viernes, 31 de octubre de 2014

43

        
Por Melissa Cardoza *
                        

Para Helena, en las calles del D.F.

Los números  tienen importancia o no, según la circunstancia. Cuentan, sin embargo, suman muchas veces. Para quien cría un ser humano, las noches en vela y los días buscando la comida y la ternura para hacerle persona mayor cuentan.  Son horas, días, años, voluntades para que vaya a la escuela, juegue, se haga maestro. Llegar  a los veinte años suele ser un  acontecimiento en el que se atesoran ya pérdidas, pero sobre todo se tiene una fuerza, una luz, un ánimo para echar adelante con el estudio, el  amor, los caminos laborales, las luchas que después se recuerdan como quien mira hacia un faro.

A los veinte es posible ya haber sobrevivido a la muerte de un padre,  a las agresiones humanas. Pero el tejido de la piel de la juventud cicatriza y la marca se junta a un tatuaje, el tatuaje a una camiseta de la escuela, del club deportivo, de la asociación de estudiantes, de un vestido oscuro.

Las y los jóvenes alrededor de nosotras son personas que no atienden a un criterio demográfico solamente, están dotados de habilidades para ser autónomos, reflexivas, actuantes  y hacerse cargo de la vida propia, tanto como cualquiera otra persona que lo necesita. Para lo que no están preparados, como ninguna de nosotras lo está, es para la guerra, para esta guerra que los encuentra desprevenidos, que los balacea dentro de un bus, en las calles del barrio, en un estadio.

Hace un mes que 43 jóvenes de Guerrero, hoy estado doliente e indignado de México fueron desaparecidos por  fuerzas conjuntas de policía y narcosicarios en esta guerra que  se extiende implacable por la región que habitamos donde se acumulan los números  fatídicos de asesinatos y dolientes.

Movilizaciones de estudiantes, largas caminatas de jóvenes y adultos diversos, paros y tomas de espacios públicos, actos de solidaridad en México y muchas partes del mundo están poniendo al gobierno contra las cuerdas, aunque actúa como todos los gobiernos de estos países, con evasivas, silencios, jugando a la desmemoria, a lavarse las manos diciendo que son grupos armados no legales los que son responsables de esta violencia, cuando son sus funcionarios policiales, sus políticos los señalados una y otra vez por testigos y por experiencias que también se acumulan.    

Desde esta Honduras que bien sabemos lo que significa el odio a la juventud porque cada día lo vivimos, apretamos el puño contra la masacre y sus perpetradores, apretamos el abrazo para las familias, las amistades, las comunidades que se suman a las miles que esperan la vuelta de sus muchachos y sus hijas  a casa. El pueblo mexicano se alza, da pasos colectivos y organizados para luchar por su vida tan merecida, ahora son los estudiantes quienes toman la delantera, han convocado a una enorme Asamblea  desde donde actuar, proponen un paro nacional, la caída del gobierno y más allá, lo que a todas nos urge, la derrota de este  régimen criminal que nos desgobierna bajo el nombre de democracia.

Para esa juventud y el pueblo mexicano nuestras palabras y nuestras propias luchas hasta que caigan todos.

* Escritora feminista hondureña

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