sábado, 23 de febrero de 2013
El tesorero de Mr. Joaquín Villalobos
Por Álvaro Rivera Larios
Ignorábamos que para luchar por el poder, en una democracia, hacía falta dinero, pero, por suerte, para todos nosotros, ha venido Joaquín Villalobos a exponernos la filosofía política del tesorero del partido: sin dinero, señoras y señores, no hay publicistas, no hay propagandistas, no hay eventos, no hay campaña.
Los tesoreros suelen ir al grano, aborrecen la retórica. Y si son tesoreros con visión estratégica, tienen una perspectiva histórica de los problemas y un esquema claro de los conflictos a los que hay que enfrentarse. No pierden el tiempo: apuntan al objetivo y sacan el pisto.
El tesorero de Mr. Villalobos hace gala de pragmatismo anglosaxon: dibuja un mapa cartesiano de los problemas, hace su diagnóstico e indica las posibles líneas de ataque. Aunque no lo parezca, en su estilo hay una retórica peculiar: sus juicios directos y concisos dan “la impresión” de ser certezas, pequeñas joyas de una practica larga o de un profundo estudio de la ciencia social… al menos, en apariencia.
Tiene, además, nuestro personaje, la habilidad de presentar con frescura un enfoque de las contradicciones de nuestro sistema político que ciertamente no es muy original. Ya sabemos que en una dictadura las oligarquías se apoyan básicamente en la fuerza y que en una democracia invierten en recursos simbólicos para conservar el poder. Ya sabemos también que nuestra oligarquía siempre ha procurado expulsar a sus competidores potenciales en el mundo de las elites. He aquí, replanteadas con otro lenguaje, las famosas contradicciones secundarias en el seno de las clases dominantes.
Resulta obvio que el cuadro de los enfrentamientos entre los grupos de poder ha cambiado en nuestro país, por varias razones. Ahora, existe la posibilidad de que un sector de la izquierda, por medio del poder que acumula y de las posibilidades que se le abren de hacer negocio, ya tenga expectativas de acceder a “la clase alta”. El fenómeno tampoco es nuevo, un sector de los grupos que ahora dominan la Rusia capitalista procede de las filas del comité central. La vida es así, de cruda.
La perspectiva marxista del conflicto entre las elites se distingue, de la que hoy plantea el tesorero del Mr. Villalobos, porque su objetivo es obtener una ventaja táctica o estratégica de tales contradicciones en favor de la agencia política y de los intereses de las clases populares. En el cuadro que ahora nos ofrece el tesorero del hipotético frente villalobista, los intereses populares y su agencia política estarían subordinados sin el menor disimulo a los altos grupos partidistas y empresariales y a los límites que la economía de mercado le impone al juego democrático.
Alguno podrá sentirse indignado y defraudado con la perspectiva elitista del tesorero de Mr. Villalobos, pero es, sin lugar a dudas, transparente y coherente y no anda muy lejos, salvando la serenidad y las distancias, de los elitismos radicales y militaristas en que anduvo embarcado el ERP allá por los años 70 del siglo pasado. Por aquel entonces, la presencia política y militar de la masa insurrecta serviría como carta de presión para un posible diálogo en “las alturas” con los núcleos modernizantes del ejército, la oligarquía y la intelectualidad liberal.
¿Cuál es la gran diferencia hoy? Que el sueño del socialismo se ha volatilizado y la única esperanza que queda es gestionar de forma humana “los recursos escasos” de nuestra economía capitalista. En lo que respecta al pueblo, ahora se le pide directamente que tome partido y decida y vea si algo le cae de refilón en esta disputa que ahora protagonizan ciertas “fracciones” de los grupos de poder en nuestro país.
El realismo pragmático del tesorero de Mr. Villalobos no es un recién llegado a la cultura política de nuestro país. Su actitud ya tiene sus hitos en la historia reciente de El Salvador. En el proceso de paz, “los dirigentes populares” tomaron decisiones que no siempre fueron el producto de una verdadera deliberación colectiva.
Dicho estilo elitista de moverse reapareció en la negociación en las alturas que dio lugar a la alianza entre Mauricio Funes y el FMLN. Y ahora retorna como una posibilidad en el hipotético frente que podrían formar el FMLN, PDC, PCN, GANA, etcétera, etcétera, contra ARENA.
Cada quien sabe cuál es su filosofía a la hora de tropezar en la misma piedra. Cada quién sabe qué tipo de capital arriesgaría jugando este juego. No apuestan lo mismo, por ejemplo, el FRENTE que el antiguo comandante del ERP.
De momento, regirse por el miedo de un posible triunfo del sector más tradicional de la derecha no es algo que defina un programa ni una filosofía del cambio ni una esperanza clara para ese protagonista eternamente postergado: el pueblo.
De momento, y recordando aquel principio que a veces traiciona Mr. Villalobos, conviene saber que hechos semejantes no funcionan del mismo modo en contextos diferentes: “No siempre la competencia entre las elites beneficia a terceros”, eso dependería de que las demandas de “los grupos subalternos” tuvieran entidad e iniciativa en “el sistema de poder”. A veces, lo que emerge de las pugnas más altas es un nuevo tipo de dirigencia que reparte frijoles y medicinas al mismo tiempo que mantiene con vida las formas corruptas y restringidas de la política tradicional.
Y ese es el asunto: toda política necesita un tesorero, pero la democracia no sólo funciona con estimaciones realistas, también sobrevive de perseguir valores y de intentar que el pueblo no sea un mero invitado de piedra en las grandes decisiones.
El cortoplacismo de los giros sorprendentes, de las alianzas audaces e inusitadas, por mucho que se apoye en una lectura pragmática de la realidad, y de la realidad entendida de una cierta manera, ya no basta. Visto lo que se ve, ahora, aquí y en el mundo, es el momento de impulsar, junto a las decisiones racionales y prácticas, una profunda discusión sobre el destino y la naturaleza de la democracia en El Salvador. No le vendría mal cierto regreso a la utopía, al tesorero de Mr. Villalobos.
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