martes, 14 de octubre de 2014

Pobres, Pequeñas y Mujeres: Triple enigma para las niñas en Honduras



Los sueños se le salen por los poros a Nathaly. Se le ve en el brillo de sus ojos y en el rebote de su cabello cuando habla gesticulando con exageración. Esta niña sabe contar lo que viven sus amiguitas, hermanitas y ella misma en su comunidad, la colonia Rivera Hernández en San Pedro Sula, uno de los sectores catalogados de violentos en esta ciudad.

Nathaly cuenta que en su barrio, la violencia ha marcado la vida de las niñas. “Yo tengo que venir de la escuela acompañada, o por la misma calle conocida por cualquier cosa, por alguna violación que me pueda pasar o porque pueden pedir dinero por mí”, cuenta esta pequeña de apenas 12 años.

En Honduras y el mundo se celebra el Día de la Niña cada 11 de octubre, para reivindicar los derechos de las niñas, que por muchos años han estado marginadas por su género y no gozan de sus derechos de forma igualitaria con los niños.

Naciones Unidas ha hecho oficial la designación, centrando en la especial situación de vulnerabilidad que sufren millones de niñas en todo el mundo y que las hace las más pobres de entre los pobres.

La creación de un día para las niñas en el calendario internacional fue planteado por Plan Internacional en 2009 e impulsado desde entonces en todos los foros internacionales como una de las causas principales de su campaña 'Por Ser Niñas', que busca acabar con la doble discriminación –por género y edad- que sufren millones de niñas en todo el mundo.

En comunidades como la Rivera Hernández, con contextos de violencia muy complejos y diversos actores desatando una guerra territorial, los cuerpos de las niñas se convierten en botín de guerra.

Nury, una chava de 16 años, nos cuenta que las niñas y adolescentes deben cuidarse muy bien y lo mejor es que no salgan a las calles. El peligro de las calles es generalizado en este sector, sin embargo, los ataques hacia las niñas van cargados de misoginia y violencia sexual.

“No podemos salir mucho porque si le gustamos a un marero, por ejemplo, hay que seguirle la corriente porque si no te puede ir mal. Entonces es mejor no salir. También hay muchos casos que las niñas son violadas y nadie les cree y son echadas a la calle”, contó Nury, quien además anhela salir a jugar o platicar con sus amigas, pero el temor a lo cotidiano se lo impide.

Desprotección estatal

Nancy Zúniga,  oficial técnica de protección de niños y niñas en desarrollo de la organización Plan Internacional con sede en Londres, asegura que la situación de los niños y niñas es grave en el mundo, y que por eso el día de la niña es para reconocer la situación específica de las niñas y las distintas violencias y consecuencias que tienen las decisiones sociales y gubernamentales en las vidas de las menores.

“En Honduras no podemos negar que las niñas han sido sobrevivientes de muchos tipos de violencias, en un sistema de protección que recién ha venido reconociendo que necesitan recursos significativos para impactar en la vida de las niñas, restituir sus derechos, promover la realización de derechos que han sido generacionalmente negados. Se ha identificado que las niñas son víctimas de violencias sexuales, violencia de género, violencia física, generacionalmente se han encargado de todo el cuidado de la familia, con eso negándoles las oportunidades de estudio y de tener mejores condiciones laborales, estas problemáticas se reflejan en las mujeres que también han criado a las niñas en el país”, explicó Zúniga.

El sistema de violencia está plagado de esta discriminación según sigue explicando Zúniga:

“Hay mucha violencia que viene del sistema, una re-victimización, los procesos de investigación débiles sobre violencia contra las niñas o la poca capacidad que tiene el Estado de restituir sus derechos porque los sistemas siguen enfocados en la persecución de los hechores, abandonando totalmente a las víctimas. En el tema de protección de niños y niñas en general es sumamente débil, nuestra información actual es que parten de buenas intenciones pero falta ver resultados concretos con el caso del Instituto Hondureño de Niñez y Familia (INHFA-ahora DINAF) por ejemplo”.

Aunque no hay estudios actuales cuantitativos del acceso a la salud y la educación de las niñas, Zúniga asegura que el problema es en el ámbito cualitativo, es decir, la calidad de estos servicios a los que están teniendo acceso las menores.

