lunes, 5 de noviembre de 2012

Emigración, huída obligada




Honduras es, entre los países centroamericanos, el que destaca más por la emigración infantil hacia Estados Unidos, con cifras ciertamente abrumadoras. Eso indica un grave problema de desintegración familiar y de disolución social, al que no se le da la necesaria atención ni lugar en la agenda política.

La desintegración familiar es, bajo las actuales circunstancias, una de las manifestaciones fatales del modelo económico, puesto que proviene de su incapacidad para generar suficientes oportunidades de empleo y de dignificación social. Es, en síntesis, resultado de la acumulación de la pobreza.

Quienes tratan de enmascarar las verdaderas causas de este fenómeno, parten de la premisa de que las migraciones son un fenómeno de nuestro tiempo, determinado sustancialmente por la aceleración de los cambios económicos y sociales y la movilidad de las oportunidades.

En sociedades poco desarrolladas como la nuestra, en que la supervivencia es preocupación diaria para casi la totalidad de la población, la emigración es prácticamente una huída obligada, un sálvese quien pueda, un desesperado escape de la pobreza y la indigencia.

Irónicamente, la emigración masiva de nuestros compatriotas contribuye a la permanencia y fortalecimiento de nuestra “clase” política y empresarial, en tanto afloja la presión social en demanda de asistencia y oportunidades de empleo, al mismo tiempo que provee importantes recursos financieros por la vía de las remesas.

De esta manera se explica, cuando menos en parte, la desatención en la fuga de compatriotas en busca de empleo, que desde esa cínica visión, ofrece beneficio redondo al statu quo, aunque tal cosa signifique —al corto, mediano y largo plazo— agudización de la pobreza y magnificación de la violencia.

Si el funcionamiento de ese modelo (de alguna manera hay que llamarlo) es destructivo de nuestro potencial humano para el desarrollo, lo es mucho más en la perspectiva del futuro. A la acumulación de jóvenes —técnicos, profesionales, artesanos, obreros calificados— enfilados a la migración, se le suman los niños presa del desamparo.

En promedio semanal, de 120 a 150 niños hondureños, en edades de 12 a 16 años, son deportados de Estados Unidos o de México, sin contar los muchos que se quedan en el camino. Las organizaciones de asistencia social en nuestro país, no se dan abasto para atender la demanda, sobre todo en una sociedad que mira a otro lado para esquivar la ayuda.

En las condiciones actuales de estancamiento económico, el panorama torna a ser más sombrío e irresoluble con las tendencias neoliberales en marcha forzada hacia la supresión de la responsabilidad del Estado en materia de bienestar social para dar más ventaja a la privatización y el expolio económico.

De allí la importancia de fijar la atención en las propuestas electorales, en este proceso político, bajo la consideración de que la solución integral es de naturaleza política y económica, con la meta de creación de empleo, en el marco de un desarrollo económico y social democrático, equitativo y sostenible, como lo sostiene con propiedad y experiencia el precandidato liberal Yani Rosenthal Hidalgo.

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