viernes, 9 de noviembre de 2012

El cinismo de los políticos golpistas




Por Gustavo Zelaya

Lástima por el significado que le damos ahora a la palabra cínico. En siglos pasados fue el nombre de una de las llamadas escuelas menores de la filosofía griega, se pronunciaba contra las costumbres y la normas establecidas, reaccionaban contra la reglas. Trataban de vivir de forma natural asi como los perros, con sencillez y con pocas cosas. De ahí el origen de la palabra, kine, kinicos, significaba perro. Despreciaban la riqueza material y buscaban la sabiduría para orientar la conducta individual, no para jactarse de su ciencia, sino para vivir de acuerdo a la naturaleza. A diferencia de los cínicos actuales, los cachurecos, por ejemplo, que se esmeran en mentir hasta el cansancio, aquellos enseñaban que la verdad podía lograrse con humildad, a pesar de los defectos de la sociedad en que vivieron, más preocupada por el poder y la arrogancia, que por la vida digna. Uno de los cínicos más reconocidos fue Diógenes de Sinope, le decían el perro, el que le pidió a Alejandro el Grande que se quite, que se haga a un lado, porque le impide ver la luz del sol. Diógenes fue crítico constante de Platón. En una de sus conferencias, Platón estaba intentado construir una definición completa el ser humano y después de mucho debatir acuerda con sus alumnos que el ser humano es un bípedo implume, un ser que posee dos piernas y carece de plumas. Al día siguiente llega Diógenes y dice a la asamblea, “Aquí está el hombre de Platón” y les mostró un gallo desplumado. Ponía en ridículo al más sabio de la época. Aristóteles decía que Diógenes era un Sócrates enloquecido.

El sarcasmo y la burla era el arma del cínico de la antigüedad. Los actuales, además de golpistas y corruptores a tiempo completo de la historia pasada y actual, no sólo nos mienten con descaro, sino que también nos quieren hacer creer que sólo ellos entienden de los asuntos públicos y que los demás somos simples borregos urgidos de alguien que nos conduzca por el camino del desarrollo. Pero su concepción del desarrollo social es muy limitada, sólo está pensada para aumentar su fortuna, para inflar sus cachetes a costa de la miseria de todo el pueblo. Y en ello no les importa vender el país, dar golpes de estado, reprimir la protesta social, militarizar al Estado, con tal que nada se oponga en su ambición ni en su voraz apetito por el poder político y por acrecentar su fortuna. A los actuales, a esos cínicos que se instalan en los poderes del Estado o en las cómodas oficinas de sus empresas, ahora los despreciamos por su complicidad con el atraso y por ser responsables de la miseria, el dolor y la inseguridad en que se encuentra gran parte del pueblo Son cínicos incurables pero les llegará el turno de dar cuenta de sus actos frente a la justicia cuando el pueblo pueda representarse como el soberano. Les llegará el momento de rendir cuentas cuando el pueblo acceda al poder.

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