para la sociedad a la que aspiramos muchos hondureños.

La resistencia popular como expresión del nuevo nivel de lucha del pueblo hondureño, en sus fundamentos tiene al menos tres momentos decisorios: aparece como una fase novedosa  en la conciencia popular que se opone al golpe de Estado del 28 de junio; es un intento efectivo de pasar de esa lucha a la organización política y social en donde se identifique y concentre buena parte del pueblo; es en donde se expresa un movimiento masivo que busca generar su propia teoría política que pueda orientar, tanto tareas presentes como futuras, que permita ir consolidando el desarrollo nacional.

Todas las distintas fases por las que ha pasado el proceso de la resistencia  revelan algo inédito, no existente en procesos reivindicativos similares, no nace como reacción a conflictos externos, sino que surge y se desarrolla motivado por una necesidad interna y gravitando desde la experiencia del pueblo que ha visto rechazados sus derechos políticos y económicos a favor de los intereses oligárquicos. Esto es diferente. No ha nacido el movimiento contestatario y transformador de la resistencia como rechazo a la presencia de tropas extranjeras, ni protestando porque el país esté apoyando la intervención militar en otros países como ocurrió entre 1978 y 1994 con Nicaragua y El Salvador, cuando el país se convirtió en la plataforma contrarrevolucionaria de los Estados Unidos con la participación activa de los gobernantes locales como Roberto Suazo Córdoba y los gobiernos sucesivos. Nace, entonces, para superar la represión, la explotación de las personas, el saqueo de los recursos naturales y para devolver al pueblo su soberanía

Así, todo este movimiento reivindicador, refundador, se ha propuesto varios objetivos estratégicos, como ser: consolidar un partido político para alcanzar el poder y transformar el país; desarrollar nuevas formas éticas que puedan  ordenar el movimiento y la praxis política de sus militantes y simpatizantes, para ir erigiendo poco a poco un humanismo superior, constituido desde la cultura popular, que se fundamente también en el conocimiento y en valores que sustituyan el abuso, la corrupción, la brutalidad, el autoritarismo y las relaciones patriarcales que han regido durante varios siglos la vida de todos los hondureños. Esas aspiraciones pueden conducirnos a desarrollar nuevos ideales originados en el pensamiento y en la práctica de nuestros próceres y en el pensamiento crítico universal que pone en sitiales más elevados eso que llamamos ser humano. La disposición del pueblo en resistencia y de las fuerzas democráticas que se proponen la refundación del país la vimos de nuevo este 24 de enero en la masividad de la protesta nacional, en la urgencia de oponerse sistemáticamente a la arbitrariedad del gobierno de Lobo Sosa, en la alegría que muestra el pueblo y en la exigencia popular por mantener en alto la lucha reivindicativa hasta lograr el poder.
26 de enero de 2013

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