sábado, 14 de noviembre de 2015

La verdad de las mentiras



La miseria y la débil conciencia de los pueblos son factores con los que sabe jugar muy bien la gente cínica y ambiciosa de poder.

Cuantas más personas pasan hambre, tengan desempleo y pasan arañando en el día a día para sobrevivir, más posibilidades tienen los fuertes para hacer valer su poder y su capacidad de control.

Si hay dos millones de gente comiendo salteado, y viene un sujeto desde casa presidencial y con una cara de bienhechor le ofrece unos cuantos lempiras o una chamba temporal o una provisión de comida, esos millones de gente hambrienta no dudarán en gritar a los cuatro vientos que tienen un presidente maravilloso.

Y si esos millones de gente hambrienta y desempleada tienen un bajo nivel de escolaridad, se convencen que lo que dicen los medios de comunicación sobre el presidente es lo más verídico del mundo, y si esa persona con poder dice que Honduras está caminando con furor hacia una vida mejor, es porque así es, sobre todo si ante el miedo rampante la gente mira las calles repletas de militares y la televisión ofrece imágenes con narcotraficantes capturados.

En una sociedad materialmente empobrecida y también empobrecida en su conciencia sobre lo que ocurre, los fuertes y los cínicos tienen un enorme campo para actuar impunemente. Y en esto los medios de comunicación y los comunicadores sociales juegan su parte. Con la seguridad laboral tan grande y con el bajo nivel ético de no pocos comunicadores sociales, es mucho más rentable callar o estar bien con el gobierno que hacer cuestionamientos incómodos. Y los propietarios de los medios quedan muy conformes con lo altos ingresos que reciben por concepto de publicidad oficialista.

La verdad de las mentiras de la actual administración pública queda resumida así: padecemos de un gobierno de los ricos y de los capitales multinacionales que desde un componente autoritario y militar invierte en muchos programas asistenciales y publicitarios para que millones de gente hambrienta, a través de pequeñas ayudas, se trague el cuento de que el hombre de la presidencia es lo mejor que le ha ocurrido a Honduras. Y debe quedarse en la silla presidencial hasta donde Dios se lo permita.

O hasta cuando la gente se quite el velo de sus ojos y descubra con inmenso amor que la verdad más profunda es cumplir con la voluntad de Dios de deshacerse lo más pronto posible de todos los autoritarismos y de toda la gente que desde su poder y su ambición se afana por imponer como verdad todas sus mentiras.

No hay comentarios: