sábado, 19 de septiembre de 2015

La absolución de Magna y la condena del sistema



La justicia hondureña absolvió a Magna Marbella Rodríguez, quien había sido acusada por el Ministerio Público de intento de parricidio, es decir, de querer envenenar a sus hijos e hijas.

A simple vista, cualquiera puede cuestionarse cómo es posible que una madre sea capaz de mezclar agua con insecticida y dársela a sus pequeños niños y niñas. Pero detrás de esta decisión tan dura, hay una realidad de miseria, pobreza, hambre, abandono, violencia y desesperación que empujó a Magna a tomar tan trágica decisión.

Ser madre o padre y vivir en la impotencia de no tener nada que darles de comer durante 3 días a sus hijos e hijas puede llevar a la decisión de suicidarse y llevárselos con ella a la muerte.

Como sociedad debemos aceptar el hecho que la historia de Magna es el resultado de una violencia estructural de género, de patrones socioculturales que discriminan a las mujeres y de un sistema que justifica la dominación masculina sobre la base de una supuesta inferioridad biológica femenina.

Este sistema tiene su origen en la familia y se proyecta en todo el orden social, económico, cultural, religioso y político. El Estado hondureño ha sido incapaz de garantizar el ejercicio de los derechos humanos de las mujeres en general, mucho menos de las más vulnerabilizadas como Magna.

Por eso, como ERIC y Radio Progreso nos hemos preguntado, “¿dónde estaba el Estado de Honduras cuando Magna buscó trabajo, acceso a la salud y a la educación pública, y alimentación para sus hijos e hijas? ¿Por qué el Estado de Honduras sólo apareció para juzgar y condenar a Magna por un acto realizado debido a una situación de desesperación al ver a sus hijos e hijas muriendo de hambre?”

Hoy la justicia hondureña absolvió a Magna después de 2 años de estigmatización, cárcel, señalamientos y condenas morales. La historia de Magna es una muestra de un sistema que naturaliza la violencia y la discriminación contra las mujeres, el cual se manifiesta y reproduce en todos los ámbitos de la vida.

Hombres y mujeres debemos condenar y dar vuelta a este sistema que como lo señala la Comisión Interamericana de derechos Humanos, actúa a través de la familia, el lenguaje, la publicidad, la educación y los medios de comunicación masiva para canalizar “un discurso y mensaje ideológico que condiciona el comportamiento de hombres y mujeres conforme a los patrones culturales establecidos que promueven las desigualdades” y refuerzan “los roles y estereotipos que actúan en detrimento de las mujeres”.

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