Una de las preocupaciones, es la alta tasa de fecundidad en niñas menores de 18 años. En Honduras, el 27% de los embarazos corresponde a madres de entre 15 y 17 años, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Muchas de ellas provienen de zonas rurales y pobres y en ocasiones son víctimas de violencia sexual. Para algunas, el embarazo, el matrimonio o la unión de pareja son la única manera de sobrevivir.

Esta semana Juan Orlando lanzó el Plan Multisectorial para la Prevención del Embarazo en Adolescentes. Con este plan se proyecta reducir la tasa de fecundidad específica de adolescentes de 101 a 76 por 1,000 mujeres para el 2018. 
Honduras es el segundo país con la tasa de embarazo adolescente más alta de América Latina.

Nury, la niña de la Rivera Hernández, nos lo contó sin complicaciones. Una de sus amiguitas que tiene 13 años de edad, de repente dejó de ir a la escuela y ya no la llamaba para platicar. Hace dos días Nury la vio embarazada. Con mucha decepción ella asegura que ahora la única opción para su amiguita de ir a la escuela es de noche, pero es muy complicado y peligroso, además cansado. Lo más seguro es que no termine su curso.

“Yo creo que esto también es porque no lo orientan a uno, es tabú para los padres. No nos explican muchas cosas y a los jóvenes nos da curiosidad las cosas nuevas”, culpa Nury.

Zúniga asegura que casos como este se están convirtiendo en la regla. No es la falta de acceso a la educación, es el tipo de educación y cómo está actuando en las niñas.

“Falta lograr que las niñas en secundaria se mantengan allí, que incrementemos el número de adolescentes que finalicen sus estudios de primaria y secundaria y mejoren sus niveles educativos, nuestros avances están bastante cortos. Seguimos enseñando en las aulas la educación en patrones que indican que las niñas deben ser preparadas para continuar dentro del hogar, haciéndose cargo del servicio de los hombres de la familia, la crianza de los niños y las niñas, la vida vista como un sacrificio y no como realización de derechos.

En el tema de salud, está enfocado bastante a embarazos, no hay acceso a la formación y realización de sus derechos sexuales, solo hay un enfoque en derechos reproductivos reforzando lo que socialmente se ha venido trasladando con respecto a sus derechos sexuales”, explicó.

Pobres, pequeñas, mujeres: triple estigma

Recuerdo mi visita hace un par de años al bordo Luis Velásquez, ubicado detrás del bulevar del norte en San Pedro Sula. Fanny, una mujer en sus treintas, se reunió con nosotros. Ella nos contaba sobre su preocupación por sus hijas, especialmente por la que acababa de cumplir 15 años. Los 15 se convirtieron en casi una condena para esta pequeña.

Al llegar a su casa, entendimos. La chica, estaba literalmente escondida, así pasaba sus días y casi decidía dejar el colegio porque salir significaba mucho peligro. A esa edad, la podría querer algún marero de los que controlan el sector, y allí no hay quien la salve.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estableció como una de las causas más comunes del desplazamiento forzado en Centroamérica, las violencias que sufren las mujeres por parte de grupos del crimen organizados. Cuadros muy parecidos a los de la familia de Fanny.

Patricia Morales, una comunicadora que por 5 años realizó trabajo social en los bordos de San Pedro Sula, comentaba que las niñas son vulneradas y violentadas y se ha vuelto común en lugares como estos. Niñas pobres, en familias pobres.

“En San Pedro Sula, las zonas marginadas tienen un contexto sumamente difícil para las niñas. Estas niñas están viviendo en hogares donde el alcoholismo abunda, en economías que no da ni para la comida.

También está latente la falta de educación, muchas veces las niñas no tienen oportunidad de ir a la escuela, una porque no tienen documentos, otra porque sus familias son numerosas, y entonces se prioriza a los mayores, porque no ajusta para los uniformes, meriendas, materiales educativos.

Las niñas se quedan porque hay que amarrar la comida para llevársela al papá o al tío, en este aspecto muchas niñas priorizan las tareas de la casa a ese anhelo de educación, de aprender a leer, muchas niñas a los 12 años están apenas en 2do grado”, cuenta Morales.

Si se va de visita a los bordos a cualquier hora, las niñas están en casa, sino andan trabajando en casas como trabajadoras domésticas, pocas pueden estudiar.

