jueves, 19 de noviembre de 2015

EEUU intenta hacer de la Patria Grande otra zona de guerra


Rebelión

Por Patricio Montesinos

Pese a que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) declaró en su II Cumbre de La Habana, Cuba, en 2014, que la Patria Grande es una Zona de Paz, Washington se empeña a fondo en crear conflictos bélicos en nuestra región, que se extiende del Río Bravo hasta la Patagonia.

El régimen de Estados Unidos está exacerbando viejos diferendos fronterizos y marítimos no resueltos, que datan desde el colonialismo, para intentar enfrentar a países y pueblos hermanos con el objetivo de sacar provechos que le permitan recuperar su influencia y dominio perdidos en Nuestra América.

Mientras el Pentágono alienta la realización de ejercicios militares de Chile en territorios limítrofes con Bolivia y Perú, ha incrementado al mismo tiempo su presencia castrense en esa última nación andina, que procura utilizar como punta de lanza para la desestabilización de Sudamérica.

Aunque dice favorecer el proceso de paz de Colombia, la Casa Blanca entorpece con sus bases militares allí el fin del prolongado y sangriento conflicto en ese país, y a su vez echa leña al fuego en las zonas fronterizas con Venezuela.

La Revolución venezolana es el blanco principal hoy de Washington, pero no dejan de serlo también Bolivia, que reclama pacíficamente a Chile su derecho soberano a una salida al mar, y Argentina, donde utiliza todos los métodos subversivos dirigidos a que la ultraderecha liderada por Mauricio Macri triunfe en la segunda vuelta de las elecciones, y regrese al poder.

Estados Unidos apuesta por derrocar a cualquier gobierno progresista en Latinoamérica, que le sirva para crear desaliento entre las fuerzas a favor de los actuales procesos de cambios e integración en la Patria Grande, y envalentonar a una derecha dividida y desprestigiada, pero extremadamente ávida de poder.

Los cercanos comicios presidenciales en Argentina, y parlamentarios en Venezuela, son primordiales para los planes siniestros del Pentágono, así como el referendo previsto a celebrarse en febrero venidero en Bolivia, en el cual se decidirá sobre la posible reelección para otro mandato del presidente Evo Morales en el 2020.

Una eventual vuelta al gobierno en Argentina de los sectores ultraconservadores convertiría a ese importante Estado sudamericano en el Israel de Estados Unidos en Latinoamérica, y uno de sus principales bastiones en la región, dirigido esencialmente contra Bolivia.

Crear situaciones de caos previo y después de la consulta popular parlamentaria en Venezuela, y tratar de restarle fuerza al “chavismo” en el futuro órgano legislativo, son otros de los propósitos de Washington, que despliega toda una guerra económica y de amenazas sin precedentes contra la Patria de Simón Bolívar.

El Pentágono sabe muy bien que la Revolución venezolana iniciada por Hugo Chávez, y encabezada ahora por el presidente Nicolás Maduro, es un ejemplo, y una pieza clave en Nuestra América, por ello le dispara desde todos los flancos para lograr debilitarla.

El ejecutivo de Maduro ha tenido que enfrentar todo tipo agresiones, desde el desangramiento de su economía a través del contrabando en su frontera con Colombia, hasta crímenes y atentados protagonizados por bandas de paramilitares.

Igual Venezuela ha tenido que afrontar de forma diplomática un antiguo diferendo con Guyana incendiado por Estados Unidos, y constantes ataques mediáticos de la prensa de derecha latinoamericana y europea, con el claro objetivo de desacreditarla, y crear condiciones para cercarla.

No puede descartarse, aunque sería una locura y los pueblos latinoamericanos no se cruzarían de brazos, que el Pentágono decida atacar militarmente al pueblo venezolano, en medio de la furia que agobia al imperio de Washington por la pérdida de su dominio internacional.

La CELAC, la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), además de todas las fuerzas progresistas y los movimientos sociales, deben estar en alerta máxima para impedir a tiempo que Estados Unidos concrete sus designios, lo que sería un verdadero tsunami castrense para los pueblos de la Patria Grande, como el que azota al Oriente Medio y el Norte de África.

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