viernes, 18 de septiembre de 2015
Cuando una foto no es una foto
Rebelión
Por Alejandra Loucau
En los últimos días, logramos conmocionarnos en masa al ser conscientes nuevamente del horror y la miseria en la que millones de personas viven, en la región mediooriental de nuestro planeta. La prensa internacional nos mostró sin sutileza la realidad de aquellos que huyen de la guerra y la pobreza. Una foto estuvo en las primeras planas. Rápidamente, los periódicos y los más importantes canales de televisión hicieron pública la terrible imagen, la que todos odiamos ver, la que nos arrancó algunas lágrimas y contrajo nuestras gargantas.
Pero me detengo. Y hago memoria… ¿Es que dejamos pasar información deliberadamente, salvo que la crudeza de una foto logre conmovernos?
Hace meses que las noticias sobre inmigrantes que se ahogan en el Mediterráneo pasan cual fotogramas por nuestras retinas. Da impotencia pensar que podemos seguir recibiendo pequeñas historias de vidas perdidas o resignadas, a través de mini textos o palabras mezcladas, trilladas y puestas en el nivel más banal por los popes del periodismo mundial.
Se me hace urgente repensar el asunto, recordar y armar un marco de información por demás confusa, que en apariencia no aparece como tal.
Y así continúo… Me pregunto qué imagen fue tapa del Washington Post el día en que Macedonia declaró el estado de sitio por el ingreso masivo de inmigrantes, sólo unas semanas antes de la foto. O se me ocurre recordar cuál fue la tapa de Der Spiegel, Le Figaro (o importa poco qué diario de renombre sea), cualquiera de todos los días en los que ocurrían muertes por ahogamiento de decenas de afganos, de sirios, de marroquíes, de libios, de iraquíes. Claro, un cuadro con 45 palabras en la antepenúltima página de la sección internacional habrá resultado suficiente.
¡Ahora parece que todo sale a la luz!
¿No resulta como mínimo desagradable leer que el “Jefe de la ONU (está) horrorizado por las últimas (¡!) muertes de refugiados” 1?
¿Se trata entonces de una foto? ¿De si la misma se lleva a la primera plana? Aturdidos por la sobreinformación constante, parece que la respuesta es afirmativa.
Pero es necesario avanzar.
Se pueden leer escuetas notas sobre la catastrófica situación de los refugiados en Hungría. Desde el gobierno de este país, se nos hizo saber la postura oficial: “la crisis que se afronta con los refugiados es consecuencia del fracaso de la política migratoria de la UE y de las graves e irresponsables declaraciones de los políticos europeos”. Declaración acompañada por el estado de situación que ocurría en forma paralela; concretamente, la violencia ejercida por sus fuerzas represivas sobre los inmigrantes que intentaban cruzar la frontera con Serbia 2. Es lógico, hasta hace unos días, el gobierno húngaro ordenaba construir una valla de 175 kilómetros en dicho paso fronterizo, con el fin de persuadir “amablemente” a los islámicos de que alteraran su ruta 3. La valla, que resultará claramente “ineficaz” ya está terminada.
Mientras tanto, en muchos países se multiplica la construcción de muros antipersonas.
También me pregunto qué pasará con los miles de inmigrantes y refugiados que acaban de ser “bienvenidos” en países como Austria y Alemania. El pasado sábado 5 de septiembre la BBC publicó: ‘El canciller de Austria informó que tanto su gobierno como el de Alemania acordaron permitir a los migrantes que huyen de Medio Oriente cruzar su frontera desde Hungría’ 4. Hace algunos meses hubo un gran debate (que por supuesto no fue protagonista de la tapa de diario oficial alguno) en torno a la propuesta del gobierno alemán sobre “reutilizar” en algunas ciudades germanas, antiguos campos de concentración de la época del nazismo, vale decir, sus infraestructuras, para la “acogida” de los inmigrantes recién llegados al país. Compartiré parte de la cínica declaración que la mandataria alemana Angela Merkel propinó “sorprendida” sobre el asunto: "No puede ser que todos los edificios sigan siendo tabú 70 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial" 5. Vaya simbolismo.
En el mismo orden de cosas, jamás escuché ni leí, por parte de ninguna agencia internacional y oficial de noticias, acerca de los más de 250 centros de detención de inmigrantes que llegan a los países europeos, o como oficialmente se conocen, “Centros de Internamiento de Extranjeros” (CIEs), diseminados por Europa; a saber, España, Francia, Alemania, Grecia, etc. Se trata de prisiones controladas por las instituciones policiales de cada Estado, en donde se obliga a permanecer a miles de refugiados e inmigrantes, a causa de su condición, o sería correcto decir, “por el delito”…. de ser refugiados e inmigrantes. Mucho menos me encontré con las numerosas denuncias de abusos y crímenes cometidos por las fuerzas de seguridad en dichas prisiones.