“La mayoría de las niñas, con sus diminutos cuerpos, desnutridos van a servir a casas como trabajadoras domésticas y esa es una labor que ellas van a hacer en otras casas pero al regresar siguen en lo mismo, no hay tiempo para su recreación”, explica Patricia.

Patricia Morales contó un caso de violencia que se ha repetido en estos pequeños hogares: “El hacinamiento por ejemplo en estas casas de cartón o lámina hace que las niñas vivan violencias no solo físicas y psicológicas, sino sexuales. Los vecinos abusan de las niñas, se dio el caso de una niña que un hombre la engañó, le dijo que se la iba a llevar a comparar unos dulces y la abusó sexualmente y la niña es vista en la comunidad como culpable.

Al violador no le llega ni la justicia del Estado, tampoco la justicia del barrio, porque la comunidad no se levantó para pelear por los derechos de esa niña”.

No hay investigación

Para Nancy Zúniga, de Plan Internacional, es muy importante que el Estado invierta en investigación, porque al tener datos, podrá responder efectivamente ante la situación.

Ana Mejía, es una socióloga que apoyó a la Red de Mujeres de Progreso en un diagnóstico en el año  2011 que derivó en la Política Municipal de Género de El Progreso, Yoro; ella asegura que es muy importante que se hagan y se actualicen este tipo de diagnósticos que desnudan las realidades que, muchas veces, se callan las mujeres y quedan en lo privado.

“Sabemos que la realidad de las niñas que viven más en los barrios marginales de la ciudad de El Progreso y San Pedro Sula, y en lo rural es muy grave. En el diagnóstico que hicimos con la Red de Mujeres, muchas niñas nos dijeron que no iban a la escuela porque privilegiaron a su hermano varón y que ella se quedaron en casa como apoyo mutuo a la madre, eso está bien marcado”, dijo Mejía.

Hay una preocupación en la Red de Mujeres por lo que está pasando con las niñas y mujeres en el municipio con el tema de la violencia. Mejía contó que desde el Hospital Público de El Progreso, llevan un registro de los abusos en menores, y les dieron datos que demuestran el alza que están  tenido estos casos.

“Como la madre se va a trabajar, las niñas quedan en casa solas y son abusadas por miembros de su familia y hasta vecinos, ellas están expuestas porque quedan solas a cargo de la casa. Esto debe preocuparnos como sociedad, ¿qué futuro pueden tener estas niñas abusadas? y también esto tiene relación con los embarazos a temprana edad que son muchos.

A nivel de instituciones, la Oficina Municipal de la Mujer, por ejemplo, las organizaciones de mujeres, las instancias del Estado, están poniendo muy poca atención a esta realidad”, explicó.

Niñas que sueñan

“El día de la niña ha sido recibido de buena manera en general por funcionarios del mundo, políticamente muy aceptado, pero con poco entendimiento y profundidad de lo que realmente implica para los Estados hacer un reconocimiento de las niñas como sujeto de derecho”,   dice Nancy, y es que con esto se espera que los Estados comprendan que al tener las niñas todos sus derechos, la sociedad entera caminará hacia un cambio integral.

“Políticamente podemos recibir la buena noticia, y celebrar este día pero el reto real para las autoridades, los Estados está en enfocar políticas públicas que no discriminen, que promuevan derechos igualitarios de niños o niñas y que se asegure la realización de sus derechos. Incluso ver en nuestros hogares a las niñas de la misma forma que los niños, con el mismo respeto para ambos”, concluyó.

Nathaly y Nury, son dos niñas que sueñan. Primero sueñan con vivir sin miedo. Ellas quieren verse realizadas con una vida digna.

“A mí me gusta estudiar, cuando sea grande quisiera tener una casa y un trabajo digno para ayudar a las personas que necesitan. Todo sueño tiene una ventana, luchando uno tiene que vencer dificultades”, dice Nathaly.

Nury cree que las cosas tienen que cambiar, que los hombres no nos vean como objetos sexuales, “no puede ir una en una bici porque ya le ven todo. Quiero que nos respeten”, dice esta joven.

Una vida digna sueñan estas niñas, ellas lo dicen, pero muchas lo callan. Por las que callan, Nathaly y Nury, lo dicen con fuerza.

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