viernes, 10 de octubre de 2014

Los hechos sobre el terreno



Por Noam Chomsky *

El 26 de agosto, Israel y la Autoridad Palestina aceptaron un acuerdo de cese del fuego luego del asalto isarelí de 50 días a Gaza que dejó 2 mil 100 palestinos muertos y vastos parajes de destrucción. El acuerdo pone fin a la acción militar de Israel y Hamas y afloja ligeramente el sitio israelí que ha estrangulado a Gaza durante muchos años.
Sin embargo, es apenas el más reciente en la serie de acuerdos similares alcanzados después de cada una de las intensificaciones periódicas del interminable asalto militar israelí sobre Gaza.

Desde noviembre de 2005, los términos de estos acuerdos siguen siendo iguales. La pauta regular es que Israel desprecia cualquier acuerdo en vigor, mientras Hamas lo cumple –como Israel ha aceptado–, hasta que un fuerte aumento en la violencia israelí provoca una respuesta de Hamas, seguida por una brutalidad aún más feroz.

Estas crestas son llamadas cortar el césped en la jerga israelí. La más reciente fue descrita con más precisión como remover el suelo superficial por un alto oficial miltar estadunidense, citado por la sucursal estadunidense de Al Jazeera.

El primero de la serie fue el Acuerdo de Movimiento y Acceso entre Israel y la Autoridad Palestina, de noviembre de 2005. Estipulaba un cruce entre Gaza y Egipto en Rafah para la exportación de bienes y el tránsito de personas, cruces entre Israel y Gaza para artículos y personas, reducción de obstáculos al movimiento dentro de Cisjordania, convoyes de autobuses y camiones entre Cisjordania y Gaza y construcción de un puerto en Gaza, y la reapertura del aeropuerto de Gaza, que bombardeos israelíes habían demolido.

Ese acuerdo fue alcanzado poco después de que Israel retiró sus colonos y fuerzas militares de Gaza, acción conocida como desvinculación. El motivo fue explicado por Dov Weisglass, confidente del entonces primer ministro Ariel Sharon, quien estuvo a cargo de negociarlo y ejecutarlo.

La significancia de una desvinculación es congelar el proceso de paz, declaró Weisglass al diario Haaretz. “Y cuando se congela el proceso, se previene la instauración de un Estado palestino y se evita hablar de los refugiados, de las fronteras y de Jerusalén. En los hechos, todo ese paquete llamado Estado palestino, con todo lo que implica, ha sido retirado de nuestra agenda por tiempo indefinido. Y todo esto, con autoridad y permiso. Todo con la bendición presidencial de (Estados Unidos) y la ratificación de las dos cámaras del Congreso.

La desvinculación es en realidad formaldehído, añadió Weisglass. Proporciona la cantidad de formaldehído necesaria para que no exista un proceso político con los palestinos.

Esa tónica ha continuado hasta el presente: desde la operación Plomo endurecido en 2008-09 pasando por Pilar de defensa en 2012 hasta Borde protector este verano, el ejercicio de corte de césped más extremo... hasta ahora.

Durante más de 20 años Israel se ha dedicado a separar Gaza de Cisjordania, en violación de los Acuerdos de Oslo, que firmó en 1993, los cuales declaran que Gaza y Cisjordania constituyen una unidad territorial inseparable.

Una ojeada al mapa explica el razonamiento. Separada de Gaza, cualquier enclave en Cisjordania dejado a los palestinos carece de acceso al mundo exterior. Son contenidos por dos potencias hostiles, Israel y Jordania, ambos aliados cercanos de Estados Unidos. Y, pese a ilusiones en contrario, Estados Unidos está muy lejos de ser un negociador honesto y neutral.

Además, Israel ha estado ocupando sistemáticamente el valle del Jordán, expulsando a los palestinos, fundando colonias, hundiendo pozos y procurando de otras formas que la región –alrededor de un tercio de Cisjordania, gran parte tierra cultivable– acabará integrada a Israel junto con las demás regiones arrebatadas.