Compartiré al respecto una pequeña descripción de los CIEs, elaborada por Change.org:
Los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) se crean en el año 2008 a partir de la llamada Directiva de la Vergüenza (2008/115/CE). Actualmente existen 280 CIEs en toda la Unión Europea. En cada uno de ellos, se ingresa a los inmigrantes carentes de permiso de residencia, producto muchas veces de redadas ilegales basadas en criterios étnicos, por un tiempo de hasta 60 días en situaciones de sistemática violación de derechos humanos y sin ninguna garantía. Les encierran por ser inmigrantes y por ser pobres. Estos Centros son parte de un ciclo de normalización de la discriminación y la violencia hacia la población inmigrante: vuelos de deportación, redadas, persecución, encierro, maltrato y deportación como producto de una falta administrativa equivalente a una multa de tráfico 6.
Pero bueno, “en el mejor de los casos”, los inmigrantes que escapen de estas cárceles, competirán con nativos europeos y más inmigrantes por un puesto de trabajo superexplotado, en las numerosas empresas europeas.
Luego… ¿Qué debo pensar sobre la situación política, social y económica de los países que expulsan a estos huidores del horror? ¿Qué me mostraron durante los últimos meses o años los periódicos, los canales de televisión, nacionales e internacionales, sobre los acontecimientos ocurridos en esta tierra tan convulsionada? Atentados, grupos terroristas de engañosa imagen, decenas de muertos un día, tres muertos otro día y algunas mezquitas destruidas por la lucha intersectaria entre religiones de atrasadas costumbres.
Quizá no es usual encontrarnos con noticias sobre el enorme saqueo que realizan estas mismas potencias, de los recursos naturales que yacen bajo el árido suelo árabe. Tampoco nos hablan de la destrucción de Estados enteros, gracias a las repetidas incursiones extranjeras en la zona. ¿Qué millonario negocio lograron cerrar el gobierno y las empresas francesas en Libia o Mali (con la ayuda de funcionarios locales, hay que aclarar), luego de ser artífices responsables de su destrucción como Estados nacionales? ¿Qué tajada sacaron las corporaciones petroleras que sostienen al gobierno de los EEUU, de la absoluta ruina de la infraestructura iraquí?
Sólo por mencionar un ejemplo, desde la invasión norteamericana a Iraq en 2003, las multinacionales del petróleo y sus ejércitos invadieron este país, devastando todo lo que se interpusiera en su avance. BP (British Petroleum) y Shell eligieron buscar el oro negro en los enormes campos petroleros del sur de Irak. Exxon fue por regiones del Norte y del Sur. En 2012, Chevron y la compañía petrolera francesa Total optaron por tierras kurdas, cambiando campos petroleros más pequeños por mejores condiciones y un poco más de estabilidad. De todo lo que aniquiló la guerra sólo fue restaurada la estructura para la extracción de petróleo. El resto quedó en ruinas. Consecuencia: Los sistemas de salud y de educación quedaron destruidos, ni siquiera pueden ser garantizados los servicios mínimos. A pesar de ser un país petrolero en esencia, la media de energía eléctrica en los hogares no supera las seis horas diarias. El día 16 de septiembre de 2014, el New York Times sacaba a la luz un informe publicado de las Naciones Unidas en el que se señala que en Iraq: “casi uno de cada cuatro iraquíes está desnutrido, mientras que en el período 1990-1992, el porcentaje era del 7,9%”. Por otro lado, en el marco de la crisis social y la escasez generalizada, se han recrudecido los enfrentamientos entre las distintas tribus y facciones religiosas por obtener un mínimo de poder, lo cual ha incrementado la disgregación nacional.
Luego de que se resaltara en la prensa, que la mayoría de los refugiados provenía de Siria, Iraq, Palestina… ¿Se habló acaso de la deplorable situación socio-económica de estos países y de sus verdaderas causas? ¿Se habló acaso del proceso de guerra civil que vive Siria, debido a los incontados intentos de las potencias occidentales por derrocar a su presidente?
¿De qué escapan los refugiados e inmigrantes? ¿Quiénes son los responsables de esta situación de guerra eterna?
En definitiva, debo preguntarme acerca de qué se nos informa y para qué, de qué parte de la historia se nos cuenta, y qué parte queda velada.
Y a partir de esto, ¿hacia dónde debe ir mi preocupación, mi curiosidad, mi análisis?
Es muy difícil poder evadir completamente la enorme masa de falsa información que nos bridan las grandes corporaciones periodísticas, al servicio de tal o cual gobierno o poder económico. Es aún más difícil entender la utilización mediática de hechos aberrantes, a veces dejados en la sombra, a veces entronados a través de una foto que recorre el mundo. Queda en duda la intención real de estos funcionarios y políticos inescrupulosos. Éstos justifican cada acto inhumano con falsa y tramposa humanidad.
Sin poder resolver estos dilemas, pero acercándome a algunas conclusiones, debo decir que siempre hay hechos y procesos disimulados que esperan ser revelados, no como mensajes mesiánicos, sino como una forma de resistencia de los muchos que miran más allá de sus televisores y leen entre líneas las páginas de un diario.
Algo se puede ver con claridad: la foto no es una foto. Existe la dolorosa y cotidiana realidad de los miles que antes o después no fueron ni serán alcanzados por alguna cámara. Y algo más resulta evidente ante mí: no siempre una imagen dice más que mil palabras.
Notas:
* Alejandra Loucau. Miembro de IPAME (International Political Analysts Associaton over Middle East)
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