martes, 6 de noviembre de 2012
Una campaña casi de espionaje, carísima e invisible en las calles
Enviado Especial a Estados Unidos
Chicago.
Los comités de campaña de Obama y de Romney saben cuánto gana y qué auto tiene cada votante registrado, si alguna vez firmó una solicitada en contra del aborto o de algún impuesto, si se divorció y volvió a formar pareja o no y hasta qué deporte sigue y de qué equipo es fanático. Las elecciones de hoy terminaron de consagrar la campaña personalizada, casi de espionaje, aún incipiente en Argentina y conocida acá como "microtargeting", donde la vedette son los SMSs, las "robocalls" (robollamadas) a celulares y los spots para redes sociales. La plata fuerte igual se invierte en avisos de radio y TV que ya hartaron hace tiempo a la mayoría, mientras brillan por su ausencia la cartelería y las pintadas típicas de los comicios en nuestras pampas.
Sólo en Ohio -el estado del MidWest donde se define quién consigue hoy los congresales necesarios para llegar a la Casa Blanca-, demócratas y republicanos gastaron 33 millones de dólares en avisos radiales y televisivos que se suceden unos a otros en cada tanda, en una letanía insoportable. Es tal el acoso proselitista que el vocero del Great Old Party local, Matt Henderson, reconoce en un susurro que muchos de los casi dos millones que optaron por votar antes de tiempo en ese distrito lo hicieron para dejar de recibir las robocalls. La mayoría les corta o ni siquiera atiende, pero en uno de cada cinco intentos el mensaje llega.
"Si los votantes supieran todo lo que sabemos de ellos, seguramente se enojarían mucho", admite el presidente del Partido Demócrata de Ohio, Chris Redfern. Maestro del microtargetting, Redfern cuenta que "a veces tenemos que llegar con distintos mensajes incluso dentro de la misma familia, porque la mujer puede pensar de un manera, el hombre de otra y el hijo de una tercera". Lo prueba una encuesta en los 12 "swinging states" (estados cambiantes) que hizo Gallup a principios de mes: entre ellas, el aborto duplica al empleo como tema decisivo a la hora de optar; entre ellos es al revés.
Toda esa sofisticación cuesta paladas de dólares y en plena crisis, lo que lo torna más irritante para muchos. Sólo en avisos de radio y TV, que las emisoras están obligadas a publicar, el gasto de ambos bandos superó los u$s 1.000 millones. Con el aliciente de que la campaña está más tercerizada que nunca. Como los partidos y los candidatos mismos tienen límites para aceptar donaciones, el grueso de los avisos son contratados por grupos de interés afines a cada uno de ellos. El senador Bernie Sanders, un independiente por Vermont que se declara "socialista" y va por la reelección tras 20 años en su banca, denunció que esos gastos tercerizados ya superaron los de las últimas diez elecciones juntas.
Acá la llaman una "turnout election": nadie quiere convencer a nadie, lo que buscan ambos es convencer a su tropa de que vaya a votar. Entre los partidarios de Obama, el entusiasmo no es el mismo que el de hace cuatro años. Muchos ni siquiera pensaban ir hoy, pero decidieron hacerlo cuando se patentizó la posibilidad de que Romney consiga los 270 congresales para reemplazar al presidente, que en Chicago juega de local.
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