Los demás cantones palestinos quedarán totalmente aprisionados. La unificación con Gaza interferiría con todos estos planes, que se remontan a los primeros días de la ocupación y han tenido apoyo firme de los principales bloques políticos israelíes.

Puede que Israel sienta que su apropiación de territorio palestino en Cisjordania ha marchado sin contratiempos hasta ahora, así que hay poco que temer de alguna forma limitada de autonomía para los enclaves que les queden a los palestinos.

También hay cierta verdad en la observación del primer ministro Benjamin Netanyahu: Muchos elementos en la región entienden hoy día que, en la lucha en la que están amenazados, Israel no es un enemigo, sino un socio. Es de suponerse que aludía a Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.

Sin embargo, el destacado corresponsal diplomatico israelí Akiva Eldar añade que “todos esos ‘elementos en la región’ también entienden que no hay acción diplomática valerosa e integral en el horizonte sin un acuerdo sobre la instauracion de un Estado palestino con base en las fronteras de 1967 y una solución justa y negociada al problema de los refugiados”.

Eso no está en la agenda israelí, advierte, y de hecho entra en conflicto con el programa electoral de 1999 de la gobernante coalición Likud, que nunca se ha rescindido y que rechaza de plano la instauración de un Estado palestino al oeste del río Jordán.

Algunos comentaristas israelíes enterados, sobre todo el columnista Danny Rubinstein, creen que Israel está decidido a dar marcha atrás y relajar su estrangulamiento de Gaza.

Veremos.

El registro de estos años pasados sugiere otra cosa, y los primeros signos no son auspiciosos. Al terminar la operación Borde protector, Israel anunció su mayor apoderamiento de tierra en Cisjordania en 30 años, casi 500 hectáreas.

Con frecuencia se dice en todos lados que si el acuerdo de dos estados está muerto por efecto de la apropiación de tierras palestinas por Israel, el resultado será un Estado palestino al oeste del Jordán.

Algunos palestinos reciben bien este resultado, previendo que pueden embarcarse en una lucha por la igualdad de derechos modelada en la lucha antiapartheid en Sudáfrica. Muchos comentaristas israelíes advierten que el resultante problema demográfico de más nacimientos árabes que judíos y una disminución de la inmigración judía socavaría su esperanza de unEstado democrático judío.

La alternativa realista a un acuerdo de dos estados es que Israel continúe con los planes que ha estado aplicando durante años: apoderarse de cuanto considere de valor en Cisjordania, evitando concentraciones de población palestina y retirando a los palestinos de las zonas que absorba. Con eso evitara el temido problema demográfico.

Las zonas ocupadas comprenden una Gran Jerusalén muy extendida, la zona del ilegal muro de separación, los corredores que cortan las regiones al este y probablemente el valle del Jordán.

Gaza continuara bajo el duro sitio de siempre, separada de Cisjordania. Y los Altos del Golan de Siria –al igual que Jerusalén, anexados en violación de las órdenes del Consejo de Seguridad– se volverán con sigilo parte del Gran Israel. Entre tanto, los palestinos de Cisjordania serán contenidos en cantones inviables, con acomodo especial para las élites en el acostumbrado estilo neocolonial.

Durante un siglo, la colonización sionista de Palestina ha avanzando primordialmente sobre el principio pragmático de la silenciosa consumación de hechos en el terreno que el mundo a la larga ha llegado a aceptar. Ha sido una política sumamente exitosa. Hay todos los motivos para prever que persistirá mientras Estados Unidos aporté el apoyo militar, económico, diplomático e ideológico necesario.

Para quienes les interesan los derechos de los palestinos sometidos a la brutalidad, no puede haber una prioridad más alta que trabajar por cambiar las políticas estadunidenses, lo que de ningún modo es un sueño guajiro.

* Noam Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge, Mass. Su libro más reciente es Masters of Mankind: Essays and Lectures, 1969-2013 (Maestros de la humanidad: ensayos y conferencias, 1969-2013).

Distributed by The New York Times Syndicate

Traducción: Jorge Anaya

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